Los escritores del underground se esconden en todos los rincones de la ciudad. A diferencia de otros artistas, como lxs plásticxs o lxs músicxs, lxs escritores tienen, en el imaginario popular, una vida de bajo perfil, casi secreta. Como personajes de cómics que ocultan una doble vida: de día tienen trabajos “normales” y de noche escriben.
En un mundo donde el valor de las actividades humanas se mide en términos mercantiles y sólo es útil lo que produce rédito material, queda cada vez menos espacio para el arte, la escritura, la filosofía. Contra todo pronóstico, para algunxs, lo inservible todavía importa.
Vivir de la literatura es un sueño incansable para la mayoría. Además, muchos, se han topado con la escritura en medio de estudios de otra índole, como una fuerza expresiva que crece adentro y hay que sacar, como sea. Un grito silencioso.
Carlos Ricciardelli (52) es uno de esos escritores escondidos. No imaginaste que tu maestro de primaria llegaba a su casa, tras una larga jornada laboral y ponía el mundo en pausa para adentrarse en la posibilidad, en la imaginación, rodeándose de pilas de libros inconexos, del desorden de las letras. Maestro de primaria, profesor de historia y escritor. Fanático de los Redondos y del fútbol. Su literatura orbita alrededor de las periferias: los márgenes urbanos, sociales y emocionales. En cada relato encontramos crudeza y preciosura mostrándonos que no son condiciones contradictorias, por el contrario, coexisten permanentemente.
Caras hinchadas —por el sueño o por sustancias—, lágrimas que sorprenden a los personajes desde adentro, fiestas interminables, panzas flacas con piercings y pibes que esquivan explosiones. Ese es el paisaje de las historias de Carlos. Vivo, tierno y brutal.
Nos encontramos con él para hablar de su obra, de política, de tecnología y, por supuesto, de por qué y cómo escribe.
-Tus escritos tienen una clara conciencia social y política, especialmente cierta denuncia, de forma descriptiva y sin juicio al respecto (creo que dejás que el juicio lo haga el lector) a la violencia, la vida en la marginalidad y la desigualdad. ¿Por qué? ¿Cuál es tu propósito político en ello, si es que lo hay de manera consciente?
-Estoy de acuerdo con tu lectura. Es eso. Busco que, a partir de diversas historias en donde siempre aparecen algunos temas que son recurrentes en mi obra, “pinchar” al lector. Sacudirlo de alguna forma de cierta modorra (signo de estos tiempos) para llevarlo a cuestionar y cuestionarse. O al menos. pensar esta época tan brutal. Creo que los discursos políticos o periodísticos ya no convencen a nadie. Estamos más curtidos y adormecidos que Gregorio Samsa. Escuchamos a un político y ya nos ponemos en guardia. Por lo tanto, el arte, la literatura siguen siendo los únicos espacios que pueden conmover. Tocar alguna fibra íntima. Si logramos “movernos con el otro” tal vez haya espacio para la reflexión.
-Viste que una de las preguntas clásicas de la filosofía es “¿por qué el ser y no más bien la nada?” Bien, para vos: ¿por qué escribir y no más bien la nada?
-¿Por qué escribir? Es que ya no puedo concebirme sin escribir. Escribo todo el tiempo. Todo el tiempo estoy pensando en la mejor manera de contar una historia. Además, cuando escribo puedo pensar más y mejor. Me gusta darle muchas vueltas a la historia que estoy contando. Pocas veces escribo de un tirón. Escribo mientras leo. Soy un lector desordenado. Puedo estar leyendo tres o cuatro libros a la vez. Suelo leer de casi todo pero siempre que toque de alguna manera lo que muchos llaman la “condición humana”.
-¿Qué técnica usas para escribir? ¿sos metódico? ¿escribís cuando te nace o le designas ciertas horas del día a la tarea?
-Al comienzo no hay un método. Aunque las ideas que me obsesionan son siempre las mismas: la violencia, las desigualdades, el amor y los vínculos en este capitalismo que nos toca sufrir en esta parte del mundo. Me convocan siempre todas las periferias, los bordes de las ciudades, de la cordura, del amor, de la sexualidad… Una vez que tengo una escena suelo escribirla en una libreta. Siempre tengo una libreta, soy muy analógico. Describo la escena y estoy un tiempo pensando, rumiándola. Puedo apuntar más cosas y luego me siento en la computadora y trato de escribir toda la historia. En general, tengo que sentarme varios días para terminar la historia. Después vienen los detalles, las correcciones y llega un momento en donde la dejo estar. Ese tiempo varía y luego regreso a terminarla. Escribo en cualquier momento del día y por lo tanto puedo estar tomando mate o un café en un bar o una cerveza. Si es tarde, whisky.
-Respecto de la comunicación digital ¿Qué opinas de las plataformas digitales y su relación con la literatura? ¿ayudan a democratizar la llegada de la literatura, o lavan mensajes que algunxs intentamos transmitir?
-Siempre llegué tarde a las nuevas tecnologías. Les temo y desconfío a la vez. Pero, voy llegando y trato de sacarle el mejor provecho. Me llaman mucho la atención lxs jóvenes y por lo tanto tengo que prestarles atención a sus espacios de sociabilización y de comunicación. Las redes son medios. Hay cosas muy interesantes que pasan por ahí. Creo que la tecnología en un punto democratizó el arte en su conjunto. Da más visibilidad pero al mismo tiempo banaliza, licúa. Como todo en el capitalismo. Su propósito no es hacernos pensar o crear belleza. Creo que eso ya lo sabemos todos.
¿Dónde podemos leerte?
-Pueden leerme en riosurbanos.blogspot.com que es un especie de bitácora o en Instagram donde comparto algunos de mis libros que publicó Clara Beter