En Hiroshima y Nagasaki un huracán radioactivo siguió a un flashazo desintegrador de la existencia y la obra humanas. No hubo tiempo de despedidas ni de besarse unos a otros. Tampoco para poner a resguardo los recuerdos de familia sin sospechar que tampoco quedaría esta.
La historia comenzaría otro curso. Como un detergente social, bombas de otro tipo irían limpiando con el tiempo la memoria para quitar la mancha a quienes envilecieron tanto la especie. En Palestina, como en 1945, se repite hoy un horror indescriptible del cual el mundo es testigo.
No permitamos que la historia la cuenten solo los culpables y los impunes. Cuba volvió a hablar este sábado y a decir la verdad en el Malecón de La Habana, muy cerca de los oídos sordos de los mercaderes de la muerte.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/