19 mayo, 2020

Mundo, ¿qué mundo?

Por Ana Villarreal (*).- “Paren el mundo, que me quiero bajar” tal vez sea una de las síntesis filosóficas más difundidas que el dibujante Quino puso en la voz de Mafalda. Si bien, en el transcurso de los años, se verificaron cambios culturales, las estructuras del poder en gran parte del planeta permanecieron inalteradas. ¿De qué mundo querría bajarse Mafalda hoy? Aquel, cercano al imaginario de la emblemática criatura de Quino, ha salido del escenario donde transcurre la función y, expulsado a bambalinas, ya no retornará al centro de la escena.

La trágica realidad gana en el primer plano junto a las enfermedades y las crisis. Un mundo se ha parado y ha corrido la importancia del petróleo a la necesidad de los respiradores y barbijos. Y la paradoja que contiene la dimensión de la vida de cada ser humano y su fragilidad biológica, se expone como una llaga en estos días.

Desde una sospechosa ignorancia, se levantan voces que alientan ilusiones de cambios hacia un mundo mejor. Estos encantadores variopintos intentan dejar en oídos sin adiestrar los cantos del surgimiento de nuevas prácticas solidarias, de mejores relaciones entre los seres del mundo.

Por ahí, se inscriben los aplausos a los trabajadores de la salud, a las fuerzas de seguridad, a los delatores de prácticas individualistas que rompen el aislamiento y a todos los etcéteras de comportamientos en este mundo de excepción.

En tanto, el crimen organizado adapta su funcionamiento a las nuevas condiciones y no se abandonan los anhelos imperialistas por el dominio a través de la fuerza y la palabra. Y la democracia económica está afuera de todos los parámetros de estos ensayos teoricistas.

Se repite que la pandemia pone en igual suerte al conjunto de la humanidad. Es cierto, la posibilidad del contagio equipara a todos los mortales. Sin embargo, resulta que las condiciones preexistentes del entorno vuelve más vulnerables a los vulnerables de todo signo, hasta en los países más desarrollados del planeta. A lo que hay que sumar, los miles de trabajadores que, al ritmo de la pandemia, son despedidos de sus puestos de trabajo y expulsados a los márgenes de la vida.

El columpio del mundo avanza, despiadado, con garantías de mayores desigualdades y sufrimiento para millones de personas.  En algún parate,  tal vez, el porvenir perdido sea la certeza. Entonces, una nueva pulseada revelará más realidad, como en la novela de Cervantes, la protagonista no será ni ilustre, ni fregona.

(*) Periodista. Miembro de conducción de la UTPBA.

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