2 junio, 2020

Una oportunidad para el buen periodismo

Por Luisa Valmaggia (*).- El mundo vive un acontecimiento inédito, que nos sorprendió modificando nuestras vidas como ninguno otro lo había hecho nunca y de manera que marcará no sólo este primer cuarto del siglo y milenio que atravesamos, sino que será decisivo a la hora de estructurar relaciones de poder, gobiernos, modos de producir, maneras de acceder a la educación, la salud, la justicia y por supuesto la información.

Más allá del virus (covid 19) lo que se puede ver, actuando con una potencia inusitada, es la circulación de información, la instantaneidad que las redes y el desarrollo tecnológico proponen, para seguir estimulando la disputa en pos del poder y la supremacía de estados y gobiernos sobre otros Estados y sus poblaciones.

El desarrollo comunicacional al que hemos aludido no aparece destinado a la propagación de información que nos haga mejor la lucha contra la pandemia, sino en muchos casos para generar terror y en otros para diseminar noticias falsas que culpabilizan a China, país que como todos saben fue el primero en denunciar casos de covid 19.

Como quizá nunca la covid 19 viene a poner en tensión y en superficie lo que muchos actores de la comunicación esconden solapada y veladamente e intentan disimular: esto es que hoy la lucha por la hegemonía pasa por el acceso a la información, a la democratización de las redes, al contenido que circula por ellas, y a la participación ciudadana.

Lo que circula no se puede controlar, una vez que se diseminó no hay desmentida que valga. Todo es tamizado por el lugar en donde se recibe, los preconceptos del que lee, escucha o ve, todo se asienta en creencias, en sentido común creado por los actores comunicacionales y poco por un ciudadano/a alienado/a por el bombardeo informativo que le impide discernir entre verdad y noticia falsa.

Ejemplos para que se comprenda: “China es la responsable de crear la covid 19”. No existe prueba científica ni social que sostenga esa afirmación que bien podría desbaratarse con el sólo hecho de enumerar los perjuicios que para ese país significó ralentizar su crecimiento y dedicar su capacidad económica, sanitaria y tecnológica al combate del coronavirus. Sin embargo desde distintos países de occidente –preocupados por el desarrollo de China y su crecimiento en detrimento de EEUU- salieron a culpabilizar al gigante asiático, que ha hecho ingentes esfuerzos por aclarar las falacias de esa información.

En Argentina, por ejemplo, estamos viviendo como periodistas y ciudadanos, cómo quiénes no coinciden con el perfil político de este gobierno, lo atacan con falsas noticias que no tienen fundamento científico cuando se trata de las medidas sanitarias adoptadas ante la pandemia (ideologizando el virus).

O intentan ocultar con artilugios mediáticos las operaciones judiciales adjudicadas al gobierno anterior. En esta maraña, abunda la hiper-información, la imposibilidad de discernir, la ausencia del chequeo de fuentes.

Algo en común de quienes difaman y mienten en épocas de la covid 19. Llegaron por el voto popular, como Bolsonaro y Trump (por poner sólo dos nombres) pero se les hace imposible sostenerse si no continúan con la carrera de mentiras que diseminan a través de los medios. Operan sobre una franja de la sociedad ignorante (no por falta de estudios) sino por desconocimiento de los procesos sociales, del manejo mediático, de la incorporación de las neurociencias en la elaboración de mensajes predefinidos para que sean efectivos y lleguen produciendo determinados comportamientos, porque operan sobre los miedos atávicos que la cultura ha ido domando en algunos sectores pero que en otros no ha podido calar. Por ejemplo,  el susto que se instala en eso “de que vengan por mis cosas y que me he ganado por esfuerzo propio”, el egoísmo-ombliguismo, y el sentimiento de que soy un ser individual y no social, que me salvo solo y no con todos.

Para un modelo de comunicación realmente democrático que refleje los intereses nacionales y populares, un desafío enorme: la posibilidad de desarticular tanta mentira, de abrir horizontes en las áreas comunicacionales, en la democratización real de la palabra y su circulación, en el sostenimiento de esas estructuras que quedaron a medio camino en la Argentina con el poder entrelazado de los medios concentrados, una parte de la justicia y del poder real que sostiene económicamente a esas estructuras.

Hay un camino, casi desfiladero, entre el poder del Estado y el poder de los medios concentrados: entre esos dos actores, los comunicadores democráticos deberemos  encontrar espacio para divulgar información que ayude a los procesos de cambio y así a avanzar en la construcción de nuevos medios que permitan la expresión de enormes sectores populares que hoy no tienen acceso y que si lo hacen es por casualidad, para ser utilizados como supuesto ejemplo de “democracia”. Hay muchos ejemplos de ello que intentan demostrar falsamente “la pluralidad” que no tienen.

El camino no es fácil, pero la covid 19 es una oportunidad para que todo emerja con mayor claridad, para que los que tenemos mayor responsabilidad no bajemos los brazos, para aprovechar a los gobiernos que tienen a los pueblos como el destino de sus políticas sociales benefactoras y construir un escenario diferente al que impera hoy. Habrá resistencia del poder real instituido y habrá coraje y convicción de quienes venimos dando pelea desde hace décadas y la batalla final aún no se ha producido.

Los efectos del Covid 19 son tan dañinos y letales como una información amañada, falsa, prejuiciosa y mentirosa y también en esa pelea nos va la supervivencia. Aspiro a que el 7 de junio, día del periodista, no sea apenas una fecha de calendario.

(*) Periodista.

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