Pese a los discursos negacionistas —que rechazan la evidencia científica—, el cambio climático producto de la contaminación humana es una realidad innegable (1). Ante esto, resulta indispensable repensar nuestro sistema de producción, los deseos que él mismo nos impone y uno de los núcleos que lo sustenta: el consumismo. De lo contrario, toda forma de vida continuará viéndose amenazada de manera cada vez más acelerada. El desastre ambiental ya está ocurriendo y solo se agravará si no transitamos pronto hacia energías renovables que permitan reemplazar los combustibles fósiles por fuentes como la energía solar, eólica, hidroeléctrica, de biomasa, geotérmica o marina.
Ya sabemos que la solución al problema ambiental no es individual. Las grandes potencias, junto a India y Japón, y el modo de producción no sustentable que domina al planeta son las mayores causas de la cuestión. A pesar de ello, repensar nuestros deseos individuales respecto del modo de vida en que nos vemos inmersos, podría ser una forma de resistencia mental ante la imposición del consumo como único modo de vida deseable.
Curiosamente, una posible respuesta a esta crisis proviene de una sabiduría antigua. La filosofía de Epicuro, aunque ajena a la problemática ecológica contemporánea, nos brinda un marco ético poderoso para desarticular la lógica consumista que alimenta la crisis ambiental. Su doctrina, que proponía un modo de vida basado en la autosuficiencia y la serenidad puede ayudarnos a repensar nuestro vínculo con el ambiente.
El problema de la contaminación no es nuevo. Tras la Revolución Industrial, en el siglo XIX, la degradación de los ecosistemas no ha dejado de crecer. Ya a mediados de 1800, en pleno surgimiento del capitalismo, Engels denunció en su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra la contaminación del aire y el agua en Manchester, vinculándola directamente con las condiciones de vida insalubres de la clase trabajadora.
La cuestión es: ¿Qué otros modos de vida son posibles?¿Cómo queremos vivir?. Epicuro es un filósofo conocido por proponer una filosofía hedonista, el principio que rige su filosofía es el deseo, el placer. Quizás para muchos la noción de placer esté ligada a una concepción neoliberal de lo inmediato, sin embargo, Epicuro hace una reivindicación y estudio del placer mucho más profundo.
En primer lugar, el filósofo distingue entre tres tipos distintos de deseos. Primero, están los deseos naturales y necesarios, como el deseo de comer o beber agua; su satisfacción garantiza la vida. En segundo lugar se encuentran los deseos naturales pero no necesarios, como el deseo de comer en exceso un manjar o de beber vino desmedidamente; la no satisfacción de los mismos no impide la vida. En tercer lugar, están los deseos vanos: la lujuria, la fama, la riqueza; son imposibles de satisfacer por completo y sólo traen ansiedad.
Para Epicuro la satisfacción del placer es lo que garantiza nuestra felicidad, lo que él llama ataraxia (tranquilidad del alma).Pero para poder alcanzar ese estado es necesario desarrollar una virtud: la prudencia, que nos permite distinguir, entre los deseos que sí debemos seguir y aquellos que no. Por ejemplo, excedernos tomando vino nos podría dar un gran placer inmediato, sin embargo, puede traernos una gran resaca luego, por lo que una persona prudente evitaría satisfacer dicho deseo de tomar vino desenfrenadamente a cambio de un placer más estable y duradero.
Desde una perspectiva epicúrea, la crisis ambiental podría pensarse como la manifestación a escala global de una vida dominada por deseos vanos y naturales innecesarios. Deseos que sólo generan ansiedad e insatisfacción a largo plazo, y también más destrucción ambiental.
La felicidad consiste para el filósofo en la mesura, pero también en la autosuficiencia y autonomía: en ser dueños de nosotros mismos y no depender de lo externo. Contrariamente, el consumismo nos hace dependientes de objetos y validación externa.
El Jardín de Epicuro en Atenas fue el ejemplo perfecto de una ecocomunidad anticonsumista y autónoma. Allí se organizaba una vida en comunidad donde se practicaban los principios filosóficos de la simpleza y prudencia. La amistad era uno de los pilares fundamentales y se vivía de forma austera pero autosuficiente, cultivando la sabiduría y sabiendo que importaba más compartir una comida sencilla con amigos que un banquete en soledad.
Hoy, los datos son abrumadores. Según el NOAA Global Monitoring Laboratory de EE.UU, actualmente nuestra atmósfera posee la concentración de carbono más alta en 2 millones de años —proveniente de la quema de combustibles fósiles—. A ello se le suman otros gases de efecto invernadero como el metano (proveniente de la ganadería, basureros, etc), que contaminan el aire y calientan la temperatura terrestre generando todo tipo de desastres ambientales, el derretimiento de los polos, incendios y con ello la extinción de diversas especies con quienes co-habitamos el planeta. Asimismo, la OMS declaró que la polución del aire causa al menos siete millones de muertes prematuras al año.
Epicuro no tenía la solución técnica a estos problemas, pero sí quizás la ética. Su filosofía nos señala que la transición hacia energías renovables y sustentables debe ser acompañada de una transformación cultural que redefina “el buen vivir” (como decían los filósofos antiguos). Se trataría también entonces de que ya no sea el consumo junto con su éxtasis intenso el eje de nuestras existencias para empezar a prestarle atención a placeres más tranquilos y estables como el cultivo de la sabiduría, la amistad y el conocimiento de sí.
(1) “Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa” Frase pronunciada por Fidel Castro Discurso en la Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, 1992)