Habrá que salvar a la identidad humana de la mutilación. Aún, cuando desde el accionar de la terca y violenta soldadesca de la banalidad y el odio se desalienten preocupaciones y argumentos. En un sin embargo habitado por diálogos con la brevedad de la vida y la vida y la muerte de los vivos y de los muertos, el poeta Luis García Montero aporta lo suyo. Es de los militantes de la ética contra el patetismo y de la responsabilidad frente al conocimiento. En esas y otras cuestiones afirma sus roles de director del Instituto Cervantes -desde hace 18 años-, de profesor universitario, columnista de opinión y sobre todo, de escritor y de poeta.
Un gusto y una necesidad hacer pública en Data-U la comunión de los instantes entre las preguntas y las respuestas con Luis García Montero.
–Somos testigos de un vértigo sistémico que devora vidas por segundos, aumenta la desigualdad y el padecimiento para millones de personas en el mundo. Contanos más de tu “…vivir es un verbo que sucede en la palabra mientras…”
-La palaba mientras… Déjame que recuerde El Príncipe de Maquiavelo, cuando hablaba que la vida es agua, que puede convertirse en una avalancha, pero que el ser humano, que puede ser dueño de sus artificios, puede construir diques para llevar el agua a una desembocadura sin que genere tragedia. Yo soy partidario de eso. Vivimos en la palabra mientras porque es la vida que sucede. Pero a partir de ahí hay dos alternativas. O caer en el cinismo de nada se puede hacer, o caer en la responsabilidad, construir una sociedad y en ese sentido, frente al caos, yo creo que las instituciones tienen un papel muy importante. El Estado tiene un papel muy importante. El mercado no da libertad, sino que derrumba las posibilidades de ser libre.
Tengo un amigo, muy partidario de las palabras que juegan con ellas mismas y a mí, que sabe que estoy pensando en la palabra mientras, me dijo que a él le gustaba una palabra que podría ser mientriras. Y es verdad, que en el suceder de las cosas hay mucha gente que está mintiendo. Está generando bulos. Está jugando con la prisa. Y me parece que nuestra responsabilidad es evitarlo y hacernos dueños de nuestras propias opiniones y de la manera que tenemos de organizarnos mientras suceden las cosas.

-¿Cómo resulta la coexistencia entre el poeta, la política de gestión y la actividad académica en Luis García Montero?
-Bueno, por fortuna, la poesía permite un ritmo de trabajo que tiene que ver con los aviones, con los hoteles, con los viajes en coche. Vas teniendo ideas, observando la vida, le das vuelta en la cabeza y cuando tienes un minuto, tomas notas en un borrador y cuando tienes estado de ánimo, pues te sientas y te pones a pasar a limpio hasta que das con el poema. Lo tengo muy mal como profesor universitario y ensayista, o como novelista, que también he escrito novelas, porque esos géneros necesitan un horario de trabajo, sentarse y estar cinco, seis horas en una silla. Y la verdad que la situación en la que estoy es complicada. Mi compromiso es con el cargo. Es un compromiso a tiempo completo con la militancia en la democracia, la militancia en la vida.
La militancia en la cultura, que creo que establece vínculos entre los ciudadanos y ciudadanas y ahí es que ni siquiera sirve el despertador, porque uno se pone el despertador, se levanta a las seis. Se sienta en una silla, pero lo que está pensando es cómo está el índice de la vida en Río de Janeiro, o como han subido los precios en Londres y qué situación tan precaria tienen con la nómina los trabajadores en Río de Janeiro o en Londres. O estás pensando que acaba de pasar la noche en un refugio antiaéreo el director de Tel Aviv. O estás pensando que hay que evacuar a los trabajadores del Cervantes de Beirut porque están siendo bombardeados. La verdad que, en ese sentido, la poesía sí encuentra huecos, pero es el único género que encuentra hueco por mi situación.

-A tí te ha tocado la parte más importante en el dolor por la pérdida de Almudena (*), ¿podrías hacer referencia a tu libro “Un año y tres meses” en el proceso del duelo?
-La verdad es que como la poesía ha sido mi vocación, pues acudí a la poesía para preguntarme qué me estaba ocurriendo con la muerte de Almudena y para intentar buscarle un sentido a la vida, porque el sentido de vacío es muy, muy imperioso. Bueno, la poesía me acompañó, entre otras cosas porque empecé a dialogar con la historia de la poesía que dialoga con la muerte y que puede ir desde el Arcipreste de Hita hasta Borges y de Rosalía de Castro hasta Federico García Lorca y ví que el pozo en el que estaba no era una situación difícil, personal solamente, sino que era algo de la condición humana y, pasar del yo al nosotros, siempre ayuda a contar y ver el sentido de las cosas. Y en ese caso, por ejemplo, pues algo que para mí había sido muy importante, la dedicación de la poesía por preguntarnos qué decimos cuando decimos te quiero. La transformación de la educación sentimental para comprender que la historia no sólo pasa por las fechas de las guerras o de las catástrofes, sino que pasa por la intimidad, que no se puede transformar lo público si no transformamos lo privado.
Por eso, el amor es un espacio de meditación importante. Pues, en ese sentido, yo había planteado muchas veces en mis poemas la necesidad de construir un nosotros y ese nosotros no basado en el autoritarismo y el machismo tradicional, sino en la necesidad de cuidar y de ser cuidado. Y, bueno a partir de ahí pude encontrarle un sentido a mi libro, a lo que había sido la enfermedad, a la experiencia de cuidar a Almudena y que Almudena como enferma cuidara a su familia, porque en buena parte su optimismo era una manera de cuidarnos para que no nos preocupáramos por ella, para que pensásemos que ella no tenía conciencia de lo vecina que tenía la muerte. Y ese cuidar y ser cuidado, pues tiene que ver con el amor, pero tiene que ver con la vida en general, con la manera que organizamos nuestras comunidades y también con la literatura, porque cuando un autor escribe lo hace no sólo pensando en él, sino pensando en hacer de su experiencia una muestra de la condición humana que pueda ser habitado por los lectores.
Y yo, que tenía dudas con el libro, porque en las situaciones muy difíciles uno cae en la confesión y está el peligro del patetismo, me sentí muy reconfortado cuando al publicarlo se acercó mucha gente a darme las gracias. ‘Yo he perdido a mi marido y usted ha puesto palabras a mi sentimiento’ o ‘yo soy médica, trabajo en cuidados paliativos en el cáncer y usted ha comprendido cuál es el sentido de nuestro trabajo’ y ahí se pasa del yo al nosotros, que creo que es la razón del amor, pero también la razón de cualquier actividad humana.

–“…son noventa minutos/en un vaso de agua/ pero a mí me han quitado/ muchas veces la sed”, dices en los últimos versos de tu poema “Domingos por la tarde”, ¿continua hoy el fútbol quitándote la sed?
-Bueno, yo soy aficionado al fútbol, lo confieso y ,además, me acostumbré a dialogar críticamente con el fútbol desde que era adolescente, porque yo nací en una dictadura y estaba claro que el fútbol era utilizado por el dictador para desviar la atención de la gente, como ocurrió, por ejemplo, con la dictadura argentina en el mundial de 1978. Sigo manteniendo mi interés por el fútbol, como otros muchos escritores. Me estoy acordando del colombiano Juan Gabriel Vásquez o del mexicano Juan Villoro o del español Benjamín Prado, nos reunimos a veces a ver partidos de fútbol.
Yo tengo una doble militancia, como niño de provincia. Soy del Granada Club de Fútbol, del equipo de mi ciudad y del Real Madrid. Con uno juego a intentar de no bajar de división y con otro intento, pues, ganar lo más posible. Mi afición por el fútbol, desde luego, no me cierra los ojos y veo que buena parte de lo peor de la condición humana, los discursos de odio, el desconocer al contrario, el no comprender cuáles son los propios defectos, el supervalorar las virtudes, pues tiene que ver mucho con el fútbol.
Y de hecho, algunos de los tonos de las tertulias más manipuladoras que hay ahora en los medios fueron tertulias que copiaron las tertulias futboleras, donde hooligans de distintos equipos se reúnen para decir disparates y para demostrar lo muy partidarios que son de su equipo. Yo creo que siendo vigilante y no asumiendo los defectos de lo que nos gusta, pues se puede seguir disfrutando del fútbol como espectáculo colectivo, que nació a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en Inglaterra en un momento en donde las grandes ciudades estaban borrando el sentido de pertenencia y se imponía la deshumanización. Y de pronto en el fútbol la gente encontró un vehículo para sentirse “ser de algo”, ser de un equipo y oponerse a la deshumanización. Bueno, si eso se utiliza para crear una comunidad sensata y no para justificar la violencia está muy bien. Y por desgracia, los discursos del odio y de la violencia pueden tener de compañeros al fútbol, pero sus orígenes son muchos más profundos y mucho más graves en la sociedad en la que vivimos donde los responsables verdaderos de la violencia y el fanatismo no están en el fútbol.
(*) La escritora Almudena Grandes falleció en noviembre de 2021, hasta entonces y desde 1994 fue la compañera de vida de Luis García Montero.