Por Ana Villarreal (*).- La trama de la novela El Chino de Henning Mankell es sostenida por una cinta roja. El objeto, hallado en un sitio próximo a donde aparecen 19 personas muertas se convierte en un valioso detalle, que lleva a la jueza Birggitta Roslin a trazar un amplísimo recorrido histórico, geográfico y multicultural en pos de la investigación.
De esta manera, los lectores son llevados desde el pequeño pueblo sueco de Hesjövallen a Helsinborg, a Nevada, en Estados Unidos, a la capital china Beijing o a los estados africanos de Mozambique y Zimbabwe, sin dejar de lado Londres.
El Chino vio la luz pública a mediados de 2008. Desde entonces, la obra que fue traducida a casi medio centenar de idiomas, ha ganado más adeptos que detractores.
Las opiniones en desacuerdo con la novela, sin embargo, suelen estar basadas en la falta de tolerancia para incursionar en la profundidad de conceptos y conocimientos que elevan la trama de El Chino a las complejidades de fenómenos históricos, políticos y culturales. Es que, de la mano del recorrido investigativo, hoy se puede estar atendiendo a un escenario en Beijing o, por la firme decisión de la jueza Roslin, el lector, también, puede ser atrapado por las oscuras circunstancias que rodearon a la construcción del ferrocarril de la costa oeste de los Estados Unidos, en el siglo XIX.
Así es el sello de la identidad literaria de Mankell en casi toda su obra. La huella de una verdadera estrategia de ficción, sin mezquindades, adentra a sus receptores en investigaciones que no se privan de escudriñar en fenómenos sociales, políticos y culturales de una amplia gama de escenarios. A la par que, el diseño de cuidadosos perfiles piscológicos e ideológicos, dota de credibilidad al vasto muestrario de las criaturas humanas que habitan sus historias.
El mismo autor que supo hacer del género negro un ámbito para reflejar conflictos y contradicciones de la sociedad confirmó que “usando el espejo del crimen, la literatura nos dice muchas cosas sobre la vida y sobre cómo somos los seres humanos”. Y vaya razones! Para quienes se han dejado llevar alguna vez, o más de una, por el recorrido de una cinta roja como recurso hasta vibrar con la potencia de una trama, en la que los detalles más insignificantes pueden cargar con la responsabilidad del clímax narrativo.
(*) Periodista y escritora. Miembro de Conducción de la UTPBA y delegada a la Federación Latinoamericana de Periodistas –FELAP-.