2 noviembre, 2017

Kuky Coria: “La ciencia es una cuestión de Estado”

Por Leticia Amato (*).- En el marco de una charla distendida, la docente, doctora en ciencia política y antropóloga Kuki Coria se refirió a las ciencias sociales, habló acerca de investigación científica y explicó la “disociación” que existe entre el discurso académico y la realidad, entre otros temas.

-Hay quienes sostienen que la investigación científica debe poseer una cierta neutralidad y mantenerse al margen de la política.

-La ciencia no es neutra, es un ámbito donde se ponen en juego toda clase de intereses. Me parece imprescindible pensar la ciencia como una cuestión de Estado y no como un hacer neutro independiente del resto de las producciones del hombre. Entonces si la ciencia es una cuestión de Estado, cosa de la que estoy realmente convencida, dime qué  política en ciencia y técnica tienes y te diré qué modelo económico-político sostienes.

Observemos lo que ocurre con la minería a cielo abierto, no es la ira divina, es intencionalidad manifiesta política y científica. Si no pensamos a la ciencia como parte de los procesos de liberación de los pueblos, estamos al horno. Y creo que no hay destino para Latinoamérica si no hay realmente ciencias sociales articuladas con el desarrollo del campo del arte y de sus manifestaciones, todo lo que hace a procesos creativos, en función de una primera etapa identitaria que nos ubique frente a lo nuestro.

-¿Cómo entendés la relación entre conciencia social y ciencias sociales?

-Justamente escribí recientemente un artículo titulado “Con-ciencia”. Mirá, hasta los 21 años que ingresé  a la Universidad yo era una persona sumamente reaccionaria, que creía en la ciudadanía, era como una suerte de joven ejemplar, una perejila en la jerga contemporánea. Y por un accidente de la vida, de casualidad, un día en 1972, era la época en que habían matado a Aramburu,  me meten presa. Yo no entendía nada, era como una idiota. Pero tres meses después cuando salí de ahí, era otra persona. Dejé de ser la alumna brillante y la ciudadana ilustre y a partir de ese momento empecé a interpelar a la ciencia, a la antropología en primer lugar porque era estudiante de esa carrera, a tal punto que me costó recibirme unos cuantos años más de lo que le llevó a mis compañeros.

-Cuando hablás de interpelar a la ciencia, ¿a qué te referís?

-Digo a la comunidad científica. Creo que a los cientistas sociales algo nos ha pasado, hemos estado distraídos mucho tiempo porque no puede ser que no tengamos categorías para analizar este presente. No tengo respuestas en este sentido, más bien preguntas vinculadas a ciertas observaciones que he hecho.

Mucha gente muy valiosa interpela a las ciencias sociales y nos pregunta qué estamos haciendo como profesores, como actores sociales. Porque esto que vivimos ahora en el plano político y social no es producto de un accidente, como no fueron producto de un accidente los tres huracanes juntos en EE.UU. ¿Qué pasó? Pasó que hace por lo menos 50 años que las diferentes tendencias de los ambientalistas, los ecologistas y los conservacionistas lo están advirtiendo: el Océano Atlántico subió un grado y ese grado provocó algo que es causa y efecto. Claro es “causas” y efecto porque eso no es solo un problema que visualizaron los cientistas de las ciencias naturales.

-¿Cómo se traza el camino que lleva a la configuración de esas nuevas categorías de análisis?

-La primera cuestión es el modo de investigar de los cientistas sociales. Yo no concibo que desde el pupitre del aula, desde el escritorio del académico se decida cuál es el problema social sobre el que hay que investigar. Para eso existen los diagnósticos participativos, la investigación participativa y evaluadores experto extendido, esto es todo un paradigma porque se trata del conjunto de los ciudadanos de la comunidad que saben de sus problemas tanto o más que vos de tus teorías. Las mal llamadas ciencias duras son las que produjeron estas interpelaciones a las ciencias sociales porque, si de verdad somos consecuentes con el discurso de las ciencias sociales, me pregunto dónde está la gente del barrio, el objeto de estudio, a la hora de la defensa de tesis. El día que al lado de un tesista se sienten los  sujetos de ciudadanía, sujetos de conocimiento y de producción de conocimiento y haya además un jurado de la comunidad, eso será otra cosa.

-¿Planteás que existe una distancia  o incluso una disociación entre el discurso académico y la realidad que ese discurso pretende analizar?

-Sí, totalmente. Puedo decirte que en el noventa por ciento de las tesis de comunicación que yo he evaluado a lo largo de mi trayectoria, todos los temas eran irrelevantes, inservibles o puro entretenimiento.

Durante 25 años les pregunté a los estudiantes de ciencias sociales: ¿qué son las ciencias sociales? La respuesta casi siempre fue: las ciencias sociales no son ciencias. Y entonces yo vuelvo a preguntar: entonces ¿qué estamos haciendo acá? ¿Los imperios son tan tontos que tienen las mejores universidades de ciencias sociales? Y vos cuando seas cientista social ¿qué función vas a tener? Transformar la  realidad me responden. ¡Qué mandato tan cruel te han dado! El problema de los cientistas sociales es que son “intérpretes” y me parece que la cuestión pasa por, más que erigirse como un transformador, en principio conocer, acompañar y coparticipar con los problemas de la comunidad. Una de las dificultades mayores que hemos tenido es no comprender que los problemas de las ciencias sociales no son de “intramuro”.

-¿Cómo repercute en la supuesta autonomía del investigador la cuestión de la financiación de la ciencia?

-Hay que pensar que nunca, ni en el siglo XXI ni en el siglo XV o XVI pueden existir investigadores independientes. Haciendo un recorrido epocal, vemos que Newton era un hombre de Estado. Colón era un científico que se peleó durante años con los sabios de Salamanca. Galileo, con el telescopio facilitó cálculos que luego se aplicaron a la balística. En el ámbito de la salud, diría de Marie Curie para acá, cuántas investigaciones se realizaron a partir de situaciones de guerra, por ejemplo, los implantes que se desarrollan a  consecuencia de la II Guerra Mundial. ¿Por qué ya en esa época había notables capitalistas norteamericanos que querían financiarlas? Y con los laboratorios ocurre lo mismo, las investigaciones están regidas por sus intereses. Me pregunto cómo puede ser que en estos años, la ciencia dejó de estar al servicio del país para estar al servicio de los laboratorios.

-¿Toda la producción del saber humano debe estar encuadrada en modelos legitimadores como el positivismo?

No, en absoluto. Sin embargo mientras esta cosa llamada ciencia sea llamada ciencia, requerirá de condiciones de validación, no será el positivismo, será el antipositivismo, será el funcionalismo, cada época definirá su propio encuadre, aunque parecería que la ciencia no es ajena a otros ámbitos de producción humana. Fijate que ser poeta legitimado no es sencillo. También ahí existen normas y protocolos legitimadores.

-¿El factor legitimador es el paso por la academia?

-No, de ninguna manera. Por ejemplo, hay corrientes de psicólogos que investigan sobre testimonios sentidos en el cuerpo y desde los ´60 trabajan en ese sentido para hacer legal lo que es legítimo. Yo no creo que la ciencia deba estar atada a ningún carro normativo y las normas, en todo caso, deben construirse democráticamente.

Hay un notable descrédito por parte de la sociedad hacia el mundo de la ciencia y lo académico, mostrado por el crecimiento desmedido de las cuestiones alternativas. Si no por qué la gente prefiere ir a que le tiren las cartas en vez de que la revise un médico.

-¿Qué querías ser cuando eras niña?

-De chica quería ser ministra de educación y matemática. De hecho, empecé a estudiar matemática en la Facultad de Exactas de la UBA pero abandoné la carrera cuando ocurre la noche de los bastones largos, en el ’66, cuando intervienen la Facultad y prácticamente todos los profesores se tuvieron que ir al exilio. Exactas era la facultad más combativa en aquella época. Ahí me dije, si no tengo un marco académico que me contenga no voy a hacer nada porque, aunque no lo crean, soy bastante perezosa. La vocación mía era la música, fui discípula de un gran maestro de piano hasta los 15 años, pero me di cuenta que necesitaba algo que me contuviera y para esa época, no era la música. Entonces, me fui a humanas y elegí una carrera prácticamente al azar entre las once carreras que había, y así fue como me recibí de antropóloga, aunque nunca ejercí.

-¿Cómo ves el futuro a mediano plazo?

-Observo jóvenes muy talentosos, que nada tienen que ver con la academia, en el arte por ejemplo. Si bien es otra época, las lógicas de resistencia se han modificado, creo que hay jóvenes que se dan cuenta que este no es un mundo posible a escala humana. Hay algo que no me pasa inadvertido pero me es difícil asimilar: si no hay un reencuentro con la naturaleza, la especie se  extingue. Pero no tengo una visión pesimista, como Lennon, me imagino un mundo mejor.

(*) Periodista. Integrante de la Secretaría de Juventud y Nuevas Tecnologías de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).

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