1 noviembre, 2019

Día del Periodista Deportivo: Contar el juego

Nunca me banqué la conciliación de clases futbolera” (El Pelado Ernesto)

Por Daniel das Neves (*).- Divisiones inferiores del periodismo (siempre fue menos riesgoso dar el nombre equivocado de un jugador de la D, que dar por muerto a alguien que no lo está), el periodismo deportivo pareció nutrir sus filas de aquellos que  tenían una vocación direccionada (sólo querían desarrollar ese oficio para “hacer” deportes), que se identificaba mucho más con la actividad que cubrían que con los recursos y formas para poder transmitirla.

Este 7 de noviembre los periodistas que “hacen” deportes reivindican su actividad –la que nació como un oficio, después se consideró una profesión y nunca dejó de ser un trabajo, así, a secas-, con ese toque de particularidad que no desmiente el 7 de junio como el día que celebran todos los periodistas, sean deportivos o no.

Algunos podrán explicar mejor el motivo de la fecha, tratando de que no se asocie al cumpleaños de “La Oral Deportiva” –el programa de mayor permanencia en la historia de la radio, nacido el mismo día de 1933-, no por quienes la impulsaron (Edmundo Campagnale y Lalo Pelliciari) ni por quienes hacen hoy que ese programa sea una fuente de consulta cotidiana sobre el deporte, sino por quien definió su estilo durante 40 años (José María Muñoz) quien no dejó el mejor de los recuerdos acerca del comportamiento del periodismo-deportivo en distintas etapas políticas de este país –sobre todo durante las dictaduras, de manera especial la de 1976-83- ejerciendo durante gran parte de ese período el monopolio de la información deportiva, imponiendo condiciones a partir de sus relaciones con los factores de poder políticos, económicos y del mundo del deporte.

Más allá de esa precisión  menor del origen de la fecha, lo  cierto es que el deporte tuvo desde siempre una enorme capacidad de seducción, ya sea para intentar su práctica como para tratar de narrar las sensaciones que él provoca.

El periodismo deportivo es la historia de la relación de atracción entre el deporte y quien está dispuesto a ser feliz contándolo, donde ninguno se percibe completo sin el otro a pesar de que el segundo depende claramente del primero. La historia del periodismo deportivo es la de quienes sentían vergüenza de su sana obsesión y se encerraban para armar partidos imaginarios con polifacéticos relatores-comentaristas-vestuaristas-locutores- que eran capaces de recrear lo que nunca sucedía salvo en la imaginación de quien manipulaba 11 jugadores de cada equipo.

La historia del periodismo deportivo es la de quienes se dedicaban a guardar publicaciones (El Gráfico, Goles) que eran esperadas con una ansiosa emoción porque le ponían imagen y letra a aquello que sólo fue sonido a partir de las 15.30 del domingo, de cualquier domingo. O que lo había sido a la mañana, con ruido de motor o el sábado a la noche, cuando el Luna Park acompañaba con un grito una piña de nocaut.

La historia del periodismo deportivo es sentir que se le vió la cara a Dios cuando se pisó por primera vez una cancha, para después escribirlo en un cuaderno que se atesoró hasta que el olvido lo perdió en alguna mudanza.

La historia del periodismo deportivo son las distintas formas que se emplearon –y emplean- para comunicar un acontecimiento, analizarlo y tomar testimonio de sus protagonistas: los medios gráficos, la radio, la televisión, internet, todos instrumentos que marcaron estilos y que parecían anunciar en el momento de su aparición, equivocadamente, la muerte del anterior. Lalo Pelliciari podría trabajar hoy con la múltiples posibilidades que brinda la red de redes y cualquiera de los cronistas actuales estaría en condiciones de estar en la redacción de Crítica (donde nació La Oral Deportiva), sólo que debería pensar en cómo reemplazar la palabra de algún jugador al cabo de un entrenamiento por otro tipo de información que valorizara mejor el espacio mucho más reducido con el que contaría, para un deporte que ocupaba otro lugar mucho más secundario en una sociedad aún muy lejana de la industria del entretenimiento.

El periodismo deportivo es la abrumadora mayoría que transpira la camiseta de la profesión en el anonimato de redacciones que enflaquecieron por el lado de los medios escritos y engordaron en radio y TV, donde 6 señales –inexistentes para el común de la gente hace un par de décadas- son el escenario sin fin para que el deporte se exponga las 24 horas del día, convirtiendo en noticioso hechos que hasta hace un tiempo no hubiesen adquirido jamás esa categoría; redefiniendo, entonces, el valor de la información, haciendo del semillero de las escuelas de periodismo y de las primeras prácticas laborales una lucha permanente entre la profesión a la que se aspira y lo que las empresas pretenden del trabajo de ese periodista.

Periodismo deportivo también fue aquél identificado –no siempre acertadamente- con la “bohemia” en las décadas del 30, 40, 50, capaz de dejar maestros que sirvieron de fuerte referencia para las generaciones posteriores más cercanas. Periodismo deportivo fue el de los 60, al que atravesó la idea del espectáculo como negocio en una escala superior –sobre todo conceptualmente- a lo conocido hasta allí. Periodismo deportivo fue el de los 70, que acompañó en los primeros años un proceso histórico de cuestionamiento al poder del establishment (en este caso el deportivo); que cuando el clima político cambió –y varios seguían rebelándose, entre ellos muchos periodistas deportivos, contra un régimen de injusticias-, a partir de 1976, fue acrítico o cómplice de la dictadura, muchas veces haciendo seguidismo –consciente o inconscientemente- de decisiones empresariales que hasta hoy son cuestionadas.

Periodismo deportivo fue el de fines de los 70 y comienzos de los 80, cuando de la mano de una corriente innovadora en lo profesional –y alguna de ellas, comprometida en lo político- empezó a romper la hegemonía del discurso único en el deporte (El Gráfico, la Oral Deportiva) por medio de dos experiencias absolutamente transgresoras para la época: Goles Match y Sport 80.

Fueron también esos periodistas deportivos en esos años de inicio de la década del 80 los que se sumaron –en un número más que importante- junto a otros periodistas, a las movilizaciones que en plena dictadura exigían la aparición con vida de los detenidos-desaparecidos, entre ellos, más de 100 trabajadores de prensa, algunos de los cuales dejaron testimonio de su amor por el deporte, como Roberto Santoro, autor del insuperable Literatura de la Pelota.

Un sector dinámico, activo, que logró relativizar la preocupación de uno de sus referentes históricos, Dante Panzeri, quien dijo en el prólogo de su libro Burguesía y Gangsterismo en el Deporte que lo escribía por temor a que nadie se animara a contar lo que él veía o que no tuvieran los suficientes elementos como para hacerlo: la corrupción en el deporte y a quienes hacen de él un negocio que terminaría por desnaturalizarlo totalmente tuvieron, tras su muerte en 1978, otros que continuaron denunciándolo.

Los periodistas deportivos debieron afrontar la apropiación del deporte –y del periodismo deportivo- por parte de quienes ejercieron el monopolio televisivo y comunicacional (TyC, Avila, Clarín), imponiendo condiciones a clubes, federaciones y protagonistas, construyendo una nueva manera de hacer periodismo, pretendiendo atar a sus periodistas a un esquema de dominio  que incluía el ahogo y desaparición de la competencia. Muchas dignas resistencias demostrarían con el tiempo que eso no fue tan así como lo pretendían esos dueños del fútbol.

Incluso, esas resistencias sumadas a otras resistencias, que se manifestaron por fuera del deporte, contribuyeron a que se instalara la idea de democratizar la comunicación, de darle participación a otros sectores, donde aquellas denuncias y advertencias sobre lo que significaba las constituciones de holdings, oligopolios y monopolios efectuadas desde los 80 tuvo una forma de vehiculizarse en la actual etapa.

El periodismo deportivo abarcó  siempre desde artesanos de las palabras y desparramadores de ideas, hasta plumas calientes, pasando por voces firmes, pensamientos convincentes, conocimientos necesarios, generosos y consecuentes sostenedores de deportes alejados de la masividad, que supieron dejar en un lugar incómodo de la historia a oportunistas, mediocres, cómplices de dictaduras, insolidarios, camaleónicos que esta actividad supo cargar como cualquier otra. 

Juan José de Soiza Reilly, Angel Bohígas, Last Reason, Chantecler, Tito Martínez Delbox, Edmundo Campagnale, Lalo Pelliciari, Diego Lucero, Alfredo Aróstegui, Borocotó, Hugo Marini, Félix Frascara, Salustiano González, Horacio Besio, Luis Elías Sojit, Dante Panzeri, Villita, Ulises Barrera, Washington Rivera, Enzo Ardigó, Juvenal (Julio César Pasquato), Osvaldo Ardizzone, El Veco, Alfredo Rutschi (Apo padre), Carlos Juvenal, José López Pájaro, Fioravanti, Ricardo Arias, Oscar Gañete Blasco, Osvaldo Caffarelli, Horacio García Blanco, Pepe Peña, Bernardino Veiga, Alberto Laya, Eugenio Ortega Moreno, Juan José Lujambio, Julio César Calvo, fueron parte de la construcción de un camino que reivindicó al deporte,  siendo algunos de ellos vanguardia en no disociarlo con la política y la cultura, superando una visión reducida y subestimadora de su alcance social. Un aporte que tomaron las nuevas generaciones, en su búsqueda por romper con esquemáticas y maniqueas miradas acerca del deporte.

Hoy es el día de los que tienen la pasión por el deporte y la expresan contando y opinando. A su manera. Como ésta.

Este texto fue publicado el 7 de noviembre de 2012 en 11WSports.
(*) Periodista, secretario de Relaciones Institucionales de la UTPBA.

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