Tiempos de confusiones, de categorías políticas que surgen extraviadas, o definitivamente abandonadas, o alteradas. Por eso el capitalismo se lleva la marca del anarquismo para que su equipo tenga claro que hay un contendiente que no puede volver, ni él en su conjunto ni sus abstracciones más extendidas y comunes: igualdad, solidaridad, derecho, justicia social, trabajo, educación, salud, vivienda.
Pobre anarquismo. Desconfiado históricamente por quienes, coincidiendo en la necesidad de enfrentar la explotación y a los patrones, entendían del valor vital de la organización y del Estado, una diferencia insalvable a la hora de disponer una estrategia común, hoy es invocado como un prefijo del capitalismo, como si ello fuera el componente antisistémico de quienes dominan. Y algunos recurren a ese prefijo para mostrar que el capitalismo es otra cosa.
Por ejemplo, el capitalismo no es Donald Trump, en el Salón Oval de la Casa Blanca, reduciendo a polvo al incondicional Volodimir Zelensky, ante miles de millones de testigos, con una actitud que apenas careció de la agresión física contra ese aliado, hasta el momento del show, de Estados Unidos, Europa e Israel.
Tampoco el capitalismo es el Trump “proteccionista”, ni el que se va a meter en la Franja de Gaza, ni el que se quiere quedar con Groenlandia, el que amenaza a Canadá, ni el que también se deja sospechar por el negocio de las criptomonedas, ni el que otorga carta blanca a los 4/5 dueños de las grandes plataformas comunicacionales y tecnológicas, de escala planetaria.
De ahí la preocupación de los racionalistas del sistema, que ven como salen de escena, muy rápidamente, los argumentos que necesitan para justificar su pertenencia, aunque algunos disimulen hablando de democracia no de capitalismo, un ropaje, el de la democracia, que les va quedando demodé.
“Vimos, en definitiva, y esto es lo más aterrador de todo, a un presidente que nos hizo sentir huérfanos y asustados a todos aquellos que siempre confiamos en los Estados Unidos como el ejemplo modélico de la defensa de los valores democráticos, republicanos, de instituciones liberales sólidas, que imparte justicia y hace respetar la ley tanto en su territorio como cualquier tirano infringe las reglas de convivencia en algún lugar del planeta”.
El texto está escrito por uno de los máximos responsables de un diario y bien podrían agregarse dos cuestiones. Una es creación de Catulo Castillo: “estás desorientado y no sabés/ que trole hay que tomar para seguir”; y la segunda, aunque no lo parezca, mitiga, descortés y poco originalmente, el desencanto: es el capitalismo, estúpido.