18 mayo, 2016

Caranchos

Suelen frecuentar bares aledaños a la escena donde huelen sangre, para ellos sinónimo de negocio. Esta vez fue Radio Rivadavia y su extenso conflicto provocado por la familia Cetrá y su vocación de explotadores seriales, capaces de intentar naturalizar que el salario es una dadiva patronal, que se otorga en la forma que ellos decidan.

Por allí anduvo el Carancho. Esperando que el conflicto recrudezca para atacar a quienes pelean y conducen y ofrecer un servicio salvador, una garantía de triunfo, esgrimiendo supuestos antecedentes y jurisprudencias, ocultando prolijamente su interés económico carroñero y el objetivo golpista de su maniobra, que por todo lo que está en juego para 150 familias cabría calificar de temeraria.

Cuando los trabajadores de Radio Rivadavia retomaron, después de un tiempo, las asambleas conjuntas (con participación de operadores, periodistas, locutores, personal de administración) dieron paso a medidas de acción encaradas por todo el personal, en una muestra valiosa y necesaria ante la gravedad de la situación, el Carancho se dejó ver. Aunque con la torpeza de los elefantes.

Es que el Carancho mandó a su representante a proponer que una acción judicial decidida en asamblea se tramitara por medio de un estudio jurídico privado, es decir por fuera de las organizaciones (UTPBA, AATRAC, SAL  y SUTEP) y se justificaba semejante ataque a la asamblea y sus representantes en la promesa de algo así como un mayor poder de lobby.

150 familias llamadas a engrosar una cartera de clientes y al mismo tiempo vaciar el conflicto de lucha colectiva y unitaria, para disponer todo el esfuerzo en enviar una carta-documento (algo que ya la asamblea había resuelto como una parte más de una estrategia integral) y de ese modo reducir todo a pasar por el estudio jurídico para preguntar si hubo novedades.

Esos 150 compañeros que se busca sacar de la pelea son parientes directos de los 2500 a los que otro carancho quiso sacar su identidad como trabajadores de prensa, pidiendo, además, la intervención de la organización a la que pertenecen, la UTPBA, en  un abyecto intento –el primero en más de 30 años de democracia- que no prosperó debido a un compromiso de lucha ejemplar de miles de compañeros. Eso sí, éste Carancho, no está más en la UTPBA: lo expulsó una asamblea de 500 trabajadores.

El otro Carancho, socio en la miserable maniobra de intervención de la UTPBA, es el que sobrevuela Rivadavia prometiendo el cielo. Y para ello apela al viejo recurso de atacar la lucha de los trabajadores junto a sus organizaciones, quienes exigen el pago de sus salarios adeudados, que se abone en término, que se cumpla laboral y profesionalmente con lo que marcan los convenios colectivos y que no haya despidos. Por eso pelean. Por eso la asamblea dijo que el conflicto era de sus trabajadores y de sus organizaciones (UTPBA, AATRAC, SAL y SUTEP) y no de un estudio jurídico.

Secretaría Gremial UTPBA

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