21 septiembre, 2017

Crímenes anunciados: Femicidios en los medios masivos

Por Bárbara Bilbao.- En la Argentina, los medios masivos de comunicación han construido a lo largo de los años diferentes modos de exhibir el consumo del cuerpo de la mujer. Teorías críticas y teorías feministas han alertado sobre estas arquetipaciones y estereotipaciones estigmatizantes que ubican a la mujer en un lugar de recepción de diferentes tipos de violencias. En esta oportunidad nos proponemos pensar qué sucede con las coberturas mediáticas de diferentes casos de femicidios” que ocurrieron en los últimos años en la Argentina.

Para ello realizaremos un recorrido con la intención de insistir en que no pueden hacerse lecturas, análisis, denuncias de los casos de femicidio si eso no conlleva una perspectiva de género acorde a los temas vinculados a la violencia social, incluso, puntualizar que las leyes aún resultan ambiguas a la hora de trabajar los crímenes de género. En este sentido, creemos que el modo de analizar la violencia de género es pensarla como una violencia social en su especificidad, con sus propias características y, fundamentalmente, no como un fenómeno que puede ser fácilmente consumido en el mercado mediático hegemónico.

El concepto de “femicidio” fue utilizado por primera vez en 1985 por Mary Anne Warren en su obra Gendercide: The Implications of Sex Selection en su referencia a los conceptos de Gendercide o “genericidio” que significa ‘la matanza sistemática de lxs miembrxs de un determinado sexo’.

Dentro de la teoría feminista norteamericana, europea y latinoamericana circula teóricamente que el femicidio es: … el asesinato de mujeres como resultado extremo de la violencia de género, que ocurre tanto el ámbito privado como público y comprende aquellas muertes de mujeres a manos de sus parejas o exparejas o familiares, las asesinadas por sus acosadores, agresores sexuales o violadores, así como aquellas que trataron de evitar la muerte de otra mujer y quedaron atrapadas en la acción femicida. (Organización de Naciones Unidas, 2012).

Visibilizar la especificidad del asesinato a mujeres por su condición de género nos abre una nueva discusión sobre el lugar de la mujer en la vida social.

Como comunicadoras, pero más y sobre todo como mujeres, nos seguimos preguntando acerca de las violencias múltiples sobre nuestros cuerpos todos los días y, en especial, cómo los medios masivos pueden ser parte central de esa violencia.

Nos proponemos desmenuzar algunos casos de femicidio que causaron revuelo en el país por su modo de mostrarse en los diferentes discursos que circularon mientras que a los medios les sirvió.

Pensamos dos primeras hipótesis en torno a estos casos: por un lado, que hay diferentes modos de construir a la víctima no solo por ser mujer, sino también por su condición de clase, en donde se produce una “angelización” de las mujeres muertas de clases altas y una “criminalización” en el caso de las pobres; por otro, que consumir y reproducir el discurso mediático respecto de los crímenes de género promueve la perpetuación de la violencia sobre las mujeres y no su eliminación para construir un horizonte emancipatorio.

Entendemos el patriarcado como el sistema de opresión sobre las mujeres y las minorías sexuales, cuyo modo de operar en la sociedad evoluciona a la par del capitalismo y sus modos de dominación sistemática. Aceptar que un crimen de género sea espectacularizado (debordianamente hablando) es tomar posición respecto de la deriva conservadora que quieren instalar los medios hegemónicos en cada una de sus coberturas y tratamientos noticiarios. Podemos decir que los medios masivos establecen una práctica pedagógica del conservadurismo consonante con las teorías de dominación que legitiman el capitalismo y el patriarcado.

En 1990 cuando ocurrió el caso de María Soledad Morales en la provincia de Catamarca (caso que inaugura, de alguna manera, la visibilización en los medios de una problemática que ya ocurría), la cobertura mediática no estuvo orientada con perspectiva de género para denunciar un femicidio, un caso de violencia extrema de género, sino que estuvo enfocada en mostrar lo anecdotario del suceso, espectacularizando el asesinato de la joven y apostando a puntualizar sobre el valor de la moral y el respeto a la religión (característico de la misma provincia históricamente), y marcando claramente el escenario político que acontecía en la década del 90.

Ángeles fue la víctima perfecta. Melina, su antítesis. Cientos de Ángeles y Melinas habitan nuestros televisores todos los días. Sobre todas ellas, la televisión, desde sus programaciones periodísticas o informativas, emite un juicio moral. Sobre todas las mujeres muertas por ese mandato patriarcal que dice: “me obedecerás”.

El periodismo hegemónico argentino se lamenta más una muerte que otra; valora una vida más que la otra. Ángeles vale más que Melina. Vivir como Ángeles es mejor que vivir como Melina. Por eso cuidamos más de una vida que de la otra, y la supresión de dicha vida “cuidada” se vuelve más trágica que las demás.

El relato periodístico tradicional realiza una operación de sinécdoque/metonímica: la parte por el todo. Ángeles por las “chicas bien”, por la clase media, por el “nosotros” construido por los medios masivos. Melina representa a la gente que no somos, lo negado, un “ellos” distante. Frente a su muerte nos posicionamos con una lamentación resignada. Cuando matan a Ángeles nos matan a una hija; cuando matan a Melina, a una pobre adolescente sin destino. Incluso como ya la mataron, podemos violar su privacidad. Hablar de todo lo que hacía, de cómo le iba en el colegio, de sus hábitos sexuales y todo lo que sirva para generar, según el caso, empatía o rechazo con el público (colocando la vara de la moral mediática/periodística de por medio)

Exhibir el cuerpo de una adolescente muerta y narrar cómo se la encontró en el CEAMSE, mientras en simultáneo se reproduce un video con paneos de un basural, ¿qué sugiere? ¿Acaso ese programa informativo nos quiere decir que a la joven la tiraron a la basura y compone ese relato audiovisual en función de lograr transmitir tal mensaje?¿cuáles son los límites de la perversidad mediática hegemónica? Kaufman y Rodríguez (Página 12, artículo del 10 de julio de 2013) proponen el concepto de “pornografía soft”: exhibir fotografías de las mujeres y, a su lado, en un juego de montaje, imágenes de un contenedor de basura. Hablamos de pornografía porque hay supresión de la subjetividad femenina, invisibilización del femicidio.

El noticiero apela al morbo, la indignación (conservadora) inmediata, la excitación, la lástima. Posiciona a los hechos en el lugar de lo individual, nunca de lo social. Importa más qué hacía Ángeles Rawson los fines de semana que cuántas mujeres como ella fueron asesinadas por ser, como ella, mujeres. Tampoco se relaciona esta violencia con el acoso callejero, laboral o familiar que sufren miles de mujeres al día. Las noticias son productos cerrados que se venden envasados al vacío para su consumo.

En el 2014 y principios de 2015 se presentó otra vez para la televisión -o la televisión presentó para la audiencia- una antítesis de mujeres muertas: Noelia y Lola. Noelia tenía dos novios mayores que ella. Al parecer, uno de ellos le quitó la vida. La historia se focalizó allí en detalles propios de la investigación policial y relevantes sólo para ésta. El caso de Lola Chomnalez evidenció en forma más grosera lo que venimos planteando de la víctima buena versus la mala. La semblanza sobre su vida, sus deseos y hábitos demuestra lo que ya sabemos. Que las chicas ricas son chicas “de bien” y sus vidas son estéticas, que genera “placer” -incluso ante el dolor- leer, ver o escuchar sobre ellas.

La moral machista instalada en nuestra sociedad patriarcal significa la violación como un acto aleccionador. Son los medios masivos de información uno de los lugares donde verificamos esta premisa: cuando se relata la vida de una mujer como “cuestionable” para la moral burguesa, cuando se habla de María Soledad o Melina o Noelia o tantas más, el discurso mediático propone implícitamente la violación y posterior femicidio como punición por la vida que llevaban ellas. En palabras de Segato: “… retirarle su vitalidad a una mujer percibida como desacatando y abandonando la posición a ella destinada en el sistema de estatus de la moral tradicional” (2003). Ella refiere a la lógica del violador-aleccionador, nosotras retomamos el concepto para pensar en los medios masivos tradicionales como “vengadores de la moral”, posicionados -de forma más o menos disimulada- desde el lugar del perpetrador y nunca desde la mujer, ni individual ni genérica.

Planteamos desde aquí que los medios masivos de información -canales de aire en la televisión, diarios de mayor tirada en la gráfica- cometen un “femicidio simbólico” sobre lo que esa mujer significa, sobre su nombre y su estilo de vida, sobre todo, su ser. Ya han suprimido su cuerpo, entonces suprimen su derecho a la privacidad para confirmar a los gritos que está muerta en todo sentido.

-Nota publicada en www.revistafurias.com en el marco del Día Latinoamericano de la Imagen de la Mujer en los Medios de Comunicación

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