27 diciembre, 2018

Macedonio Fernández: El abogado del diablo

La abogacía es propia de arribistas. Se basa en lo convencional y muerto. Protege los intereses mezquinos de la sociedad, su afán de lucro y las pequeñas preocupaciones de familia, nacionalidad, Estado….Es más noble soñar en los caminos!

El caudillo, Jorge Guillermo Borges

 

Por Leticia Amato (*).- Si buscamos encontramos, como es de rigor, múltiples Macedonios en su sola vida. Datos conocidos son que es autor de la célebre y extraña novela Museo de la Novela de la Eterna, que escribió sobre calles y piringundines harto recorridos por él en la Buenos Aires de los años ‘30; que derrochó poesía de tono experimental y vanguardista; que en algún momento de su existencia se abocó a la contemplación filosófica desde los suburbios descampados del oeste del conurbano bonaerense. Sin embargo, el Macedonio Fernández que aún hoy permanece oculto, ignorado por la crítica literaria es aquel que trabajó como abogado defensor de un peón yerbatero sobreexplotado en los campos de Misiones.

Reservada para sujetos de la más alta alcurnia de la sociedad de aquella época, la carrera de abogacía proveía profesionales de corte conservador, señores de levita habituados a defender los intereses de terratenientes y banqueros en pujante crecimiento. Pero algo salió mal con Macedonio y la profecía cuya fórmula era dinero y poder no se hizo carne en su persona.

Luego de cursar los estudios secundarios en el Colegio Nacional Buenos Aires, poco después de la muerte de su padre, hacia 1891, Macedonio comenzó a estudiar Derecho en la, por aquel entonces cincuentenaria, Universidad de Buenos Aires.

Álvaro Abós relata en el extraordinario trabajo de investigación biográfica sobre el escritor, Macedonio Fernández, la biografía imposible, que en la última materia de la carrera, Macedonio remató su trayectoria con un magro “bueno” y que escribió muchos años después: “Qué se podía hacer con esa materia, sino dar examen, nunca entenderla o saber de qué se trataba.”

Ya consolidado como un hombre de familia y abogado en ejercicio por más de diez años en Buenos Aires, Macedonio, siempre hipnotizado por el Alto Paraná y el clima templado de la provincia de Misiones, decide irse a trabajar como fiscal a la ciudad de Posadas. En las tierras rojas y las selvas misioneras, en aquel Eldorado yerbatero que alimentó grandes fortunas, algunos hombres justos combatieron a comienzos del siglo XX contra las inequidades de magistrados al servicio de poderosos. Ese combate terminó en derrota, dispersión y olvido. Entre esos hombres estaba el doctor Macedonio Fernández. (Abós, 2005).

Allí, Macedonio asume la defensa de Pedro Cabaña, mensú de 21 años, quien, contratado por una de las empresas yerbateras más poderosas de la región, había intentado huir infructuosamente y fue encarcelado, en un contexto político y social en el que los terratenientes acapararon grandes extensiones de tierra y los peones (mensús) trabajaban en condiciones que incluían los castigos físicos y hasta la muerte en caso de rebelión (Abós, 2005).

Toda clase de irregularidades, estafas y chantajes por parte de un sistema judicial corrupto al servicio de los intereses de los terratenientes yerbateros salieron a la luz a partir de este caso.

Sin embargo, el fracaso de los hombres justos que lo llevaron adelante fue total. El juez que dictó la sentencia de prisión para el peón salió airoso del juicio político que le iniciaron, Cabañas no conoció la libertad por mucho tiempo y Macedonio fue destituido de su cargo de fiscal.

En 1913 Macedonio Fernández abandona abruptamente la ciudad de Posadas rumbo a Buenos Aires, derrotado tras conocer el fallo judicial adverso que lo involucró de manera directa y que -a pesar de la gran resonancia que tuvo gracias a la denuncia de periodistas y políticos comprometidos con el caso, como Juan B. Justo y Mario Bravo- quedó impune, cayendo rápidamente bajo el manto del silencio y el olvido. Años más tarde, Macedonio abandona el derecho, muere así el Macedonio abogado para darle paso al magnífico escritor que conocimos, entregado por entero a la filosofía y a las letras.

(*) Periodista. Secretaria de Asuntos Profesionales de la UTPBA e integrante de la Secretaría de la Juventud de la FELAP.

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