21 abril, 2020

Al pie de la horca

Por Ana Villarreal (*), desde Buenos Aires.- El mundo es una gran celda en donde el peso del contador de la muerte se cierne amenazante.  “La vida es una rama que se mece en el precipicio”, como dijera Henning Mankel, en una de sus obras. Hombres y mujeres en gran parte del planeta, ante el común denominador de la pandemia, quedan al arbitrio de su desnudez de sujeto y predicado.

La atmósfera de alerta mortal ha puesto de manifiesto, una vez más y notoriamente, la precariedad de los estados capitalistas para asistir en la emergencia a millones de seres humanos. Y en ese desfiladero precipitado, sobresalen el gansterismo y las prácticas terroristas del trumperismo y la de sus patéticos imitadores, aumentando, aún más, el riesgo  de las víctimas.

Así, en la carrera del sálvese quien pueda, la solidaridad internacionalista de países como Cuba, con ejércitos de médicos y profesionales de la salud, enviados a distintas partes del mundo, se convierte en una excepción de aire humanitario, a pesar del criminal bloqueo del imperio.

La concepción de la desnudez del sujeto y predicado, planteada por el militante y escritor checo, Julius Fucik, en su conmovedor testimonio del cautiverio nazi, Reportaje al pie de la horca,  sirve hoy de lumbre para poner en perspectiva la conducta individual y colectiva en esta celda impuesta, donde se busca arrinconar el virus, a la vez que se auscultan, cada vez con más control, los comportamientos humanos.

“…la proximidad de la muerte -escribió Fucikponía al desnudo a todo el mundo. En tu interior más profundo no ha quedado más que lo esencial. Todo lo que estaba en segundo plano y que ennoblecía, debilitaba o embellecía el fondo de tu carácter, todo eso ha caído, ha sido arrancado de cuajo por el vendaval que precede a la muerte. No queda más que el sujeto y el predicado: el fiel resiste, el traidor traiciona, el burgués se desespera, el héroe combate. En cada hombre hay una fuerza y debilidad, audacia y miedo, firmeza y vacilación, limpieza y suciedad. Pero aquí no puede quedar más que una cosa u otra. O esto o aquello. Y si alguno ha intentado navegar entre dos aguas, ha sido descubierto con mayor prontitud que un bailarín con pandereta y pluma amarilla en el sombrero en un entierro”.

(*) Periodista. Miembro de conducción de la UTPBA.

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Periodista. Miembro de Conducción de UTPBA.
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