Por Julián Amado (*).- Minutos antes de que se encienda la cámara, Laura se ajusta el par de guantes de latex que cubren sus manos, se acomoda el tapaboca, y agarra fuerte un pedazo de caño de un metro de largo, parecido a una caña de pescar, que en su extremo tiene enganchado su micrófono.

Piensa: ¿Cómo ha sido posible que ya no pueda llevar en mano a su “viejo compañero” de entrevistas? El micrófono, también está cubierto por un film protector, que cada tanto recibe una lluvia de alcohol desinfectante.

Laura avanza entre una larga fila de gente que espera cobrar en un banco. Pregunta, desde lejos, con su compañero camarógrafo detrás, que también lleva en su cabeza un especie de casco en cuyo frente tiene una protección, que, a pesar de ser transparente, le genera dificultad para observar lo que reproduce su pequeña pantalla.

Este es el escenario que se repite día a día y a nivel mundial en la cobertura periodística desde que se instaló la pandemia por el Covid 19. Esta es la manera que ha encontrado el periodismo para poder cumplir con su servicio esencial de informar a la población sobre todo lo que ocurre en la calle en esta etapa en donde rige la cuarentena en la mayoría de los países.

Está claro que los médicos y el personal de salud están en la “primera línea” frente al coronavirus; pero los trabajadores de prensa están detrás de ellos, en esa “segunda línea” de riesgo. En cada operativo por casos sospechosos, en zonas de alta circulación viral, y en lugares donde la muerte es tan cercana, allí están los reporteros.

Sólo en Ecuador, unos de los países latinoamericanos más castigados por el virus, cuatro periodistas murieron y 14 permanecen aislados, tras presentar síntomas de COVID-19, según informó la Fundación Andina para la Observación y Estudios de Medios (Fundamedios). En Argentina, hasta el momento, NO hay casos registrados de cronistas o reporteros gráficos con la enfermedad.

Esta situación se da tras adoptar una nueva manera de trabajar para el periodismo de exteriores. Un protocolo que ha generado muchísimas dificultades a la hora de cumplir con la tarea. El “tapaboca” obligatorio impide hablar con claridad, y complica mucho el desempeño.

Los cronistas de radio, a diferencia de la TV que cuenta con el soporte de la imagen, sólo tienen la voz como herramienta, y presentan la dificultad de que si no sale claramente, en muchos casos es difícil de entender al aire.

Las entrevistas se procuran hacer desde lejos, manteniendo una distancia de más de un metro y medio con el entrevistado. Esto implica preguntar alzando la voz o en algunos casos a los gritos. Se ha procurado terminar con los famosos “scrums” o el agrupamiento, uno al lado de otro, de los cronistas en torno a un entrevistado. Y, obviamente, el alcohol en gel -y en muchos casos los guantes de látex- abunda en los bolsos o carteras de los trabajadores de prensa.

El nuevo orden social que se ha instalado, también ha impactado en el periodismo. El coronavirus fundó nuevas maneras para desempeñarlo. Ha surgido un nuevo periodismo de exteriores que deberá ser seguido con atención para evitar que tenga consecuencias desfavorables para los trabajadores de prensa y sus derechos laborales y profesionales.

(*) Periodista de Radio Rivadavia. Miembro de conducción de la UTPBA