28 febrero, 2020

Animal´s

Por Daniel Das Neves (*).- ¿“Desde dónde me lo decís”? El tono provocador que suele acompañar esta frase no ayuda a que la pregunta fluya sin prejuicios. El periodista y escritor inglés, John Carlin, la respondió sin que mediara ese interrogante, en un reciente artículo en el que se refiere al suicidio de Caroline Flack, presentadora del programa Love Island, que emite la TV Británica.

La drástica decisión de Flack se debió, según la hipótesis de la que Carlin se hace eco, al acoso que venía sufriendo a través de las redes sociales tras protagonizar un incidente con su novio (la justicia la acusó de asaltarlo).

Por esos días la justicia británica absolvió a un individuo acusado de “incidente de odio no criminal” luego de expresar, por medio de las redes sociales, su odio hacia el sector transgénero, aunque en este caso fue él el que denunció el acoso, policial, dado que las fuerzas de seguridad se habían presentado en su trabajo y en su casa luego de conocerse sus dichos.

Carlin transcribe parte de la resolución del juez, quien tras mostrar su preocupación por lo que denomina “infravalorar una libertad democrática elemental”, señala que en su país, Inglaterra, “nunca hemos tenido una Checa (policía secreta soviética), una Gestapo, una Stasi. Nunca Hemos vivido en una sociedad orwelliana”, afirma, sin incluir como ejemplos a la CIA y el Mossad. “La libertad de expresión, amplía el juez, incluye no sólo lo ofensivo sino lo que irrita, lo contencioso, lo eccentrico (sic), lo hereje, lo molesto y lo provocador”.

Es a partir de la transcripción de este último párrafo en que Carlin se divide entre periodista y persona para fijar su posición. El periodista “aplaude estas palabras” en tanto que como persona entiende “que pueden animar a aquellos que disfrutan haciendo sufrir a gente como Caroline Flack”. Enseguida Carlin salda la cuestión como para que no queden dudas: “el periodista gana…porque la libertad de expresión no sólo es importante para la democracia: es la democracia”  (las negritas son del texto original).

Carlin, un periodista y escritor reconocido, biógrafo de Nelson Mandela (autor de Factor Humano), logra expresar en esas líneas una íntima e irrenunciable decisión del imaginario colectivo de un número importante de periodistas: despegar su condición profesional de cualquier otra manifestación humana. Separar al periodista de la persona supone poseer calidades diferentes, virtuosas, que no se ven expuestas a ningún cuestionamiento por desigualdad.

Esa visión elitista de una profesión –que muchos, muchísimos, aprovechan, de paso, para diferenciarla de un trabajo- marca el lugar desde donde se la ejerce, permitiéndose un nivel de abstracción que lejos  de mejorar la reflexión plantea una dualidad falsa y mentirosa, que implica aplicar una doble vara: por un lado la profesión, por otro la persona, un intento absurdo y peligroso en una actividad que rinde cuentas todo el tiempo a quienes controlan el poder con la eficacia del capitalismo.

El periodista Carlin cita para ayudar a su argumento, al filósofo liberal inglés John Stuart Mill e invita para superar episodios como los de la conductora Flack a desconectarse de Internet (aún admitiendo que “para millones de personas la vida sin redes no es vida”) y juega con la hipótesis de que si a esa presentadora “se le hubiese ocurrido hacer lo mismo quizá seguiría viva”.

¿Cómo a esos millones de personas  para los cuales “la vida sin redes no es vida” (hablamos de personas y de vidas) se les podrá ocurrir lo que ni siquiera se le ocurrió a una de ellas? ¿Tendrá que ser una decisión individual de personas que por convencimiento espontáneo, enfrentando a las 5 multinacionales más poderosas del planeta, yendo en contra de la cultura del entretenimiento, del destrozo del medio ambiente, de las enfermedades, pobrezas y miserias programadas, atrapen en su interior la necesidad de cambiar esta vida, con este presente en manos ajenas y un futuro incierto para el ser humano, y, además, se propongan a hacerlo?

Esto es lo que piensa Carlin cuando dice que “la solución no tiene que pasar por exigir a papá gobierno que imponga límites legales a la libertad de opinión. La solución está en manos de los usuarios.”

Carlin invita a que cada uno lo resuelva por su cuenta. Lo dice un periodista. La persona piensa lo mismo. Los animales esperan su momento.  
(*) Periodista. Secretario de Relaciones Sindicales e Internacionales de la UTPBA

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