En el mundo viven más de dos mil millones de personas privadas de uno de los derechos humanos más elementales: el acceso a los servicios básicos de agua y saneamiento.
Un reciente informe sobre el desarrollo de los recursos hídricos, elaborado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pone en evidencia una carencia que deteriora la calidad de vida de miles de millones de seres vivos.
El trabajo, titulado No dejar a nadie atrás, revela, por ejemplo, que la mitad de la población mundial que bebe agua de fuentes no protegidas habita en África.
Tan sólo el veinticuatro por ciento de quienes viven en África subsahariana pueden acceder al agua potable y el veintiocho por ciento a instalaciones básicas de saneamiento.
Otro dato que entrega el informe, demuestra las diferencias que existen entre ricos y pobres, ya que los pobres que no tienen acceso al agua corriente terminan pagando por ella sumas diez o veinte veces mayores que los ricos.
En el año 2010, se estableció que el acceso al agua potable y al saneamiento es un derecho humano. La resolución, adoptada en una asamblea general de la ONU, establecía que “los Estados deben crear condiciones para brindar acceso universal al agua y al saneamiento, sin discriminación y dando prioridad a los más vulnerables”, algo que, evidentemente, parece imposible de alcanzar en la actualidad.
Como muestra de ello, vale destacar que en 2015, tres de cada diez seres humanos -2100 millones de personas- no tenían acceso al agua potable, y seis de cada diez -4500 millones- no tenían a su alcance instalaciones de saneamiento gestionadas de forma segura.