Por Carlos Baldino (*).- Al nivel de exposición de las redes sociales tenemos que sumarle el análisis de nuestro comportamiento registrado por cámaras de seguridad.
En la ciudad de Buenos Aires existen tres mil equipos de filmación dispuestos por las policías federal y metropolitana, a los que se le suman doscientos patrulleros que, en forma piloto, están equipados con cámaras, y un sinfín de pertenecientes a empresas privadas, edificios y comercios que registran de un modo u otro nuestros pasos diariamente.
Si dividimos las cámaras entre los habitantes de Buenos Aires, hay aproximadamente una cámara cada mil personas. El Reino Unido, por su parte, es el territorio más vigilado de Europa. Posee seis millones, aproximadamente una cada once personas. China rompe todos los límites con ciento setenta millones de cámaras, una cada siete habitantes.
Si asociamos esta realidad de vigilancia constante que se vive en la actualidad con la tecnología aplicada al procesamiento de video y los procesos de identificación actuales, nos encontramos con un combo alarmante.
Las cámaras ya pueden identificar la edad de las personas, su género, etnia o hasta su propia identidad. China posee un proceso de identificación de personas tan eficiente que, en tan sólo siete minutos, luego de capturar tu rostro, un policía puede identificarte.
En ese mismo país, las escuelas son escenarios experimentales. Se están probando algoritmos de IA (Inteligencia Artificial) asociados al procesamiento de imágenes, para determinar el comportamiento y estado de ánimo de los alumnos, pudiendo saber si están contentos, tristes, si prestan atención o si se encuentran dispersos.
Esta tecnología dispuesta a las cámaras callejeras de las ciudades mencionadas, puede volver realidad el paroxismo de George Orwell y su sociedad vigilada.
(*) Secretario de Juventud de la UTPBA. Ingeniero en sistemas.