25 julio, 2018

Nueva imagen, viejo imperialismo

Por Guido Fernández Parmo (*).- En las últimas semanas, el servicio de películas y series en streaming, Netflix, ha estrenado una monumental película sobre la “Guerra de Vietnam” de diez capítulos. Los realizadores, Ken Burns y Lynn Novick, llegan con todos los honores de la crítica. Testimonios inéditos de militares, civiles, presidentes y funcionarios del Pentágono y de la CIA; imágenes en HD, fotografías nunca vistas, filmaciones a color; y un largo etcétera que sólo la gran industria del entretenimiento yanqui puede generar.

Pero más allá de estas novedades, el documental no puede más que reproducir una idea ya gastada, llena de polvo, anacrónica, tan vieja como el imperialismo yanqui: los comunistas eran malos, perversos, psicópatas, totalitarios, sangrientos y, sobre todo, antidemocráticos. Los yanquis, paladines de la libertad. La crueldad vietnamita era oficial, la yanqui individual. Viejas ideas para el cine de guerra.

Las ideologías no cambian tan rápido como la tecnología. Nuevamente el aparato ideológico del cine y la televisión al servicio del viejo imperialismo. El documental, así, pone en juego un recurso de la ideología dominante liberal: la disociación.

La gran estrategia ideológica imperialista consiste en una disociación entre los hechos y la realidad. En el año 1954, en la Conferencia de Ginebra, se había resuelto la división de Vietnam del Norte, independiente y gobernado por el Vietminh comunista, y Vietnam del Sur, ocupado todavía por los franceses. Ese mismo acuerdo estipulaba que a los dos años debían realizarse elecciones libres para la unificación del país.

Y entonces llegó la presencia de EEUU y su terror paranoico e imperialista hacia el bloque socialista: las elecciones nunca se realizaron. EEUU nunca permitió lo que la Conferencia de Ginebra había resuelto. EEUU se opuso a las elecciones libres.

Lentamente comenzó el reemplazo de los ocupantes franceses por los norteamericanos. Y lentamente EEUU tomó la posta de su control de Vietnam. Curiosamente, la guerra no dejó de inspirarse en la defensa de la Democracia. El documental citado lo repite en todos sus testimonios: desde los de los funcionarios hasta los de los jóvenes marines y soldados completamente engañados por su gobierno y entonces funde su perspectiva con la de aquellos militares y burócratas que dan su testimonio.

Terminada la Segunda Guerra mundial, la Guerra Fría representó una excusa perfecta para la industria armamentista norteamericana que necesitaba consumir su arsenal para seguir produciendo. Así, en unos 170.000 km2, casi la mitad de la superficie de la Provincia de Buenos Aires, o la mitad de Italia, se arrojaron más toneladas de bombas que durante toda la Segunda Guerra en Europa.

Todo en nombre de la democracia y la libertad.

Y en nombre de la libertad, también se arrojó el “agente naranja”, un herbicida, producido por producida por Dow y Monsanto, y utilizado como arma química que todavía sigue produciendo estragos en Vietnam. No, no estamos hablando de malvados sirios, sino de los paladines de la libertad y la democracia occidental. Eso sí, la guerra fue comenzada, dice el relator, “con buena fe y por gente decente”.

La secuencia fue como sigue: Vietnam y Francia aceptan hacer elecciones en 1956 para unificar al país; EEUU impide esas elecciones que terminarían imponiendo la victoria del gobierno comunista en todo Vietnam; por lo tanto, ¡EEUU invade el país en nombre de la democracia y la libertad ocasionando casi 3 millones de muertos!

El documental de Netflix reproduce esta disociación y huele a viejo.

La misma disociación que EEUU imponía sobre Vietnam la reproducía sobre su propia población cuando negaba algunos derechos civiles a los ciudadanos negros. Al tiempo que se luchaba por la libertad y la democracia, en su interior EEUU reproducía la histórica opresión de los negros, su discriminación y su explotación. Hubo que esperar hasta 1963, luego de la gran marcha en Washington conducida por Martin Luther King para terminar con alguna de las leyes de la segregación que excluía a los negros de la educación y el voto.

Mientras EEUU luchaba afuera por la democracia y la libertad, en su interior mantenía, todavía, segregaba a una parte de su población por cuestiones racistas.

¿Por qué razón estrenar un nuevo documental sin poder realizar ninguna nueva lectura de lo ya conocido? Porque la industria del entretenimiento yanqui no busca más que reproducir lo mismo, reproducir las estructuras ideológicas que permiten todavía a EEUU mantener una posición militar dominante en el mundo. Porque la industria del entretenimiento, el cine y las series, la televisión y los medios informativos, no buscan decir nada nuevo sino reproducir lo mismo, mantener el mismo orden. De algún modo hay que mantener la industria armamentista y sus casi 800 bases militares fuera de EEUU.

La reproducción ideológica sigue intacta. La desinformación sigue intacta. La mentira sigue intacta. Seguimos diciendo “Guerra de Vietnam” sin siquiera ver en qué sentido esto nos coloca, inconscientemente, en el punto de vista norteamericano. Seguimos sin poder nombrar la guerra con el nombre vietnamita “Guerra Americana”. Hasta allí llega el dominio “inocente” del entretenimiento.

(*) Secretario de Cultura y Deportes de la UTPBA. Profesor en Filosofía y Letras.

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