27 octubre, 2016

¿Qué es la literatura? La experiencia de lo nuevo

Por Guido Fernández Parmo (*).- La pregunta: ¿cómo decir algo nuevo con los viejos signos?  Si la lengua forma un sistema cerrado de signos, ¿cómo dar cuenta de la novedad? Estamos de acuerdo con Foucault y Deleuze cuando dicen que la literatura es la relación de la lengua con el afuera. Esto quiere decir que no será válida la premisa de Saussure acerca de que no hay afuera del lenguaje. En los bordes del sistema, alrededor de sus límites, acontece la novedad, la producción de un sentido inédito.

¿Qué otra cosa es la literatura? ¿Qué otra cosa han hecho los grandes escritores que decir algo nuevo, una diferencia, con el mismo sistema de signos que utilizamos en nuestra vida cotidiana?

Para los mortales comunes y corrientes, el lenguaje sólo sirve para confirmar nuestras certezas, para afianzar nuestro sentido común, para repetir las cosas escuchadas como loros. Por el contrario, los escritores, poetas y novelistas, toman esas mismas palabras y revelan algo nuevo. En otro orden de cosas, es como cuando decimos: Esto es lo mismo de siempre, pero algo ha cambiado. Ese ‘algo’ es la diferencia o novedad.

deleuze
Gilles Deleuze, filósofo francés

De esta manera, la literatura puede ser pensada como la expresión de una diferencia original y genética que hace posible que el mundo sea. El filósofo francés Gilles Deleuze decía que el ser se da en la diferencia, en la novedad, en esa experiencia irrepresentable pero sentida.

¿Qué diferencia la literatura de un mero conjunto de signos?, ¿por qué no cualquier relato ni libro son literatura? Porque no se ha logrado rozar el afuera, abrirle las puertas a la novedad. Leo un libro de estas características: nada me pasa, me aburro, pasa desapercibido, lo olvido rápidamente; un libro más. Leo un pasacalle: me puede generar curiosidad o risa, pero nada nuevo, ninguna experiencia que me sorprenda. Leo un artículo periodístico en algún matutino hegemónico: más de lo mismo, nada inesperado, ninguna otra forma de pensar y sentir la realidad.

4Leemos El Entenado, leemos Crimen y Castigo, una crónica de Arlt o a un relato de una carilla de Beckett, y algo pasa. Pasa algo, que no necesariamente sabemos qué es, pero entre el libro y uno, una experiencia distinta. Luego vendrá el crítico literario e intentará explicar esa experiencia, darle un nombre, pero en sí misma la experiencia es irrepresentable en la medida en que es expresión de la diferencia, de la pura novedad, del afuera que no tiene lugar en el sistema de referencias existentes. El crítico le dará vueltas a la novedad sin lograr colmarla nunca (más allá de las pretensiones). La novedad no se colma, no puede ser reducida a una representación. Porque si esto fuera posible, ¿qué sentido tendría la literatura si lo mismo hubiese podido decirse con el lenguaje del crítico?

La novedad, la diferencia, el acontecimiento, son un problema como distinto de una mera cuestión. Decimos: Tengo un problema, no encuentro las llaves. No hay allí un verdadero problema ya que las llaves están en algún lado, la solución pre-existe a la cuestión o la pregunta. Un verdadero problema, por el contario, no tiene solución previa, debe producir, generar, su respuesta que, como tal, nunca colmará al problema. Problema: ¿Hasta qué punto un cyborg sigue siendo un humano?, así lo plantearon Kobo Abe en Idéntico al ser humano, Philip Dick en Sueñas los androides con ovejas eléctricas, y Masamune Shirow en su manga Ghost in the Shell. Problema: ¿qué pasaría si todo fuese un sueño dentro de un sueño, un programa dentro de un programa?, se preguntaron los escritores barrocos del siglo XVII como Calderón de la Barca en La vida es sueño y también el escritor polaco de ciencia ficción Stanislaw Lem en Diario de las Estrellas.

Lo nuevo o el acontecimiento es entonces una experiencia intensa. La intensidad no se mide, no es algo5 cuantitativo, y por eso se experimenta con el cuerpo. No decimos que Insensatez, de Castellanos Moya, nos gustó un 30% más que En el camino de Jack Kerouac. El cuerpo no siente 2,3 medidas de placer, ni decimos te amo 25% menos que el año pasado. La experiencia novedosa no es otra cosa que la Vida, o el Ser. Que pasen cosas, lo contrario a la muerte de la vitalidad, de la intensidad. Me aburro, nada pasa. Rutina en donde sí podemos contar uno a uno los actos, los momentos y los espacios. Rutina fácilmente representable: me levanto a tal hora, bebo mi café, como dos tostadas, entro a la escuela a las 7:30, y le doy tres besos a mi novia. Lo intenso, por el contrario, no tiene medida: ni espacial ni temporal, no tiene representación, no sé cómo explicarlo, pero me vuela la cabeza. En este tipo de experiencia, no es posible identificar qué es eso que sentimos intensamente, que nos vuelve locos, pero sí se experimenta. Con esa experiencia vivida trabaja la literatura.

Por estas razones, como dijo el narrador de En busca del tiempo perdido, la literatura es la vida misma y una vida vale la pena (poema de Beckett: “las ganas cada día / de estar vivo un día más / claro que no sin el pesar / de haber nacido un día”) si puede ser narrada, contada, cantada. Dijo Proust en el último libro, El tiempo recobrado: “La verdadera vida, la vida al fin descubierta y dilucidada, la única vida, por lo tanto, realmente vivida es la literatura”.

(*) Periodista, docente, licenciado en filosofía y letras

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