9 abril, 2021

Cuba: no se puede tapar el sol con un dedo ni con mentiras

“Cada vez más se reconoce el mérito de un pueblo cuyo líder Fidel Castro aseguró una vez que el futuro de su país, subdesarrollado, pobre en recursos naturales y además acosado, sería el de una nación de hombres y mujeres de ciencia, realidad hoy que permite asegurar, que este año toda su población quedará inmunizada contra el nuevo flagelo de la humanidad”.

Por Tubal Páez (*).-Cuba sigue siendo una pesadilla para los Estados Unidos, y las amenazas de la gran potencia no le quitan el sueño a la pequeña isla, víctima del cerco el más largo e inoperante de la historia para rendir a otro pueblo. El belicoso vecino arrastra un fardo tan grande de frustraciones que merecería un record Guinness.

Ese fracaso se evidencia en la Asamblea General de la ONU donde ha sido aprobada por 28 años consecutivos la Resolución titulada “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”.

Esa política criminal tiene la misma edad que los cambios en Cuba basados en los principios de independencia y la justicia social tras triunfo de la Revolución liderada por Fidel Castro, que derrocó a una dictadura sanguinaria al servicio de los intereses extranjeros y la oligarquía nacional.

Un memorándum del 6 de abril de 1960, desclasificado después, consigna que “la mayoría de los cubanos apoyan a Castro… el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales”. El documento lleva la firma de un alto funcionario del Departamento de Estado, y detalla los acuerdos de una reunión con el Presidente estadounidense.

Incontables sufrimientos a las familias, cuantiosos daños a la economía nacional, grandes obstáculos para el comercio exterior, millonarios presupuestos para deformar la imagen del país caribeño, calentar de odio en las redes sociales y financiar a sus agentes internos para la labor subversiva, no han logrado desviar un milímetro el rumbo escogido por la mayoría del pueblo cubano.

Ante el cambio reciente en la Casa Blanca, no pocos esperaban un relajamiento de ese largo crimen, dada la tragedia mundial por la pandemia, y el reconocimiento internacional a Cuba por el envío de casi 5 000 de sus profesionales de la salud a 40 países para colaborar en el enfrentamiento al nuevo coronavirus.

Tal cálculo ingenuo desconocía la perfidia y el cinismo tradicional de la gran nación, a la cual José Martí definió como imperio y advirtió de ese peligro para Cuba y los hermanos pueblos de nuestra América: “Viví en el monstruo y le conozco sus entrañas, y mi honda es la de David”, escribió.

Con 240 medidas, Trump endureció la política anticubana, con un costo para la isla caribeña, el pasado año, superior a los 5 mil millones de dólares, y horas antes de abandonar la Casa Blanca reincorporó a Cuba a la lista de países patrocinadores del terrorismo, decisión que ha hecho temblar a gran parte de los bancos del mundo, porque los amenaza con sanciones si realizan transacciones con la Isla.

¿Y Biden? Durante la campaña para hacerse de la presidencia, aseguró que levantaría algunas de las restricciones a los viajes y el comercio entre ambos países, y que renovaría las conversaciones diplomáticas y, ya como presidente, ordenó una revisión de las políticas de Trump hacia Cuba.

En consecuencia, 80 congresistas demócratas solicitaron, en carta a Biden, un cambio en las “crueles” políticas y restricciones impuestas por la anterior administración, y la reanudación del diálogo “productivo” con La Habana para “ayudar a las familias cubanas en dificultades y promover un enfoque más constructivo al volver rápidamente a la política de compromiso y normalización de las relaciones”.

Pero, como las campañas electorales se hacen en verso y se gobierna en prosa, la misiva fue echada a la basura y primó la opinión de la extrema derecha floridana, aliada de Trump. La portavoz del Gobierno aclaró que “un cambio de postura sobre Cuba no está actualmente entre las prioridades del presidente Biden, pero estamos comprometidos en hacer que los derechos humanos sean un pilar básico de la política de Estados Unidos”.

No sorprendió entonces una reciente declaración del Departamento de Estado acusando a Cuba de violaciones de los derechos humanos, en línea con la agresividad verbal creciente de quien encabeza el gobierno de un país de largo historial de asesinatos masivos de humanos en nombre de sus derechos.

El colmo del cinismo, pues si hay un lugar de Cuba repudiado mundialmente es el territorio de la base naval en la Bahía de Guantánamo, que los EE.UU. ocuparon por la fuerza y convirtieron en agujero negro de los derechos humanos, donde la tortura, las violaciones de la dignidad y el tráfico internacional de secuestrados hicieron de la cárcel establecida allí, y nunca clausurada, un referente moderno de los horrores medievales.

Pero si algo ha beneficiado la política de aislamiento y persecuciones contra Cuba, ha sido la de estimular la creación de efectivos programas dirigidos a preservar la salud de sus habitantes, y la posibilidad de ayudar a otros en ese campo, utilizando todo el conocimientos, experiencias y organización, acumulados durante muchos años.

Cada vez más se reconoce el mérito de un pueblo cuyo líder Fidel Castro aseguró una vez que el futuro de su país, subdesarrollado, pobre en recursos naturales y además acosado, sería el de una nación de hombres y mujeres de ciencia, realidad hoy que permite asegurar, que este año toda su población quedará inmunizada contra el nuevo flagelo de la humanidad.

Los nombres de las vacunas cubanas anticovid-19: Soberana 01, 02 y Plus, Abdala (poema dramático de José Martí que evoca el amor a la Patria y el rencor a quien la ataca) y Mambisa (como los mambises, que pelearon luchadores contra el colonialismo español) son expresión de la continuidad histórica materializada en los héroes actuales.

Cuba no es un país perfecto, pues subsisten expresiones de indisciplinas, ineficiencia empresarial, manifestaciones de burocracia y otras realidades negativas, pero qué distinta sería si la dejaran en paz resolver sus propios problemas, sin bloqueos ni mentiras; si se respetara su opción de darse a sí misma el camino de desarrollo económico y social consensuado que ha escogido.

Arrodillarse nunca le ha pasado por la cabeza a los revolucionarios cubano.


(*) Periodista. Presidente de Honor de la Unión de Periodistas de Cuba, UPEC, y de la Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP.

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