9 septiembre, 2023

Inteligencia artificial

Por Fernando Roperto

Periodista

En el contexto del desarrollo tecnológico y la automatización, la Inteligencia Artificial se ha convertido en un poderoso medio para consolidar el control y la explotación de la clase dominante sobre la clase trabajadora.

Desde sus inicios, el objetivo principal de la inteligencia artificial ha sido aumentar la eficiencia y la productividad en la producción de bienes y servicios. Sin embargo, esta búsqueda de la máxima eficiencia ha llevado a una creciente concentración de riqueza y poder en manos de unas pocas corporaciones y élites, a costa de los trabajadores, los países más empobrecidos y la comunidad en general.

En el sistema capitalista, la automatización y la inteligencia artificial se utilizan para reemplazar mano de obra humana, lo que conduce a la pérdida de empleos y la precarización laboral. Esto crea una situación en la que una minoría disfruta de los beneficios económicos y sociales de la tecnología, mientras que una gran mayoría enfrenta la incertidumbre y la pobreza.

La recopilación masiva de datos personales por parte de las empresas y gobiernos para alimentar los algoritmos de la IA plantea serias preocupaciones sobre la privacidad y el control sobre nuestras vidas. Estos datos son explotados para multas comerciales y políticas, ampliando la brecha de desigualdad y debilitando la capacidad de la clase trabajadora para resistir y luchar por sus derechos.

Tenemos que entender muy claramente que la Inteligencia Artificial no es neutral. Está impregnada de las relaciones de poder existentes en la sociedad capitalista y se utiliza para perpetuar esas desigualdades. La automatización no es la causa de los problemas, sino la forma en que se implementa y se utiliza en beneficio de una clase privilegiada.

Para abordar estos desafíos desde una perspectiva más humana, solidaria, es necesario cuestionar la propiedad privada de los medios de producción y promover la socialización de la tecnología. La inteligencia artificial y la automatización deben estar al servicio del bienestar de la sociedad en su conjunto, y no solo para la ganancia de unos pocos.

En este sentido, se podría imaginar un sistema en el que la propiedad y el control de la IA estén en manos de la comunidad y sean utilizados para satisfacer las necesidades reales de la población. Además, se debería garantizar que la transición hacia una sociedad más automatizada no implique la explotación y la exclusión de los trabajadores, sino que se traduzca en una reducción significativa de la jornada laboral y en una mejora general de las condiciones de vida.

Otro aspecto significativo en la era de la IA es la concentración de riqueza y poder. Las grandes empresas tecnológicas que controlan la IA y los datos han acumulado una enorme influencia económica y política. Esta concentración de poder puede agravar las desigualdades existentes y aumentar la brecha entre los más ricos y los más pobres. Debemos enfocarnos en cuestionar y abordar la concentración de poder en manos de unas pocas corporaciones tecnológicas. Es necesario establecer regulaciones y políticas que eviten el abuso de la IA y promuevan una distribución más equitativa de sus beneficios. Además, se deben explorar formas de democratizar el acceso y el control de la tecnología para que sus ventajas se compartan más ampliamente.

En conclusión, la inteligencia artificial es una herramienta con el potencial de liberar a la humanidad de trabajos alienantes y repetitivos, pero también representa un desafío para el sistema capitalista actual, que la utiliza para perpetuar la desigualdad y la explotación. La verdadera transformación radica en reorientar la tecnología hacia un objetivo emancipador y colectivo, donde la IA esté al servicio de las necesidades humanas en lugar de los intereses de unos pocos privilegiados.


Nota publicada en la revista H de julio del 2023

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