“Coches bombas”, “hombres bombas”, enmascarados, jóvenes hastiados, “locos sueltos”, pueden aparecer a la vuelta de cualquier esquina de la nueva Europa, la aterrorizada, en recesión, con muchos “bolsones de pobreza”.
La muerte ronda las calles, teatros, canchas de fútbol, fiestas populares, escuelas, subterráneos, iglesias, shoppings. Las playas, los aeropuertos, las terminales de trenes. Ningún lugar seguro.
Los gobiernos despliegan efectivos de seguridad, miles. Y admiten que la inteligencia de carácter preventiva no alcanza y que cada uno de los objetivos a cuidar excede en largo la cantidad de los miembros de las fuerzas armadas conjuntas. Qué hacer.
Cómo acabar con la incertidumbre y el miedo que crece. Ha llegado la hora de los drones en los balnearios, pero se necesitan más y con mayor autonomía de vuelo. ¿Una hora?, ¿dos?, ¿ocho?
Los gobiernos dicen que la lucha será larga y que habrá más víctimas. ¿Cuántas? ¿Dónde? A la vuelta de la esquina: Torre Eiffel, Puerta de Brandenburgo, Picadilly Circus, ciudades y barrios periféricos. ¿Qué día? ¿A qué hora? Miedo. Mucho miedo.