25 enero, 2021

Nuestros adultos mayores en tiempo de pandemia

Por Adriana Sosa (*).- Difícil es pensar en Tiempo cuando se habla de adultos mayores, y más aún cuando despertamos un día y de repente nos enteramos de la aparición de una Infección viral en un país lejano que se contagia muy fácil, y rápidamente se diseminó por todo el mundo. Y así, de repente, nos encontramos en el medio de la Pandemia de Covid-19. 

Si bien teníamos conocimientos históricos de múltiples pandemias que sucedieron a lo largo de los años, tales como cólera, fiebre amarilla y gripe, no estábamos preparados para lo que vendría, ni sanitariamente, ni a nivel humano.

Considerando la expansión del envejecimiento global de los adultos mayores, siendo per sé un grupo de riesgo, ya sea por patologías crónicas, por vulnerabilidad y fragilidad dada por causas personales o limitaciones de accesibilidad en todo contexto debiera ser prioritario considerar políticas de salud a nivel mundial en este sector.   

Ya en pandemia, se realizó en la práctica una emergencia sanitaria por Covid, con aislamiento prolongado, sobreinformación, desinformación, desconfianza y medidas sanitarias que priorizaron -y priorizan- la esperanza en una vacuna. 

Entre tantos dilemas, nuestros adultos mayores, quienes han demostrado y resaltado por sobremanera su capacidad de aprendizaje, sí, aprendizaje, aceptaron un aislamiento prolongado en pos de su cuidado. Algunos solitarios, otros en pareja, algunos en pequeñas familias, y otros en instituciones o residencias geriátricas.

Fueron limitados en sus salidas, que para ellos es más que apenas una salida, son fundamentalmente tiempo de sociabilización desde el punto de vista gerontológico, donde se activan variados mecanismos tanto a nivel cognitivo, sensitivo y motor, pilares fundamentales de su bienestar.  

Sabemos también que en esta etapa de la vida se priorizan, además de lo preventivo, todos los factores de estimulación y habilidades funcionales que podamos lograr para mantener activas nuestras capacidades. Pero debido al covid eso se postergó en gran medida por el confinamiento. Si hablamos de sensibilidad en su máxima expresión, nuestros adultos mayores reconocieron que la falta de una caricia es por su cuidado, que los gestos de amor se transmiten en miradas limitadas por barbijos y máscaras, y que las distancias pasaron a ser cuidados de salud. Relegaron también controles médicos de rutina, realizando sólo lo imprescindible o de urgencia.

Comprendieron que una internación podría ser un devenir incierto, y que las partidas familiares son sin despedida presencial. Aprendieron a multiplicar sus formas de comunicación, computadoras, celular, redes –los que tuvieron acceso-, y en cierto modo se desarrolló un envejecimiento horizontal, contando con la solidaridad del vecino que colabora para asistirlos en compras básicas o tramites, favoreciendo su mayor conexión con el entorno.

Y a pesar de que su tiempo apremia, adquirieron paciencia para postergar sus necesidades, incluso esperando su prioridad en la vacunación.  

Sabemos que de toda pandemia sacaremos lo peor y lo mejor del propio individuo, y por ende de la humanidad. Con todo lo sucedido, y en vista del aprendizaje obtenido de nuestros adultos mayores, nos permitiremos el desafío de pensar y actuar desde otro marco de realidad para una resignificación de la tercera y la cuarta edad, a quienes podemos llamar grandes resilentes de ejemplos a seguir, priorizando el bienestar de una vejez dignamente merecida. 

Un enorme aplauso a todos nuestros mayores por su compromiso activo en esta actualidad covid.

(*) Médica Clínica (MN: 80.956), especialista en Geriatría y Auditora de la Obra Social de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires, OSTPBA.  

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