El edificio Richelieu, en el distrito II de París, atesora uno de los caudales de producción cultural más significativos de la humanidad. Es parte de las sedes de la Biblioteca Nacional de Francia.
Una de las muestras más bellas de la arquitectura del lugar es la sala oval, cuya cúpula de cristal tiene grabados en su base los nombres de ciudades que aportaron a la cultura del mundo, entre ellas Jerusalem, París, Bizancio, Wáshington, Florencia, Atenas, Nínive, Berlín, Alejandría, Londres y Babilonia.
Dicha cúpula, además, preside el sitio de consultas con forma de anfiteatro. Allí se ofrece, entre otras riquezas, una de las mayores colecciones de cómics de acceso libre en Francia y se puede acceder a la lectura de cerca de 20 mil volúmenes.

A pasos de esta maravilla de luz y silencio se encuentra la cafetería, el marco de nuestra charla con Hélène Salat, una estudiosa de los fenómenos editoriales, especialista en comunicación, formada en letras modernas y con un máster en edición y que hoy divide su tiempo ocupacional entre la Biblioteca de la Bolsa de París y su editorial, productora de contenidos de viajes. Es autora, además, de una edición de textos históricos franceses con el apoyo del Instituto Cervantes.
Hélène subraya en varias oportunidades de la conversación el rol del Estado en la formación de lectores y en el sostén de las propuestas editoriales. “Los niños en Francia -señala- tienen acceso al museo asegurado por la escuela. El gobierno abona un cheque cultural para el acceso a libros, cine y teatro”.
El proceso de la cuarentena obligado por la epidemia de Covid no fue un obstáculo para la lectura de los sectores juveniles. “Es más -aclara- obligó a incrementar las ediciones de papel luego del encierro”.
A veces, cuenta Hélène que siente cierta incomodidad al transitar la contradicción entre la difusión de conocimientos y la obtención de ganancias. Pero encuentra rápida respuesta que salva en la actitud de “búsqueda del equilibrio de quienes apostamos a la cultura y a las posibilidades de acceso de cada vez más personas en el mundo”.

Atravesar el portal del 5 de Richelieu es retomar el tránsito por la llovizna de París, aunque esta vez atenuada por saber que las 400 páginas del manuscrito de “Les Misérables” de Víctor Hugo, de la novela publicada en 1862, seguirán estando a resguardo puertas adentro de esta sede de la BnF.