Miserables aquellas/os que culparon, abierta o subliminalmente, a las jubiladas/os de no guardar la debida distancia en las largas y extenuantes colas en las adyacencias de las entidades bancarias.
Miserables quienes argumentaron -sin referirse a las negligencias políticas y administrativas- que jubiladas y jubilados deberían haber hecho uso de sus tarjetas de débito.
Soberbios los miserables. Soberbios e ignorantes de realidades sociales y económicas frustrantes, en las que sobreviven millones de personas que desde hace muchísimos años padecen la pobreza y la indigencia, sin saber qué significa tener un trabajo digno y una vivienda digna.