Por Ana Villarreal (*).- “…uno me los ha dado y otro los cogerá. Para mí son todos iguales. Quería decir que buenos o malos, falsos o legítimos, para él todos eran billetes igualmente robados, ¡también los buenos son falsos y no valen nada!, suspiró filosóficamente.” (Ladri di biciclette. Novela de Luigi Bartolini, 1946).
“Papeles. Son papeles. El dólar ya no vale una onza de oro como después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué vale ahora?” (Fidel Castro).
Una de las más precisas estocadas al corazón simbólico del imperio, registradas en el ámbito de las Cumbres de Córdoba. Fidel Castro demuestra, en su intervención, que no asiste ninguna razón a la moneda norteamericana para que siga siendo un patrón convocante de pleitesías por parte de Estados que se pretenden independientes.
La virtud de la esgrima de Fidel está en apuntar a la ilusión de un mundo, cuya máxima ficción pretende esconder la vulnerabilidad de la posición económica de los Estados Unidos, como lo demuestra el déficit constante que arroja su balanza comercial. En definitiva, advierte sobre el absurdo que define el valor del máximo tótem del sistema: el dinero.
En esa línea de razones, es lícito preguntarse: ¿Cuál es la vacuna que inmuniza la maquinaria de imprimir billetes con los rostros de los presidentes norteamericanos?… El crimen organizado de los que manejan la máquina.
(*) Periodista. Miembro de conducción de la UTPBA
Nota publicada en la revista “La Utpba” de agosto de 2006.