Entrevistó Daniel Das Neves (*).- En sus más de 40 años de profesión un reconocimiento le mueve la ternura que convive con la dureza que nunca ocultó: el premio Mario Bonino, que le otorgó la UTPBA a fines de 2015.
Eduardo Verona es un periodista deportivo que mira toda la cancha, que no se deja llevar por efectismos y lecturas ganadas por el apuro, que opina, fija posición y siempre deja en claro el lugar desde donde mira la realidad.También la realidad deportiva.
En agosto de 2020 Diario Popular –donde trabaja hace más de 32 años- dejó de publicar sus columnas y entrevistas, en un acto de censura, violencia laboral y persecución gremial. Verona decidió seguir enviando su producción periodística hasta acumular más de 150 notas a lo largo de 16 meses, todas sin publicar.
-Queda un tanto lejos, aunque ya estábamos en pandemia, cuando hablamos de la situación apenas ocurrida la primera señal. ¿Imaginaste que pasaría todo este tiempo sin que la empresa modificara su decisión?
-Sí, interpreté desde el arranque que esa decisión podría ser inalterable, porque formaba parte de un episodio político. Cuando me refiero a un episodio político por supuesto no lo encuadro en la política partidaria. Lo enfoco en una decisión política empresarial, expresada en el llano por los infaltables encargados de llevarla a cabo, en la medida en que sientan ese respaldo.
-En aquel texto en que denunciamos tu caso dijimos que “Verona resolvió no optar por la jubilación, porque es su derecho, porque necesita el salario –como todos sus compañeros- y porque, como muchos colegas lo saben, está en sus plenas facultades profesionales para seguir haciendo lo mismo, con 43 años de trayectoria, 32 de los cuales en ese medio”. Esa opción se convirtió en un eje de lucha.
-Se convirtió en lo que debía convertirse según el paisaje completo que veía. Paisaje que trasciende mis circunstancias específicas. Las cosas buenas y malas suceden porque existen condiciones objetivas que las precipitan. Una aclaración significativa: es cierto, puedo optar por jubilarme, pero la nueva ley de reforma previsional sancionada en diciembre de 2017 les permite a los trabajadores de empresas privadas continuar en actividad hasta los 70 años, con un año más de prórroga. Estos plazos (en mi caso), lejos están de vencerse. Yo elegí seguir defendiendo mi puesto de trabajo en el diario, a pesar de las presiones y obstrucciones que padezco. No elegí irme subordinado al desaliento. Ni lo voy a hacer de ninguna manera. Como plantea la UTPBA en otros escenarios, a mayor presión, mayor resistencia.
-Pusiste a prueba una tenaz convicción, incomprensible para algunos, y que es motivo de un consecuente respaldo por parte de tu familia, amigos, colegas y de la UTPBA: ¿te fijaste algún límite para esta pelea?
-Sí, como ya manifesté, un límite lo establece la ley sancionada en diciembre de 2017: cumplir 70 años y un año más de prórroga. A partir de ahí la empresa puede finalizar mi relación de dependencia. No antes. Otro límite no tengo. Yo sigo escribiendo con la misma frecuencia de siempre (en los últimos 16 meses envié 148 columnas de opinión con firma y una entrevista exclusiva a Daniel Passarella), aunque ninguno de esos textos haya sido publicado. ¿Por qué lo hago? Porque me lo indica mi convicción de trabajador. Por eso no me abraza ninguna duda.
-Cuántas veces te dijeron ¿Por qué no les mandas un telegrama, le inicias un juicio y te vas a la mierda?
-Fueron varias las oportunidades en que recibí esas observaciones, en muchos casos seguramente con buena intención. En definitiva: era hacer la más fácil. Abandonar. Claudicar. Pero nunca fui funcional ni rehén del abandono ni de la claudicación estratégica. No lo critico en absoluto en otros que hayan asumido esas conductas. Yo simplemente no compro ese paquete. Ni celebro una salida en esos términos. Quiero continuar escribiendo, como lo hice, por ejemplo, en La Razón, Página12, El Grafico y en Popular. Y lo voy a seguir haciendo. Después lo que la empresa haga o no haga con esos textos, no modifica ni modificará la actitud que asumí.
-Lo hemos hablado varias veces en estos meses: la decisión de la empresa es censurar, tratar de modificar condiciones de trabajo y perseguirte a raíz de tu identificación con la UTPBA, siempre teniendo como objetivo-amenaza el despido, aunque algunos no parecen verlo así.
-Es así, tal cual. Aquellos distraídos y confundidos que no lo ven, tampoco ven o no desean ver otras realidades. Los persigue la niebla. Los acosa la simplificación. Los perturba la resistencia que puede revelarse en las grandes y en las pequeñas cosas de la vida.
-Para el final, una pregunta que parece no tener relación con lo que hablamos. A 32 años de haber pasado ese fin de año en La Razón, como parte de una toma de 114 días, ¿Qué recuerdo te quedó de aquel conflicto?
-Esos recuerdos extraordinarios que viví en La Razón con tantos compañeros y compañeras, por su dimensión real y simbólica, siempre me sirvieron de gran inspiración. Una inspiración que va muchísimo más allá de una satisfacción personal. Porque la gesta fue colectiva. Allí radicó la gran fortaleza. Es más: esas experiencias me siguen acompañando. Nada fue igual para mí y para tantos otros trabajadores y trabajadoras de prensa, después de La Razón. Si hago lo que estoy haciendo ahora en Diario Popular, no tengo dudas que se debe al gran legado que supo construirse en La Razón.
(*) Periodista. Secretario de Relaciones Internacionales de la UTPBA.