Por Ana Villarreal (*).- Las unió la audacia y la conciencia. Con organización y coraje ganaron las calles de Barracas, La Boca y San Telmo. Ellas fueron protagonistas de gestas como la huelga de las fosforeras, la huelga de inquilinos y la marcha de las escobas.

Comenzaba el siglo XX y las mujeres tuvieron un protagonismo que la mirada de cierta historia pretende subestimar o poner bajo la sombra de hitos como la instauración del voto femenino y otros sucesos de los años cincuenta.

Estas luchas con el signo de Federación Obrera de la República Argentina (FORA), la Unión Gremial Femenina y el Centro Anarquista Femenino marcaron el camino para miles de mujeres que reclamaron mejoras salariales, de condiciones de trabajo y de hábitat.

Las dos huelgas emblemáticas tuvieron su gesta en el barrio de Barracas. En la zona y en Avellaneda estaban los principales establecimientos de la industria del fósforo. También en el sur de la ciudad se concentraban la mayoría de los conventillos a raíz de que las familias adineradas abandonaran sus señoriales propiedades por la declaración de la epidemia de la fiebre amarilla en 1870. Los propietarios, entonces, destinaron dichas mansiones a casas de inquilinato.

En junio de 1906 las trabajadoras fosforeras iniciaron su lucha por mejoras salariales y de condiciones de trabajo. El conflicto tuvo su tregua, pero se volvió a manifestar luego que las patronales despidieran a gran parte de las huelguistas. La medida involucró a 3 mil empleadas de Barracas, Avellaneda y Paraná.

En el marco del conflicto, todo el barrio del sur porteño se solidarizó con las fosforeras. Así, se lanzó a las calles en reclamo de la inmediata liberación de las obreras, que habían sido detenidas por la policía, bajo el mando del coronel Ramón Falcón, quien pasó a la historia por ordenar salvajes embestidas contra los trabajadores.

En agosto del año siguiente, la administración de la ciudad de Buenos Aires incrementó considerablemente el impuesto inmobiliario. Los dueños de las propiedades destinadas a inquilinatos, cerca de 2500 unidades por entonces, decidieron trasladar dicho aumento al precio de los alquileres.

La respuesta de los habitantes de los conventillos no se hizo esperar. Y, nuevamente, en Barracas, las mujeres de una casa ubicada en la calle Uspallata y de otra de la calle Ituzaingó al 200 iniciaron la medida. Se recoge de algunos testimonios de la época que las señoras de la calle Ituzaingó enfrentaron al administrador en el patio de la vivienda y que como éste no cejara en defender los intereses del propietario, lo rodearon, lo dejaron en paños menores y así lo pasearon por varias cuadras de la calle Santa Lucía, hoy avenida Montes de Oca.

Otro grupo de mujeres condujo la resistencia, cuerpo a cuerpo, contra la represión policial del coronel Falcón. Desde los techos de un conventillo de la calle San Juan y desde la entrada a la casa hicieron frente en pleno mes de julio al accionar del cuerpo de bomberos que les arrojaban agua helada con sus mangueras de alta presión.

La marcha de las escobas, una de las manifestaciones realizadas en el marco de la huelga de inquilinos partió de uno de los conventillos del barrio de La Boca. A las mujeres y niños que la iniciaron se fueron uniendo cientos de personas de todos los conventillos de la ciudad.

Levantaban las escobas como banderas “para barrer la injusticia”, decían cuando el alquiler de una pieza significaba el 25 por ciento del sueldo de un obrero con salario medio.