¿Qué identifica a las derechas y ultraderechas nacionales e internacionales? Sobre todo, la perversión. En el marco ruinoso de esa perversión galvanizada que deriva en la muerte ajena, las derechas y ultraderechas se nutren y se expanden en todas las direcciones posibles. Claro que necesitan adhesiones. Complicidades. Compromisos mafiosos. Lazos promiscuos. Mentiras organizadas. Odio siempre reciclado en más odio. Fraudes. Estafas. Genuflexiones. Colaboraciones explícitas de los mercenarios nunca ausentes. Colonización de las subjetividades anónimas y de los mamarrachos de ocasión que suelen estar en todas partes poniendo la cara y la voz en distintas pantallas. Y por supuesto percibirse como una autoridad moral y ética que no tienen.
¿Por qué esas derechas y ultraderechas rabiosas que en muchos casos se arrodillan frente al fascismo encuentran audiencias congeladas en su capacidad para discernir, interpretar y entender? Lo que reflejan las evidencias de ayer y de hoy es que las semillas envenenadas que esparcen las derechas y los ultras terminan germinando a favor de la lluvia ácida incesante de la comunicación cotidiana.
La lluvia ácida presente día y noche en redes sociales, contenidos digitales y plataformas de expresividad inabarcables, como las bautizó el escritor y filósofo francés Eric Sadín, promueve, entre otros episodios, lo que Rodolfo Walsh calificó como “la miseria planificada”. La miseria construida como factor disciplinador. La miseria disfrazada de estoicismo patriótico para soportar el desguace anunciado y celebrado. La miseria para ofrendarla como un tributo a la fantasía de la realización individual en contraste salvaje con la realización colectiva, satanizada por los dioses del establishment.
El individualismo descontrolado de las sociedades y los egos exhibidos como trofeos que merecerían premiarse según la mirada de cada autor, acompañan a las derechas y ultraderechas en el camino de las grandes simplificaciones y reduccionismos. Se pretende explicar la dimensión y la magnitud de la catástrofe social con breves enunciados inspirados en la tecnocracia y en el dogmatismo más reaccionario.
De ahí, del territorio tecnocrático y superdogmático se elaboran respuestas y soluciones siempre capturadas por la lógica impiadosa del mercado. Es la dictadura de las estadísticas. El frenesí del horror matemático como una bandera indiscutible. Es otra vez “la miseria planificada” que reveló Walsh en su demoledora carta a la Junta Militar a un año del 24 de marzo de 1976.
Los diseños vulgares, repetidos y brutalmente mentirosos que expresan los protagonistas de las defraudaciones inolvidables que no paran de arrojar personas por las ventanas, siguen generando ejércitos en las diásporas erráticas de la frustración. Para frustrarse aún más. Para perderse aún más. Para flagelarse aún más. Y para despedirse todos los días, cerrando el círculo de la autodestrucción permanente.
La perversión es la marca registrada de las derechas y ultraderechas planetarias. Es su génesis. Su razón de ser. Su factor constitutivo. Es la basura que contamina todo sin dar ni pedir tregua. Es el perfecto asesino. Literal y simbólico. No es difícil descubrirlo. Solo hace falta estar parado en un lugar. Un lugar político e ideológico. Y mirar con los propios ojos. Y no con los ojos magnetizados del enemigo.