Hace no tanto, un par de décadas, que en la historia representan un suspiro, nuestra comunicación parecía estar en demasía mediada, se discutía sobre el poder de persuasión de los medios masivos de comunicación, especialmente de la televisión, de cómo sus paquetes significantes modificaban nuestros hábitos y cultura. Hace poco más de 25 años empezábamos con la edición de nuestra primera revista y las relaciones con los lectores era directa o por teléfono.
El fax comenzaba desde hacía años a popularizarse y era un avance para resolver determinadas cuestiones, sobre todo para notas que venían escritas a mano o con máquina de escribir. Comenzábamos a aprender a diseñar las páginas con Corel, o Quark, a editar con Word, a tener un esquema de trabajo que era por demás adelantado a lo que muchos añejos en la profesión tenían a mano… éramos jóvenes, nos animábamos a probar, teníamos ganas, ideales, fuerza.
Traigo este tema en la editorial porque desde ese puntapié inicial a la fecha hemos visto y analizado todo tipo de “progresos” en relación a la producción y distribución de información, fundamentalmente atada al desarrollo del ciberespacio como gran articulador de relaciones mediadas entre los seres humanos.
Como imaginarán ya no es el teléfono, el fax o rara vez el cartero quien nos relaciona con nuestros lectores, sino una gran cantidad de herramientas de comunicación que van desde el correo electrónico, las redes sociales, whatsapp y telegram y muy de vez en cuando el teléfono, ahora celular, que suena. Habiéndose producido una atomización en los canales de comunicación que dificulta su abordaje correctamente ya que los tiempos de respuesta esperados también son más cortos.
¿Qué hay detrás de esta explosión de ciencia y tecnología aplicada a la comunicación humana? ¿A quién beneficia?
Los números de atomización social son alarmantes, las sociedades nunca estuvieron tan comunicadas y a la vez con un sentimiento de soledad en aumento. Un usuario medio toca diariamente 2000 veces su celular, uno intensivo más de 3000 ¿para qué? ¿Cuál es el mundo mejor que nos espera en el uso desmedido de las redes sociales?
De promedio un argentino está frente a su celular, computadora, laptop o tablet, 9 horas y 38 minutos de su día, de ese total un 35% es destinado a redes sociales. Somos el quinto país con mayor proporción de habitantes usuarios de plataformas y el décimo en porcentaje de habitantes que accede a redes por medio de smartphones. 21 millones de argentinos tienen perfiles en Facebook. Un 96% de nuestros compatriotas que usan internet — el 83% de la población-, se comunican por WhatsApp que es la aplicación más usada, Instagram la sigue con el 81%. Tik Tok es hoy día un Oasis en el mundo del imperio de las GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft) ya que es la que está teniendo un mayor crecimiento en nuestro país en descargas. Me pregunto, ¿qué actividades hemos reemplazado en nuestras vidas ante estos nuevos consumos virtuales? ¿Qué herramientas cotidianas fueron suplidas por los smartphones? ¿Qué usos y hábitos fuimos dejando de lado para adentrarnos en la interacción con el mundo desde un teléfono o una computadora?
La idea de que las empresas tecnológicas no producen contenido, sino que solo los difunden es tan falsa como que un aviso publicitario no intentará vender un producto. Los dueños de las empresas multinacionales de la comunicación virtual, y fundamentalmente las GAFAM fueron desde un primer momento financiadas por el Departamento de Estado de Estados Unidos de Norteamérica como medios fundamentales para difundir ideas vinculadas con sus intereses y bloquear las realidades de los países u organizaciones que sean marcados como sospechosos o bombardeables.
En ese escenario nos movemos, conscientes de dar una pelea en la que seguimos, seguiremos y venceremos.
Nota publicada en la Revista H de Editorial Acercándonos