Control y Caos. Capitalismo y Comunismo. CIA y KGB. Acciones, sistemas y organismos en tiempos de Guerra Fría, de confrontaciones sistémicas y batallas culturales, aunque estas últimas por entonces no se llamaran de ese modo. Hace demasiados días que el comunismo soviético y su KGB dejaron de ser contrincantes activos y sólo la disyuntiva Control versus Caos se reconoce como vigente porque Capitalismo y CIA siempre formaron parte de un mismo cuerpo.
La permanencia de Control y Caos se mueve, con cierta amabilidad geopolítica, entre el vigorosamente actual Conservadurismo y una rebeldía desagregada y puntual a la que, a pesar de esa debilidad, Control pretende cooptar para sus filas, sin asumirse como agentes de su rival histórico.
“El caos ya no es el arma de los rebeldes sino el sello de los más fuertes”, escribió el sociólogo italiano Giuliano da Empoli, autor, entre otros libros, de El Mago del Kremlin. Dicen los más fuertes, según Da Empoli, reconvertidos en rebeldes “Violamos la ley, rompemos las reglas, pero necesitamos hacer esto para producir un impacto en la realidad… y dependiendo del contexto puede ser el crimen, la inmigración ilegal, la inflación o el costo de vida”. Los depredadores, así los llama.
Frente a los depredadores (Trump, como símbolo del capitalismo imperial y criminal) los demás “son abogados que gritan: ¡usted no puede hacer esto! ¡no puede hacer lo otro! ¡Está violando la ley! Y es verdad que Trump (lo hace), pero se trata de una ofensiva política y no se puede enfrentar una ofensiva política con herramientas de abogados. También se necesita pelear políticamente. No estamos enfrentándonos a eventos puntuales, estamos enfrentándonos a una era diferente”, afirma el autor italiano.
Se puede partir de la primera de esas conclusiones, la que refiere al Caos, para avanzar en la idea de que la sofisticación tecnocapitalista resguarda elControlen una nube, inaugurando una instancia privada celestial y somete la potencialidad revolucionaria delCaos a la calidad de una rebeldía –según el enfoque de Da Empoli- que propone más de y para lo mismo.

Hablar de rebeldía, siguiendo el criterio de Da Empoli al utilizar esa palabra, induce a preservar para el término revolución otro lugar, ese que el capitalismo doble agente no está dispuesto a admitir, por aborrecerla y combatirla; y porque además viniendo de él suena impostado, claramente impropio en su lenguaje, cuando un nuevo (o renovado) recurso, con un fin primero y último de explotación económica y humana, surge e invade nuestras vidas.
Transcurrida una cuarta parte de este siglo, si las fuerzas que desafían este estado del mundo atravesado por un capitalismo tardío, para el que la democracia dejó de ser su líquido amniótico, se dispusieran a dar una batalla de fondo contra un régimen (¿Por qué sólo los socialismos y las dictaduras reciben esa calificación, régimen, al que se le agrega, indefectiblemente, un tono despectivo?) que coloca fuera de su radar económico, social, político, cultural, educativo, sanitario a miles de millones de seres humanos, nunca está de más tener en cuenta la talla de quienes hoy hacen como que ejercen en los dos lados del mostrador; eludiendo confusiones, sin perder la esencia. Una mirada política, una decisión ideológica y una acción que cuida de los detalles de una construcción propia compleja y de una infinidad de engaños ajenos.
No se puede apostar al caos y no porque no se pueda ganar sino porque no es uno el que gana sino el caos el que consiente. Sin descartar la posibilidad de una hipótesis positiva, el flaco Sergio, el personaje de Juan José Saer en su libro Cicatrices, jamás imaginó que describiría uno de los dilemas de este siglo y no uno de los síntomas de su enfermedad, el juego.