10 noviembre, 2016

Alfredo Iriarte: “La máscara te descubre”

Por Ana Villarreal (*).- No resulta difícil imaginar a un Alfredo Iriarte niño, junto a su padre carpintero, en el barrio montevideano de Sayago, a fines de los años sesenta. La propia referencia del actor, director y formador de actores, titiritero y escultor de máscaras, colabora para facilitar el viaje desde el juego de su infancia hasta su taller, uno de los escenarios que hoy lo ocupan, en el barrio de La Boca.

“En el taller de mi viejo me lo pasaba haciendo caritas de madera”, confiesa Iriarte ante una cantidad incalculable de personajes y situaciones que esperan, en aparente paciencia, en el muestrario de las máscaras más recientes, apoyadas sobre una de sus mesas de trabajo.

La infinitud de posibilidades que aguardan como destino a estas realizaciones, tal vez no sea una premisa que ocupe a cualquier persona. Sin embargo, en el caso de Iriarte parece ser una cualidad de respeto inevitable a la potencialidad de sus criaturas para la representación de las pasiones, alegrías y padecimientos de las personas.

Mientras la palabra, según Iriarte, es un elemento que suele contribuir al ocultamiento, las máscaras operan como instrumento de trasposición del ser humano.

“La máscara no te oculta -señala- te descubre. Porque todos ocultamos permanentemente en una conducta, muchas veces inconsciente, de hipocresía. Todos somos torpes, nos equivocamos y nos cubrimos con diferentes niveles de corazas y en todas las personas ves que la máscara opera como un elemento que contribuye a mostrar características particulares de cada uno y los revela en otra situación. Te dejan mostrarte y básicamente sueltan a todos. Y así como no existe la neutralidad en ellas, en las máscaras, aunque a una categoría las denominamos neutras, tampoco existe la imparcialidad absoluta, en ninguna de ellas”.

En la actualidad el material que prefiere para la realización es el cuero y destaca su preocupación por los elementos de trabajo “investigué bastante hasta encontrar herramientas adecuadas como cornamenta de animales, y no cualquiera,  para no dañar en el tallado”, lo dice mientras acaricia delicadamente, como a un tesoro, una pieza que  recientemente le han regalado.

Alfredo Iriarte repasa la clasificación universal de las máscaras, valiéndose en cada caso de sus propias realizaciones para ejemplificar “Están las neutras -dice al mostrarlas- las larvadas, las expresivas y las de la Comedia del Arte. Todas ellas se emplean también en la pedagogía continuando el importante legado trazado por Jacques Lecoq y Thomas Pratkki, son herramientas importantísimas para la investigación, para la actuación y la formación de los actores. Esta es la base de trabajo en experiencias que realizo en ámbitos teatrales como en Cabuia Teatro, uno de mis trabajos más recientes”.

A punto de dar inicio a una nueva experiencia que lo convoca desde París, las manos inquietas de Iriarte intuyen el futuro escénico en la posibilidad del movimiento, la voz y las distintas situaciones de cada una de sus creaciones artísticas, en aparente quietud sobre una de sus mesas de trabajo. Todo lo demás, lo sabe, será completado en la parcialidad del escenario.

Iriarte cursó estudios de carpintería en la Universidad Tecnológica de Uruguay y de talla en madera con el maestro Javier Nieva de la Hera.

Tomó clases con distintos maestros en las disciplinas de Circo, Danza, Mimo, Acrobacia y Escultura Teatral. Participa como actor, director y formador de actores en el Grupo de Teatro de Catalinas Sur. Es docente en Cabuia Teatro y ha obtenido los primeros premios en varias ediciones del Carnaval uruguayo por sus realizaciones de máscaras, pelucas y vestuarios en las murgas Agarrate Catalina y Curtidores de Hongos, entre otras.

Desde el rito al escenario

Hay coincidencia, casi indiscutible, en que el recorrido de las máscaras que hoy vemos en los escenarios teatrales se inicia con los elementos usados por los integrantes de las comunidades de la antigüedad para sus experiencias rituales.

Se sabe que los griegos se sirvieron de las máscaras para poder completar los elencos en la representación de las tragedias, ante la falta de actores. Así, cada uno de ellos podía interpretar varios papeles en las obras sin ser identificados en su variedad de roles.

En el caso de Roma, las máscaras se usaban con varillas, permitiendo a un mismo actor la posibilidad de dos expresiones gestuales.

Y como dato distintivo, se cuenta que muchos actores de la ópera china han llevado el secreto al silencio de su tumba. Es que la práctica de “bian lian”, como se conoce al arte de girar la cabeza y agitar los brazos para que en cuestión de segundos el actor aparezca, siempre en escena, portando otra máscara, es transmitido sólo entre hombres del mismo clan familiar para que nadie sepa el secreto de la casi mágica destreza.

(*) Periodista

Producción Pablo D. Fernández

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