Por Sebastián Duarte (*).- No cabe dudas que los tiempos presentes no sólo impactan al hoy dentro del ámbito de la cultura, sino también al mañana.
Es cierto que el desconcierto que genera la irrupción mundial del Coronavirus no tiene precedente alguno. Eso no se discute. Pero sí es discutible cómo se proyectarán ciertas actividades que viven prioritariamente del público: músicos, actores, titiriteros, payasos aún no encuentran una posibilidad concreta de adquirir remuneración para sobrevivir. Es que por más que la deconstrucción del arte en búsqueda de nuevas modalidad de subsistencia se vea alterada y forzada al contacto a través de la web, del “en vivo”, de las suscripciones para mirar sus espectáculos por pantallas, nada es igual a lo palpable: una pantalla no deja de ser una pantalla.
El arte escénico se transmite a través de las emociones en vivo y en directo, desde los teatros griegos hace siglos atrás hasta los recitales en River Plate o en Niceto Club, en Palermo Soho.
Lo cierto es que la búsqueda hacia una solución aún no queda clara. Los artistas intentan recaudar a través de espectáculos vía internet, pero muchos encuentran palos en la rueda por la búsqueda de recaudación de entidades como SADAIC, entre otras. Entonces los más lastimados terminan siendo los artistas con menos público, aunque también los más populares se encuentran con inconvenientes si es que responden a alguna discográfica de medio estatus para arriba.
Por lo pronto, los popes de festivales se esmeran en tratar de convencer a las masas para que acudan a festivales virtuales, vía streaming, con escenarios, espacios virtuales interactivos para intentar que se interrelacionen a través de una computadora, “que sientas que estás allí”, tal como reza un eslogan de difusión. Algo así como ser protagonista de un videojuego, tales como la Playstation o los que ofrecen las casas de videojuegos en la Costa Atlántica cuando es tiempo de vacacionar frente a una realidad normal y no fuera de serie como la actual.
En Europa se viene ensayando algunas variantes, como por ejemplo recitales de músicos sobre un escenario, con público que esté dentro de sus autos, algo así como los viejos autocines, a los que muchos jóvenes décadas atrás, cuando aún existían esos espacios enormes, frecuentaban con sus parejas.
Una de las tantas preguntas es si este quiebre cultural será una situación pasajera o llegará para quedarse cuando los popes que manejen la botonera del espectáculo virtual le encuentren la vuelta al tornillo. Tampoco aún se puede saber. También cabe destacar que si quizás apareciera una vacuna contra el COVID -19 probablemente de a poco todo el ámbito del arte y la cultura volverían a la “normalidad”. Sin embargo ese no es el tema central, sino de qué se “disfraza” o transforma este advenimiento para nada cómodo, que aún no se sabe si será o no rentable para paliar la economía que golpea a cada uno de sus integrantes en sus bolsillos: chicos, medianos y grandes.
El tiempo corre, el dinero no alcanza o, peor aún, no ingresa. ¿Soluciones? Tanto las discográficas como los grandes productores son los que tiene la sartén por el mango. Los más pequeños deben y deberán apelar al ingenio, a la incertidumbre y a apostar con las herramientas que tienen y tengan a mano. Lo cierto es que en esta apuesta nadie quiere quedar afuera. Cito un ejemplo de hace un mes atrás: una famosa fiesta llamada Bresh se impuso como “moda” virtual a través de su página web. Esa fiesta ya resultaba ser un éxito en convocatoria cuando se realizaba en espacios nocturnos. Probaron en trasladarla a las pantallas y funcionó: cientos de miles de personas se engancharon madrugadas enteras durante fines de semana a bailar en los livings, comedores o piezas de sus casas, con la música que difundía un DJ de turno.
De pronto, ¿qué detalle encontró SADAIC en este éxito rotundo? Que el anfitrión de las bandejas llevaba un logo de un auspiciante en su remera. ¿La decisión? Exigirle al organizador un porcentaje de ganancia por el hecho de contar con esponsoreo. Por eso mismo, mientras productores buscan la manera de ganar, desde otras partes nadie quiere quedarse afuera del jugo. Hoy es el streaming lo que se avecina, la manera de difundir que están aprobando algunos alcaldes de diversas ciudades en Argentina; se está empezando a desarrollar el experimento. Veremos cómo sigue esta película. Por ahora vacuna contra el Coronavirus ciertamente no existe en ningún lado del planeta: respecto a una solución real contra el problema mayor por lo pronto también solo se trata de ensayos.
(*) Periodista. Miembro de Conducción de la UTPBA. Autor de los libros “Ricky de Flema: el ultimo punk” y “Yo toque en cemento”. Editor del sitio www.musicasdelmundo.com.ar