Por Leticia Amato (*).- “Pero en vistas de las violentas catástrofes naturales que hoy nos azotan, para algunos, esta loa debería leerse como una noticia funesta…”, Byung-Chul Han 2019
¿Qué le puede quedar por decir a Byung-Chul Han que no haya dicho ya?
Ocurre que el prolífico filósofo coreano lleva años abocado a la tarea de pensar y escribir acerca de las formas sociales que adopta el capitalismo en el siglo XXI y el tendal de estragos que va dejando a su paso como un huracán que no por previsible resulta menos devastador.
Así lo atestiguan más de una decena de volúmenes de ensayos publicados a lo largo de su vida académica, varios de ellos mundialmente conocidos: La sociedad de la transparencia, La sociedad paliativa, Hiperculturalidad, Topología de la violencia, En el enjambre, etc…
Sin embargo, para deleite de lxs seguidores de este afamado pensador, hay más, sí, Byung-Chul Han nos brinda esta vez una obra de singular composición: Loa a la tierra.
Se trata de un libro con carácter de “objeto preciado” dadas las delicadas ilustraciones minimalistas que acompañan el vaivén de los relatos presentados desde un lugar en el mundo muy particular: su jardín.
Un día sentí una profunda añoranza, incluso una aguda necesidad de estar cerca de la tierra. Tomé la resolución de practicar a diario la jardinería.
A diferencia del tipo de texto al que nos tiene acostumbradxs, en Loa a la tierra, Byung-Chul Han no se priva de desplegar una retórica poética para describir los árboles frutales que cultiva, o escribir poemas a las flores que cosecha e, incluso, incorporar en la narración una suerte de diario de la tierra, a través del que relata sus observaciones, cómo crece, cambia, muere y brota aquel mundo vegetal que puebla su jardín. Las líneas que siguen son himnos, cánticos de alabanza a la tierra,dirá en el prólogo.
Algo insólito, muy personal y siempre crítico, en esta ocasión Byung-Chul Han nos brinda un relato que, colmado de matices y sutilezas, parte del pequeño Edén que constituye su jardín para, desde allí, reiterar con desesperado aplomo, cuán imprescindible se hace conocer, para cuidar, esta tierra que habitamos.
Deberíamos volver a aprender a asombrarnos de la tierra, de su belleza, de su extrañeza. Cuando se estudia más detenidamente su historia, se siente una profunda veneración por la tierra, que hoy, lamentablemente, está expuesta a una explotación total. Cuando se la trata como un fuente de recursos que hay que explotar ya se la ha destruido.
Nada nuevo, se le podrá reprochar, pero ¿quién necesita novedades en este mundo? Desde la parte hacia el todo, Byung-Chul Han contempla, riega sauces, hortensias, manzanos y ciruelos y advierte que la tierra y todo lo que vive en -y de- ella está siendo arrasado por la ciega rapacidad de un sistema que lo único que no aniquila es su propia rentabilidad.
(*) Periodista. Secretaria de Asuntos Profesionales de la UTPBA. Miembro de la Secretaría de Juventud y Nuevas Tecnologías de la FELAP.