Por Daniel das Neves (*).- Ahora es el momento de la historia, dijo días pasados un periodista- historiador, mientras promocionaba su libro sobre la violencia política en la Argentina. Yo aspiro a que haya menos memoria y más historia, admitió un colega de aquél, mientras atraviesa el proceso químico-mediático que lo convertirá en columnista estrella. Y este último justificaba su postura en que la memoria tiene una carga de subjetividad, de narración emocional, de compromiso político que considera improcedente.
El 24 de marzo de 1976 es una fecha histórica, un rastro, que los diarios de la época señalan apenas como de ruptura institucional y de instalación de un gobierno de facto, al que supo llamar –como pretendían sus ejecutantes- como Proceso de Reorganización Nacional. El país respiraba y las fuerzas armadas venían a hacerse cargo de una responsabilidad que los civiles no supieron asumir. La memoria se clausuraba y la historia era apropiada por quienes querían dejar su propio registro de la realidad.
Durante varios años los esbirros mediáticos y los historiadores de la racionalidad tuvieron carta blanca para escribir la eterna versión de los que ganan, convencidos del nuevo destino político, surgido de un Proceso que sólo años más tarde sería desplazado por el más adecuado y real Terrorismo de Estado. Un nuevo dato histórico que la Memoria Colectiva impuso con su carga de subjetividad, de narración emocional y compromiso político.
No se trata de que quienes reivindican hoy la historia como herramienta de conocimiento importante, vital, desconozcan qué significó la dictadura ni que la avalen. Ocurre que hablar de rigor científico para referirse al número de desaparecidos, por ejemplo, es mencionar la palabra genocidio como un hecho inevitable, pero que de inmediato se oculta tras una precisión numérica, histórica, que pretende poner en conflicto la Memoria colectiva y su lectura y vivencia de un período clave en la historia del país.
Hay un clima, que no es sólo de estos días sino de estos tiempos, donde algunos se tientan en trabajar nuevas verdades que siguen la pretendida lógica superadora de las grietas. Entonces, desde cierta visión, nada mejor que apelar a los saberes científicos y su capacidad de disciplinar y ordenar conocimientos para buscar apropiarse del objeto a estudiar, aunque este sea, nada menos, que la historia, en donde tensan fuerzas permanentemente hombres, ideas, contradicciones y contextos, cuya dinámica pretende ser atrapada y explicada desde un lugar que evita el carácter de fenómeno colectivo -en verdad lo relativiza- de la memoria.
PD: este texto fue escrito con el libro de la primera edición, setiembre de 1986, de “periodistas desaparecidos: Con Vida los queremos”, al lado de la computadora. La vieja tapa azul, con fotos de compañeras y compañeros desaparecidos y una movilización de fondo, con pancartas con los nombres de todos los trabajadores de prensa desaparecidos. Memoria, Verdad, Justicia. E Historia.
(*) Periodista. Secretario de Relaciones Sindicales e Internacionales de la UTPBA.
Esta nota fue publicada el 23 de marzo de 2017.