Al periodista Mario Bonino se lo vio por última vez con vida el jueves 11 de noviembre de 1993. Entre ese día y el lunes 15 a Mario lo mataron. Hace 31 años que la UTPBA, junto a Felicia, su compañera, Federico, su hijo, Gregorio, su hermano viene reclamando justicia, en una tarea que primero enfrentó el silencio, la indiferencia y la ignorancia y que con el tiempo evitó el olvido.
Mario era un periodista-trabajador de prensa militante de las ideas de la UTPBA, el que ese 11 de noviembre había recorrido redacciones con un comunicado de la organización en repudio a las agresiones sufridas por los trabajadores de prensa en San Luis; el que se dirigía, al cabo de esa tarea, a una actividad que co-organizaba la UTPBA (La radio a fines del milenio), a la que nunca llegó; el que apareció flotando en las putrefactas aguas del Riachuelo el lunes 15; el que asesinaron y no pudieron suicidar.
Durante esos 4 días se recorrieron hospitales, comisarias mientras se denunciaba la situación públicamente. También durante ese fin de semana la UTPBA sufría un ataque de madrugada contra su sede, en el que el compañero que cumplía funciones de sereno en el lugar fue salvajemente golpeado.
“Son gajes del oficio” fue la frase que acuñó por esos días el presidente Carlos Menem para definir las agresiones, amenazas e intimidaciones que venían sufriendo los trabajadores de prensa. Lo dijo antes del asesinato de Mario y cuando la UTPBA expresaba en una solicitada que “ningún periodista-trabajador de prensa de este país está dispuesto a escuchar, cuando ya sea tarde, al Presidente de la Nación acercando sus condolencias y las de todos sus ministros, a los familiares de la víctima fatal”.
Cuando el cuerpo de Mario apareció el gobierno de Menem lo calificó de un “suicidio”, algo que las pericias judiciales se encargaron de desmentir científicamente: se trataba de un crimen, conclusión a la que también llegó la Comisión Investigadora convocada por la UTPBA e integrada por distintos periodistas.
La UTPBA sostuvo, entonces y ahora, que es imprescindible poner en contexto el crimen de Mario, no sólo por el ataque sufrido por la organización en esos días, sino porque se trataba del hecho más grave de violencia contra la prensa en un año que sumó la cifra más alta desde la llegada de la democracia. Con un hecho que vale tener presente: un mes y medio antes del asesinato de Mario la UTPBA había convocado más de 10 mil personas en Plaza de Mayo para decir basta de impunidad.
Hubo un juzgado, el de Instrucción, N° 10 en el que recayó la causa por el crimen de Mario. Hubo infinidad de denuncias de la UTPBA en el ámbito internacional, con el respaldo permanente de la FELAP, que determinaron que una gran cantidad de organismos de Derechos Humanos e instituciones acompañaran el reclamo de justicia que la UTPBA planteó desde un primer momento.
Hubo un irresponsable cierre de la causa, y una reapertura a pedido de la familia y de la UTPBA. Hubo -y hay- un crimen impune. Nunca se supo quién mató a Mario. Un compañero noble, generoso, solidario, de perfil bajo y militancia alta. Tenía 37 años y fue el primer periodista asesinado en democracia.