16 diciembre, 2019

La OTAN pretende convertirse en ‎alianza atlántico-pacífica

Por Thierry Meyssan (*).- Lo único que la prensa internacional mencionó de la cumbre del 70º aniversario de la OTAN, ‎realizada en Londres, fueron las peleas que la antecedieron y las risas burlonas que marcaron su ‎desarrollo. Por supuesto, eso estaba lejos de ser lo importante. ‎

En el momento de la creación de la OTAN, su secretario general, Lord Hastings Lionel Ismay, ‎definió la función de la alianza atlántica como “mantener la Unión Soviética afuera, a los americanos dentro y a los alemanes abajo” (keep the Soviet Union out, the Americans in, and the Germans down). Como ese objetivo ‎desapareció junto con la «patria del comunismo», se trató de presentar a Rusia como ‎continuadora de la URSS. Después, se aceptó la idea de autorizar Alemania a disponer de su ‎propia política. Finalmente, se planteó la extensión de la OTAN hacia el Pacífico para ‎‎«contener» a China, lo cual acaba de confirmarse.‎

Los insultos entre los participantes durante la cumbre de Londres dan una mala imagen de ‎la OTAN, pero corresponden al resurgimiento de la antigua rivalidad entre Francia y Alemania. ‎Francia pretende convertirse en gran potencia, apoyándose simultáneamente en su bomba ‎atómica y en el Estado supranacional europeo, mientras que Alemania no puede plantearse la ‎posibilidad de convertirse en gran potencia sin el paraguas nuclear de la OTAN.‎

Esta situación se refleja en lo que pasa con Siria y con el Sahel. ‎

Sobre Siria, Francia rechaza el ataque de Turquía contra los mercenarios kurdos del PKK/YPG ‎mientras que Alemania se plantea desplegar tropas alemanas bajo control de la OTAN. Pero ‎ni Francia ni Alemania logran avanzar y Estados Unidos sigue siendo la fuerza que controla ‎el juego. ‎

En el Sahel, Francia ya encuentra demasiado pesada para ella la tarea de mantener el statu quo ‎mientras que Alemania estaría dispuesta a aumentar su propia participación… pero únicamente ‎bajo las órdenes de Estados Unidos. En esta región sucede lo mismo que en Siria, Francia y ‎Alemania no logran avanzar hacia sus objetivos. Todos han entendido que la retórica ‎antiterrorista sólo esconde otra cosa: la necesidad de mantener en el poder los gobiernos ‎actuales, que permiten a las potencias explotar los recursos de la región. Y, también en esta ‎región, Estados Unidos se mantiene en la posición de quien da las órdenes y tiene intenciones de ‎ser el primero en beneficiarse con la explotación de los recursos regionales. ‎

La novedad de esta cumbre de la OTAN es la posible apertura del “frente chino”, lo cual ‎supondría convertir la alianza atlántica en un bloque militar “atlántico-pacífico”. Según los ‎estudios del Pentágono, sería conveniente incorporar Australia, la India y Japón a ese bloque, para ‎cercar a China, como se hizo con Rusia. Ese proceso, que podría exigir un decenio de trabajo, ‎acaba de comenzar con la cumbre de Londres. ‎

Por lo pronto, el PaCom –o sea, el Mando de Estados Unidos para el Pacífico– ya fue ‎rebautizado, en tiempos del secretario de Defensa Jim Mattis, con la denominación IndoPaCom.

Más recientemente, el nuevo secretario de Defensa, Mark Esper, y el secretario de Estado, Mike ‎Pompeo, así como el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, viajaron discretamente a ‎Sydney, a principios de agosto, para tantear a los dirigentes australianos, quienes –aunque ven el ‎asunto como un honor– parecen espantados ante la perspectiva de aceptar el despliegue de ‎misiles nucleares en Australia. ‎

También hubo contactos con la India y con Japón, pero resultaron mucho menos exitosos. ‎Al mismo tiempo, Estados Unidos revisó sus políticas hacia Corea del Sur, Indonesia, Myanmar, ‎Filipinas, Tailandia y Vietnam para propiciar acercamientos entre los ejércitos de esos países. ‎Estos están acostumbrados a trabajar con el personal del Pentágono pero no suele relacionarse entre sí. ‎

Pekín ya había entendido, desde 2014, que el deseo estadounidense de salir del Tratado INF era el ‎reflejo de una política más antichina que antirrusa. Ahora ya es evidente que habrá un despliegue ‎de misiles nucleares estadounidenses alrededor de China y que la OTAN seguirá esa política. ‎

Para los chinos, esto es un retroceso, un regreso a la época –a finales del siglo XIX– en que ‎Estados Unidos elaboró su “doctrina de la Puerta Abierta”. En aquella época se trataba de ‎instaurar entre los imperios coloniales un pacto para que establecieran una forma de libre ‎competencia entre sí y para que explotaran regiones subdesarrolladas en vez de guerrear unos ‎con otros para apoderarse de tal o mas cual territorio. Gracias a su superioridad industrial, ‎Estados Unidos estaba seguro de lograr imponerse. Para llevar adelante esa agresión, ‎Washington desarrolló un discurso apaciguador: apoyó “la integridad territorial y la soberanía” ‎de los países donde quería hacer negocios y favoreció el fortalecimiento de los gobiernos locales, ‎en la medida en que esos gobiernos eran capaces de garantizar la aplicación de los tratados ‎desiguales. De esa manera, esos países se controlaban a sí mismos… en beneficio de ‎Estados Unidos. La falsedad de las declaraciones de principio que emitía Estados Unidos quedó ‎demostrada con las agresiones japonesas contra China: Washington respaldó todas las exigencias ‎japonesas y permitió el desmembramiento del este de China. ‎

Es precisamente aquella experiencia de haber tenido que luchar simultáneamente contra todos los ‎imperios coloniales, coaligados contra China –incluyendo la Rusia zarista–, lo que ha llevado al ‎presidente Xi Jinping a acercarse a su homólogo ruso Vladimir Putin, cuyo país sufrió ‎posteriormente una agresión similar. Tanto China como Rusia están conscientes de que algún día ‎tendrán que enfrentarse nuevamente a esas potencias. Sin embargo, el Pentágono apuesta a que, ‎en el momento decisivo, Moscú no apoyará a Pekín. Pero esa estimación es anterior a la ‎aparición de los misiles hipersónicos rusos. ‎

China no se plantea esta guerra en los mismos términos que la OTAN. Su intención es desplazar el ‎campo de batalla al terreno informático y destruir el armamento de la OTAN ampliada con una ‎serie de ataques cibernéticos, antes de que ese armamento llegue a ser utilizado. ‎

En octubre de 2011, la entonces secretaria de Estado Hillary Clinton lanzaba en Foreign Policy ‎su llamado a «volverse hacia Asia» (pivot to Asia), según el cual Estados Unidos tendría que ‎salir de Europa y del Medio Oriente ampliado para desplegarse en el Extremo Oriente ‎‎ [6]. En marzo de 2013, ‎el consejero de seguridad nacional, Tom Donilon, exponía ese plan ante la Asia Society . El plan incluía un dispositivo diplomático y financiero: el ‎proyecto de Acuerdo de Asociación Transpacífica. ‎

Pero el Pentágono rectificó el tiro con rapidez: no sería cuestión de salir de una región del ‎mundo para desplegarse en otra sino de ampliar el despliegue partiendo de una región para ‎abarcar también la otra. En eso consistía la noción de “reequilibramiento” (rebalance), ‎la única compatible con la continuación de la guerra sin fin (war without end) en el Medio ‎Oriente ampliado, o Gran Medio Oriente. Viendo que no lograba convencer, el Pentágono cortó ‎abruptamente el debate subrayando que era imposible –desde un punto de vista presupuestario– ‎mantener 3 frentes al mismo tiempo [8]. Pero, ‎desde aquella época, el Pentágono ha comprado grandes cantidades de armamento y ha venido ‎acumulándolas en la región del Pacífico. ‎

En cuanto llegó a la Casa Blanca, el presidente Donald Trump trató de poner fin a ese espejismo ‎sacando a Estados Unidos del Acuerdo de Asociación Transpacífica. Pero el Pentágono mantiene ‎su rumbo inexorablemente y acaba de imponer su propia visión después de 9 años de ‎inútil palabreo. ‎

Mientras Francia afirma, por boca del presidente Emmanuel Macron, que la OTAN está en estado ‎de “muerte cerebra”, el Pentágono acaba de iniciar la transformación del bloque militar ‎atlántico en una organización global. Todos los países miembros de la OTAN firmaron, ‎sin detenerse a pensarlo, la Declaración de Londres, según la cual: ‎

“Estamos conscientes de que la creciente influencia y las políticas internacionales ‎de China presentan simultáneamente oportunidades y desafíos, a los que tenemos que ‎responder juntos, como alianza”.

El proceso ha comenzado. ‎

(*) Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire.

-Fuente: https://www.voltairenet.org/

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Periodista y escritora. Miembro de Conducción de la UTPBA y delegada a la FELAP.
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