28 abril, 2025

Entre el algoritmo y el inconsciente

Entrevistó Catalina Camaño Amato.

Docente. Escritora. Comunicadora.

Hablamos con Lucía Salzano, estudiante de psicología,-orientada en estudios de género- para que nos cuente sobre la salud mental en la era de la comunicación digital: prejuicios, género y nuevas subjetividades.

-¿Vos venís del psicoanálisis, no? Se suele creer que la psicología es una disciplina donde prima la experiencia personal ante lo social, pero… ¿podemos pensar criticas sociales desde la psicología o todo queda reducido a lo individual y no hay posibilidad de lo colectivo?

-Si, mi orientación y formación es psicoanalítica. Es cierto, muchas veces se entiende por psicoanálisis o piscología una disciplina que abarca únicamente la experiencia personal. Pero dentro del psicoanálisis, de hecho, es un debate clave entre el psicoanálisis más clásico y las lecturas contemporáneas.  

Si bien Freud parecía centrarse en la subjetividad, pensando el inconsciente como algo propio e interno de cada individuo, existen textos que nos acercan a perspectivas más colectivas, como “psicología de las masas y análisis del yo”.

Ahí nos dice que no hay una frontera tajante entre lo individual y lo colectivo, y que la subjetividad se construye en relación a discursos, instituciones etc. Después con los aportes de Lacan al psicoanálisis esto queda aclaradísimo porque introduce un concepto, que es el de “lo simbólico”.

Lo simbólico es aquello que estructura al sujeto. El sujeto, o sea cada unx de nosotrxs, somos efecto del lenguaje, de la cultura, o sea de “lo simbólico”. El inconsciente mismo está estructurado como lenguaje, por eso no podría ser nunca una experiencia solamente individual, porque se encuentra atravesado por discursos históricos y políticos. Un ejemplo son los roles de género: la masculinidad y la feminidad son construcciones que organizan el deseo, imponen mandatos, moldean.

-Si hay posibilidad de pensar la historia, lo social y lo colectivo desde el psicoanálisis entonces ¿Qué estaría pasando con las formas de comunicación actuales? ¿es cierto que traen nuevos desafíos a la salud mental? ¿En qué sentido son perjudiciales?

-Las formas de comunicación han cambiado radicalmente con la digitalización y la hiperconectividad. Está claro que esto implica transformaciones en la subjetividad, en cómo nos vinculamos, en la construcción del deseo y sobre todo en la manera en que los síntomas se expresan. La sobrecarga de estímulos y el exceso de información generan, por ejemplo, fatiga cognitiva. Es más difícil diferenciar entre trabajo, ocio y descanso, y esto produce transtornos de depresión o ansiedad (aunque estos no son términos propios del psicoanálisis).

Todxs hemos pasado por esto o tenemos una amigx que está atravesando algo similar. Es la famosa pandemia silenciosa que está claramente relacionada con las nuevas formas de comunicación, el individualismo que la redes sociales fomentan, y toda esta cuestión yoica que nos aleja de un pensar colectivo.

Quizás no se trata de demonizar la tecnología sino de elaborar una crítica de cómo afecta a la construcción de subjetividad. El malestar que produce la era digital no es individual, es un efecto que impacta a nivel colectivo.

-¿Cómo te parece que atraviesa el género a los problemas de salud mental?

-Como te decía, el género es un claro ejemplo de cómo los discursos de época nos atraviesan y producen subjetividad.

Actualmente hay psicoanalistas contemporáneas formadas en cuestiones de género que están pensando cómo la opresión patriarcal, y las desigualdades de clase impactan en la producción de la subjetividad. Hacen críticas a la concepción clásica del psicoanálisis, la concepción freudiana, que planteaba a la diferencia entre los sexos basada en la biología. Psicoanalistas contemporáneas cuestionan esto y sostienen que estas diferencias no son naturales, sino que están construidas culturalmente.  

En esta línea podemos pensar cómo el patriarcado y el capitalismo afectan la salud mental. Por ejemplo, las mujeres interiorizan mandatos de sumisión, culpa o dependencia emocional. Los varones se ven atrapados en modelos de masculinidad que les impiden conectar con sus emociones. Históricamente las mujeres tuvieron siempre una estrecha relación con el cuidado y la sentimentalidad a diferencia de los varones, y esto impacta directamente la salud mental de quienes siempre están al servicio del Cuidado de los otrxs. Ni hablar de cómo atraviesa esta problemática a las identidades LGBT, que fueron siempre patologizadas desde la psicología.

La violencia en sus múltiples formas, la discriminación y la marginalización están en relación directa con problemas de salud mental.  

-¿Cómo podemos cuidar nuestra salud mental en relación a las nuevas tecnologías y formas de comunicación digital?

-Las nuevas tecnologías son productoras en serie de síntomas, creo que para cuidar un poco la salud mental del estrago que ocasionan las redes es clave no quedar atrapadxs en la demanda,  la inmediatez y en la compulsión de chequear notificaciones.

Comprender que no hace falta responder al instante o buscar validación constante. La hiperconectividad genera una lógica de goce excesivo (esto es más complejo pero para el psicoanálisis el goce no es sinónimo de placer) que nos deja siempre enganchadxs, sin espacio para pensar o desear por fuera del algoritmo.

Frente a esto pienso que hay que regular el uso de la tecnología, pero no como una norma rígida, sino como una pregunta constante “¿para qué estoy mirando esto?, ¿para qué posteo esto? ¿Qué va a producir en los demás? ¿Qué me produce a mi?”.

El mundo digital nos impone la inmediatez, pero el pensamiento y el deseo necesitan tiempo, pausas e incluso aburrimiento. Hay que crear espacios sin pantallas para procesar las cosas sin la exigencia de la respuesta inmediata. 

La virtualidad nos vende la ilusión de control: fotos editadas, mensajes borrados, filtros etc. Pero la vida real no se puede editar; hay error, hay quilombo, y hay que bancárselo. La tecnológica nos hace más intolerantes al fracaso, al aburrimiento, a la fragilidad. Hay que hacer un uso inteligente y estratégico de la tecnología, usarla, no que nos use.

– ¿Todavía ves prejuicios en lo que respecta a la salud mental? ¿Qué otra perspectiva por fuera de la lógica de loco/normal te parece posible?

-Si, increíblemente todavía se ven prejuicios incluso dentro de las mismas facultades de psicología, o dentro de los hospitales, porque hace falta mucha psicoeducación, políticas de prevención y divulgación. Lamentablemente los organismos de salud mental están muy deteriorados.

Respecto a la otra pregunta, no sé si podemos pensar otra perspectiva por fuera de la lógica loco/normal. A mí me gusta pensar a la locura como única salida posible. No hay tal cosa como la normalidad.  

En la actualidad lo que impulsa a la medicalización es la incorporación de la vida y la salud al proceso mercantil, lo que se denomina “mercantilización de la salud”. Los que salen ganando creyendo que existe cosa tal como “la salud” “lo normal” o ‘’la salud plena’’ son las aseguradoras, la industria aparotológica y la farmacológica.  

Hay que poder elaborar una crítica a lo ‘’normal’’ y repensar ciertas estructuras normalizadoras pero sin caer en la banalización de la salud mental y o en la estupidez prejuiciosa de creer que quienes requieren de ciertos dispositivos como los hospitales psiquiátricos o los psicofármacos, se pueden curar con un té de tilo. No, es más compleja la cuestión.

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