Fue un gran comunicador. Alguien que conversaba con multitudes, en plazas colmadas, en las universidades, a través de la radio, de la televisión, los periódicos, los centros de trabajo.
Lo hizo en Cuba, en Estados Unidos, en países africanos, en Latinoamérica, en Asia… para él nunca el mundo fue ancho ni ajeno.
Hizo un monumental esfuerzo para que las masas tomaran conciencia de la realidad mundial, de la historia, de la lucha de clases, sacando a cientos de millones de gentes de la ignorancia política. Él mismo se autodefinió como un divulgador, y sostuvo que era imperioso para transformar el mundo y la sociedad divulgar sin límites las ideas revolucionarias, expandirlas: regar las conciencias de conocimientos, y los conocimientos de conciencia transformadora.
Buscó hasta con ahínco y deleite colocar en sus discursos y en sus escritos la palabra más adecuada para transmitir un concepto, una idea, en el momento preciso.