2 noviembre, 2018

La mujer del ADN

Por Ana Villarreal (*).- La comprensión de la estructura del ADN y su implicancia en el campo de la genética es, sin lugar a dudas, uno de los descubrimientos científicos más trascendentes del siglo pasado. Rosalind Franklin, con su aporte de las imágenes de defracción de los rayos X, que llevaron a la revelación de la forma de doble hélice, contribuyó, personalmente y de manera decisiva, al revolucionario avance.

Normativas culturales tácitas  y explícitas limitaban la vida de las mujeres en la década de los cincuenta del siglo pasado, aún en los niveles sociales más instruidos y en los espacios dedicados a la investigación científica. Rosalind Franklin no permaneció indolente al costado de esas injusticias. Militó activamente en organizaciones sindicales y movimientos que se gestaron, entre otras causas, para pelear por el voto femenino.

Y fue en el marco de esos comportamientos excluyentes, cuando a las mujeres se les impedía frecuentar el café de la universidad londinense del King College, donde uno de sus colegas, Maurice Wilkins compartió con James Watson, a espaldas de Rosalind Franklin los descubrimientos que ésta había realizado y que los llevaría años más tarde a sentar las bases del funcionamiento de las moléculas del ADN y por los que ambos científicos, junto a Francis Crick, se hicieron acreedores del Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962. 

Rosalind Franklin murió como consecuencia de un cáncer de ovarios, en 1958, cuatro años antes de la entrega del Nobel a sus colegas. Es una norma de la Academia Sueca no otorgar reconocimientos post morten. A pesar de ello, llamativamente, ninguno de los galardonados hizo referencia a los revolucionarios aportes de la científica, en el momento de sus discursos.

Algunos testimonios de familiares directos de Rosalind, han señalado que la joven investigadora era muy consciente de los comportamientos sexistas de sus colegas. También coincidieron en remarcar la personalidad de Rosalind signada por la lógica. Su madre subrayó dicho carácter al referenciar que “siendo muy niña se negaba a aceptar una afirmación o una creencia para la que no hubiera una lógica o una prueba que la demostrara como válida”.

Muchos años más tarde de la muerte de la científica, en 2003,  la Royal Society del Reino Unido, estableció el Premio Rosalind Franklin para ayudar a las mujeres en la investigación científica. Un reconocimiento tardío, pero justo al aporte de la mujer que sentó bases para el avance en descifrar el ADN y los avances en el conocimiento de la genética.

(*) Periodista. Miembro de conducción de la UTPBA.

 

La pulseada de Kepa Junkera

Por Ana Villarreal.

Periodista y escritora. Miembro de Conducción de la UTPBA y delegada a la FELAP.
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Compañero Martínez Pírez ¡Presente!

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Maggie Cullen: “No quiero que se deje de escuchar el folklore”

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