“El Hambre es un crimen. Hay que detenerlo. Sí o sí. Porque en nuestro país no faltan ni alimentos, ni platos, ni madres, ni médicos, ni maestros, faltan en cambio la voluntad política, la imaginación institucional, la comprensión cultural y las ganas de construir una sociedad de semejantes que asegure a nuestros hijos las oportunidades vitales para que puedan crecer con dignidad. Es imperativo terminar con un sistema económico -que en la mayoría de los casos- no da hijos sino hambre”. Pocas frases pueden definir mejor a Alberto Morlachetti, su visión sobre el mundo y su trabajo social.
Dos años pasaron ya desde aquel 20 de abril en el que la noticia conmovió a aquellos que aún se conmueven por el otro, por el hambre, la falta de trabajo y de oportunidades, en definitiva, para todos aquellos que no solo se conmueven sino que construyen y disputan en términos políticos -no politiqueros- y sociales para torcerle un poco la mano al rumbo impuesto por el capitalismo.
Así era y así vivió el Flaco Morlachetti. Buena parte de sus 72 años de vida los dedicó a construir colectivamente y a desarrollar herramientas concretas para contener a jóvenes en situación de vulnerabilidad.
Nacido en la provincia de Córdoba, ahondó su compromiso con los desplazados y marginados mientras estudiaba sociología en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Durante la dictadura, ya recibido y ejerciendo como docente en la UBA, fue perseguido y expulsado de la casa de estudios.
En 1982 fundó en el partido de Avellaneda “La Casa de los Niños”, posteriormente el hogar Juan Salvador Gaviota, la biblioteca Pelota de Trapo y a finales de esa década creó el Movimiento Nacional Chicos del Pueblo.
También fue un gran amigo de la UTPBA, con la cual compartió momentos, pareceres y visiones en común, siempre con el ser humano como eje de toda acción e iniciativa social, cultural, económica y política.
Alberto también fue uno de los impulsores de la Asignación Universal por Hijo. Con su perseverancia, coherencia y dignidad marcó un camino y una línea de conducta. Alberto fue un tipo imprescindible para los que luchan por un mundo mejor. Y se lo extraña mucho.