13 julio, 2021

Ay de ti Haití

“Pronto se supo, con espanto,
que el veneno había entrado en sus casas”…
Alejo Carpentier, El reino de este mundo

Por Leticia Amato (*).- Casi en tiempo real, se ven y se escuchan en High Definition los fogonazos que estallan en el silencio de la noche en Puerto Príncipe, y acaban con la vida del presidente de Haití.

El sonido y la furia de los disparos ejecutados ostensiblemente frente a los ojos del mundo no alcanzaron para derribar el muro de indiferencia que se erige alrededor de Haití y su historia.

El asesinato de Jovenel Moïse profundiza la crisis político-institucional, económica, sanitaria que sufre la república caribeña desde hace décadas e incrementa -en proporciones difíciles de mensurar- el estado de violencia generalizado del país más pobre del continente americano donde, más de la mitad de los 11 millones de habitantes (sobre) vive por debajo de la línea de pobreza.

¿Cuál es el motivo por el que, apenas pasadas las primeras horas del crimen, semejante magnicidio dejó de analizarse en los principales medios de comunicación internacionales para pasar a relatarse como el mal chiste a cargo de un par de mercenarios improvisados?

Las dificultades que enfrenta el pueblo haitiano sin duda se cifran largo tiempo atrás, y mucho tienen que ver con la actual situación de vacío institucional y debacle económica las grandes potencias colonialistas europeas y -¿cuándo no?- Estados Unidos.

3.000 años antes de 1492 los primeros pobladores de la isla antillana fueron los Taínos, junto con el proceso de colonización española en América, comenzó su exterminio. Sin mano de obra indígena disponible (es decir, viva) la corona española se valió del sistema de secuestro, traslado y esclavización de africanos para la explotación de cacao, café, algodón y caña de azúcar.

Entre los siglos XVII y XX Haití fue un territorio trágica y alternativamente disputado por: Francia, que finalmente obtuvo el dominio de la isla a pesar de que el ejército de Napoleón conoció allí, por primera vez, el amargo sabor de la derrota; Alemania, que se impuso con el 80% del comercio; y EE.UU, que compró las acciones del banco central haitiano a través de Citibank, que obtuvo importantes concesiones para sus empresas, que bloqueó financieramente al país cuando lo consideró necesario y que, más tarde, lo intervino.

Asaltado, expoliado, arrasado, ya en las últimas décadas del siglo XX Haití vivió bajo el terror de la dictadura cívico-militar de Papa Doc, prolongada en el tiempo por Baby Doc, su vástago, a la que le sucedieron muy esporádicos períodos de gobiernos no interrumpidos por golpes de Estado.

Además, en el último decenio Haití fue azotada por catástrofes naturales y la propagación de enfermedades evitables, imposibles de paliar en tamaño estado de desprotección y empobrecimiento: el terremoto de 2010 en el que perecieron más de 60.000 personas; el huracán Mathew, en 2016, que destruyó la precaria infraestructura de varias ciudades; el desencadenamiento -a consecuencia de la carencia de saneamiento adecuado- de la epidemia de cólera.

Hasta hoy, Haití es de los pocos países en el mundo que no ha recibido ninguna vacuna contra el Covid 19, por lo que no hay campaña de vacunación posible. 

Siglos de fagocitación colonialista-capitalista van de la mano del empeño, por todos los medios, de ocultar la relación directa –y así eludir la responsabilidad- que existe entre la pobreza actual de los estados colonizados, con el ¿pasado? colonialista de los, hoy, estados más ricos del mundo.


(*) Periodista. Secretaria de Asuntos Profesionales de la UTPBA. Miembro
de la Secretaría de Juventud y Nuevas Tecnologías de la FELAP.

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