2 febrero, 2019

El arte de la guerra

Por Manlio Dinucci (*).- Cerca del “Palacio de Cristal” de las Naciones Unidas, en Nueva York, puede verse una escultura ‎metálica llamada El Mal vencido por el Bien que representa a San Jorge atravesando un dragón ‎su lanza. Es un regalo de la URSS, que quiso celebrar así, en 1990, la firma del Tratado INF entre ‎Moscú y Washington, documento que eliminaba los misiles nucleares terrestres de corto y ‎mediano alcance (entre 500 y 5 000 kilómetros). Simbólicamente, el cuerpo del dragón nuclear ‎agonizante está hecho con pedazos de misiles balísticos estadounidenses Pershing-2 (que habían ‎estado desplegados en Alemania occidental) y de SS-20 soviéticos retirados de sus bases en la ‎URSS. ‎

Pero el dragón nuclear vuelve hoy a la vida, gracias a Italia y a los demás países de la Unión ‎Europea que han votado contra el proyecto de resolución sobre la Preservación y Aplicación del ‎Tratado INF propuesto por Rusia en la Asamblea General de la ONU, rechazado con 46 votos ‎en contra, 43 votos a favor y 78 abstenciones. ‎

La Unión Europea –que entre sus 27 miembros cuenta 21 miembros de la OTAN– adoptó así la ‎posición de la OTAN, que es a su vez la posición de Estados Unidos. Como antes lo hizo la ‎administración Obama, la administración Trump acusó a Rusia –sin presentar prueba alguna– de ‎haber realizado ensayos con un misil de la categoría prohibida y anunció que Estados Unidos va a ‎retirarse del Tratado INF. Simultáneamente, Estados Unidos ha iniciado un programa tendiente a ‎reinstalar en Europa misiles nucleares que apuntarán a Rusia, además de desplegar también ‎misiles nucleares, que apuntarán a China, en la región Asia-Pacífico. ‎

El representante de la Federación Rusa ante la ONU ya advirtió que “eso constituye el inicio de ‎una carrera armamentista abierta”. En otras palabras, advirtió que si Estados Unidos instala ‎nuevamente en Europa misiles nucleares apuntando a Rusia (como los misiles estadounidenses ‎‎Cruise desplegados en [la región italiana de] Comiso en los años 1980, Rusia responderá ‎instalando nuevamente –en su territorio nacional– misiles similares que apuntarán hacia blancos ‎en Europa (aunque no alcancen el territorio de Estados Unidos). ‎

Ignorando todo eso, el representante de la Unión Europea ante la ONU acusó a Rusia de socavar ‎el Tratado INF y anunció el ya mencionado voto negativo de todos los países de la UE porque “la ‎resolución presentada por Rusia desvía del tema en discusión”. Dicho claramente, la Unión ‎Europea dio luz verde a la posible instalación de nuevos misiles nucleares estadounidenses ‎en Europa, incluyendo Italia. ‎

Sobre este tema tan importante, el gobierno de Giuseppe Conte [el primer ministro de Italia], ‎renunciando –como hicieron sus predecesores– al ejercicio de la soberanía nacional, se alineó ‎tras la Unión Europea, que a su vez se alineó tras la OTAN, que a su vez actúa bajo las órdenes ‎de Estados Unidos. Y de todo el arco político (italiano) no se elevó ni una voz para exigir que ‎sea el Parlamento quién decida cómo votar en la ONU. Y en el Parlamento tampoco se hizo oír ‎ni una sola voz para exigir que Italia respete el Tratado de No Proliferación del armamento ‎nuclear, documento en virtud del cual Estados Unidos está obligado a retirar del suelo italiano ‎sus bombas nucleares B61 y abstenerse además de desplegar en Italia –a partir de principios de ‎‎2020– sus nuevas bombas atómicas B61-12, aún más peligrosas que las anteriores.‎

Así se viola nuevamente el principio fundamental de la Constitución italiana que estipula que “la ‎soberanía pertenece al pueblo”. Y como el aparato político-mediático mantiene a los italianos en ‎la ignorancia sobre estas cuestiones de vital importancia, el derecho a la información se viola ‎doblemente, ya que se viola no sólo la libertad de informar sino también el derecho a que ‎nos informen. ‎

Si no se hace algo ahora, mañana ya no habrá tiempo para decidir: un misil balístico de alcance ‎intermedio portador de una carga nuclear es capaz de alcanzar su objetivo y destruirlo en sólo 6 u ‎‎11 minutos. ‎

(*) Geógrafo y politólogo.

Fuente: Il Manifesto (Italia). Traducido al español por la Red Voltaire.

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