20 octubre, 2016

La muerte de Diego Bonadeo

No se podrá decir que ese Diego Bonadeo ácido, mordaz, que solía incomodar a sus entrevistadores cuando de periodista con opiniones fuertes ejerciendo su profesión se convirtió en una personaje requerido para que dijera lo que pensaba acerca de nombres, historias y conductas, no fue un hombre formado, conocedor de muchos deportes y un trabajador de medios importantes.

El paso por El Gráfico, La Nación, Sport 80, Canal 7, los mundiales de 1974 y 1978, “los buenos y los malos” (en la radio Belgrano que recuperó la democracia) y hasta sus últimos días Página 12, hablan de un recorrido laboral por espacios que en muchos casos se convirtieron en emblemáticos.

Transitó por esos lugares (haciendo fútbol, rugby, polo) cuando El Gráfico llevaba la impronta de Dante Panzeri y La Nación Deportes era dirigida por Alberto Laya (dos maestros a los que Bonadeo recordó siempre con un respecto y cariño poco habitual en él); fue uno de los impulsores de aquella experiencia de Sport 80, junto al Negro Eguía, Néstor Ibarra, Fernando Niembro y un numeroso grupo de periodistas que terminaron acertando en su apuesta por un nuevo relator, el hasta ahí desconocido Victor Hugo Morales, acaso su principal foco de ataque de los últimos años (pero no el único de ese grupo de trabajo en radio Mitre).

En Canal 7 formó parte del equipo que transmitía fútbol a comienzos de los 70, el que encabezaba José Maria Muñoz, donde Enrique Macaya Márquez ya asomaba como el comentarista estrella y en el que Horacio Aiello, Oscar Gañete Blasco, César Abraham, Marcelo Araujo, Mauro Viale completaban la nómina junto a Bonadeo, en un período en el que se hizo conocido. En la emisora estatal cubrió los mundiales de 1974 y 1978, este último un hecho utilizado por sus detractores para restarle valor a las críticas a las que eran sometidos por Bonadeo, un recurso bastante poco eficaz.

En el inicio de la democracia, en 1984, condujo por radio Belgrano, un símbolo de esos tiempos, “Los buenos y los malos”, junto a Ezequiel Fernández Moores, Alejandro Fabbri y Marcelo Manuele, todos ellos integrantes de una nueva generación de periodistas.

Conocer el paño de la actividad y tener conceptos, una opinión formada y convertirse en férreo defensor de algunas causas y personas (su permanente aval a César Luis Menotti fue el más significativo), además de un carácter complejo (“soy medio cabrón”) lo fueron alejando de aquellos medios, manteniendo su columna durante años en Página 12.

Sin embargo, pocas cosas reflejan mejor la personalidad de Bonadeo como la situación vivida con su programa “Fútbol Prohibido”, un espacio que surgió en cable y terminó sus días en Canal 9, cuando fuera levantado debido a la presión de Torneos y Competencias.

En esa audición que conducía junto a Norberto el Ruso Verea, José Gabriel Carbajal y Diego Gvirtz, en su única incursión televisiva, y por donde había pasado Carlos Juvenal hasta su muerte, se utilizaban imágenes de fútbol eludiendo la imposibilidad de hacerlo hasta concluir Fútbol de Primera (el programa iba una hora antes), debido al contrato de exclusividad que tenía Torneos. Corría el año 1997.

La decisión de Canal 9 de sacarlo del aire provocó un último programa muy especial, con una tribuna de dirigentes políticos, sociales, periodistas (estuvo presente la UTPBA) desde la que se cantaban consignas contra Torneos, como lo recordó hace un tiempo Gonzalo Bonadeo, y se pedía por la continuidad del programa, algo que finalmente no ocurrió, a pesar de la presentación judicial encarada por Bonadeo y Gvirtz, como productor, que se terminó cayendo cuando este último terminó trabajando para Torneos.

La denuncia de esa conducta de su ex productor y ex compañero fue la expresión más transparente de los valores con los que intentaba actuar Diego Bonadeo, aunque muchos le cuestionaran (no por este caso en particular) su rigidez, el tono descalificador y la generalización de sus críticas, donde su indudable sinceridad era a veces puesta en un segundo plano por los que explotan a los “polémicos” desde el oportunismo mediático.

Diego Bonadeo tenía 77 años y dejó el sello de sus broncas y de una forma de ejercer el periodismo.

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