Por Ana Villarreal (*).- Maurice Béjart dio la noticia en 1992, en el Día Mundial de la Lucha contra el Sida. Jorge Donn, uno de los bailarines argentinos de mayor reconocimiento internacional en ese momento, moría de SIDA en Suiza.
Eran tiempos en los que costaba llamar a la enfermedad por su nombre. El prejuicio reinaba sobre miedos sin fronteras y la discriminación no reconocía límites en propuestas como las de llevar a los afectados a islas remotas hasta que mueran.
Jorge Donn, bailarín, coreógrafo y actor nació en 1947 en El Palomar. Se formó en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón y tuvo entre sus primeras maestras a María Fux. Fue el parteneire de las bailarinas rusas Maia Plisiétskaia y Natalia Makárova. Brilló en los escenarios del mundo e integró el Ballet del Siglo XX, la compañía de Maurice Béjart bajo su inspiración conceptual de “la danza es el hombre“.
En los registros de las interpretaciones memorables se guarda su papel en El Bolero de Ravel, Nijinsky, payaso de Dios y en el film Los unos y los otros, dirigido por Claude Lelouch.
Su fallecimiento conmocionó a la comunidad artística internacional, que a menos de diez años de la identificación del agente causante del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), asistía a la pérdida de notables figuras del entorno, Rock Hudson, Rudolf Nureyev, Freddie Mercury, entre tantos otros.
Con 40 millones de personas afectadas, hoy ya nadie desconoce los estragos de la epidemia mundial. La Organización Mundial de la Salud, en su informe de 2017 bajo el lema “Mi salud, mi derecho” da cuenta que 21 millones de personas se encuentran recibiendo tratamiento. Programas que son sensibles a los vaivenes de los modelos económicos adoptados por los Estados, en los que las partidas presupuestarias suelen ser subestimadas a la hora de diseñar políticas de ajuste en las áreas de salud.
(*) Periodista. Miembro de conducción de la UTPBA.