29 julio, 2025

La Cosa

Por Daniel Das Neves.

Periodista. Secretario de Relaciones Internacionales de la UTPBA.

El cuento se llama Mi madre andaba en la luz. En su interior escribió Haroldo Conti: sobre esta misma mesa velaron a mi padre. No tiene hule ni mantel. Solamente la madera, blanca de tanto jabón y cepillo, carcomida y tajeada, con los chamuscos de los cigarrillos de mi padre en la punta. Mi madre los fregaba pero se ponían más oscuros. Creo que quedarán ahí para siempre recordándome a mi padre que fumaba negros fuertes y a veces medio Avanti. Así son las cosas se vuelven más memoriosas que uno, se vuelven uno. Mi padre era su cuerpo flaco y viejo y unas pocas cosas. Quedan las cosas…hay otras cosas que están ahí desde mi infancia, que se confunden con mi historia. Las cosas de Haroldo, que durarán más allá de nuestro olvido; no sabrán nunca que nos hemos idodecía Georges Perec en su primera novela que no podía llamarse de otro modo que Las Cosas.

Las Cosas, que no necesitan el consentimiento de Foucault para llamar cierto tipo de atención. Cosas, que en la planicie del lenguaje son una superficie sin límites que arriesgan, en su generosidad, a que se la disputen en la búsqueda de apropiarse de su sentido, más allá de lo que diga la Real Academia. Retroceder hasta el infantil Cosas de chicos; o, canchera y transitoriamente, estar en La Cosa. “Haroldo, entre vos y yo vamos a hacer la cosa”, como le dedicó Rodolfo Walsh en un ejemplar de Oficios Terrestres, acaso imaginando otra literatura o deseando otro mundo. O, simplemente, ser la cosa, tan pedestre, sencilla y común que un sentimiento y un pensamiento profundos no puede ni deben soslayar.

La pregunta que me planteoescribió León Rozitchner, necesariamente teórica, es entonces ésta: ¿de qué modo comenzar a comprender esta realidad, de qué modo modificarnos para hacer surgir en su seno ese futuro (La Cosa) que, preciso será reconocerlo, somos por ahora tan incapaces de promover como de despertar en los demás? ¿Cómo hacer para que lo que cada uno de nosotros asimila de esta realidad cultural nos hable, nos forme, nos prepare como hombres incompatibles con esta realidad misma que sin embargo nos constituye? El problema es temible: ¿Cómo poder producir nosotros lo contrario de lo que el capitalismo, con todo su sistema productor de hombres, produce? Dicho de otro modo: ¿Cómo remontar la corriente de la disolución, esta degradación de lo humano que parece estar inscripta en la necesidad de su desarrollo? ¿Cómo introducirnos nosotros en ese breve margen que, entre sístole y diástole, se abre en cada hombre como para que (La Cosa) sea sentida como su propia necesidad?

Rozitchner escribió esto en junio de 1966, cuando el golpe de Estado de Onganía estaba al caer o ya había caído. Si le llamamos La Cosa quizás espante menos que decir Revolución, la palabra que utilizó. Las cosas se vuelven más memoriosas que uno, se vuelven unodecía Haroldo. No sabrán nunca que nos hemos idodecía Perec.

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