20 octubre, 2016

Luis Almagro y el camino sin retorno

Por William Puente (*).- El representante de Ecuador ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Marco Albuja, culpó al secretario general del organismo continental, el uruguayo Luis Almagro, de haber hecho “una campaña silenciosa por la muerte” al no pronunciarse claramente en favor del Sí en el plebiscito sobre el Acuerdo de Paz en Colombia.

“Quien no se juega la camiseta por la paz hace una campaña silenciosa por la muerte y esa es la campaña que ha emprendido lastimosamente el secretario general” de la OEA, dijo Albuja.

El cuestionamiento se suma a las numerosas críticas que ha recibido el diplomático por haber tomado decididamente partido en contra del presidente Nicolás Maduro en el conflicto venezolano, con reproches que han partido desde las propias tiendas a las que perteneció Almagro, el Frente Amplio uruguayo, y de quien fuera su mentor para llegar a la conducción del organismo continental, el ex presidente José Mujica.

Albuja recordó que dirigentes internacionales como los secretarios generales de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, y de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), Ernesto Samper, o el papa Francisco, se manifestaron claramente en favor de los acuerdos celebrados en La Habana con las FARC-EP, impulsados por el presidente colombiano Juan Manuel Santos, pero que Almagro no se sumó a esos líderes y que, en los últimos seis meses, difundió “más de 456 tuits de su cuenta personal y de la OEA respecto a Venezuela, prácticamente llamando a la insurrección, y no hay un solo tuit que hable sobre el Sí de la paz en Colombia”.

El triunfo del No en el plebiscito del domingo 2 de octubre –que sorprendió a muchos dirigentes políticos y consultores- fortaleció las posiciones del ex presidente colombiano Alvaro Uribe y de otros sectores que se oponían a los convenios firmados, pero el derrotado Santos recibió un espaldarazo de último momento al ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para acabar con un conflicto armado que ya lleva más de medio siglo.

Almagro se limitó a difundir un tuit en el que expresó que “ahora sí hay que oír al 60% de la población que no votó”.

Tres meses después de haber sido elegido secretario general de la OEA el 18 de marzo de 2015 con el respaldo de 33 de los 34 Estados que la integran, el uruguayo ya se había granjeado tres enemigos: Además de Venezuela –a cuyo líder opositor Hernán Capriles recibió durante dos horas el 27 de julio de aquel año-, también Haití y República Dominicana mostraron su enojo por las declaraciones de Almagro a la cadena de televisión CNN, en las que se refirió al litigio diplomático de ambos países por una crisis migratoria. Había dicho que La Española “es una pequeña isla con dos países, con realidades sociales muy diferentes, con realidades económicas muy diferentes, con realidades políticas muy diferentes”, lo que causó la molestia de Santo Domingo, que entendió que no era imparcial en el conflicto y presentó una queja formal. Y también los haitianos comenzaron a desconfiar de las indefiniciones de Almagro en momentos en que muchos de sus compatriotas emigrados se sentían discriminados en Dominicana y temían posibles deportaciones.

El lado del que calienta el sol

Nacido en Paysandú hace 53 años, padre de siete hijos, descendiente de una familia de ganaderos y agricultores –aún conserva una chacra a medio camino entre Santa Lucía y la ciudad de Canelones-, Luis Almagro Lemes inició su carrera política en el Partido Blanco, donde deambuló por varios sectores de esa comunidad conservadora.

En la Universidad pública se había recibido de abogado pero rápidamente ingresó a la carrera diplomática, ocupó diversos cargos en la Cancillería encabezada por gobiernos blancos o colorados y fue embajador en Alemania, en Irán y en China, y en algún recodo del camino conoció y fue seducido por la personalidad del Pepe Mujica y cambió la divisa partidaria para integrarse al Movimiento de Participación Popular (MPP), fundado entre otras agrupaciones por los tupamaros a la salida de la dictadura para participar electoralmente dento de la coalición Frente Amplio.

Cuando asumió la Presidencia el 1º de marzo de 2010, José Mujica lo designó ministro de Relaciones Exteriores y Almagro mostró que tenía aún ambiciones mayores. Con buen ojo para colocarse del lado donde más calienta el sol y un adecuado manejo diplomático, se fue posicionando para que el futuro no lo sorprendiera fuera del circuito adecuado. El día en que se difundió la noticia de la muerte de Osama Bin Laden, supuestamente ocurrida el 2 de mayo de 2011 en la localidad paquistaní de Abbottabad, el canciller uruguayo afirmó que ese hecho constituía “un golpe al terrorismo internacional”, porque el líder de Al Qaida “tenía cuentas pendientes con la justicia y con el mundo”.

“Si bien ninguna muerte puede ser celebrada, tampoco podemos dejar de permanecer atentos a que el terrorismo debe ser condenado y que no debemos ser ajenos al respecto”, añadió Almagro. “Por lo tanto rescatamos lo positivo de este tema, cómo se ejecutó el mismo y definitivamente lo positivo es el golpe asestado al terrorismo internacional”.

El presidente Barak Obama dijo entonces que sus tropas ingresaron a Pakistán para realizar la operación por su cuenta y directamente asesinaron a Bin Laden. Aseguró que “se ha hecho justicia” y advirtió claramente que, “como nación, no hay nada que no podamos hacer”. El cuerpo fue arrojado al mar, según la versión oficial. Todo bastante siniestro. Uruguay reconocía a la Corte Penal Internacional (CPI), pero Estados Unidos no. Sin embargo, quizás para la Cancillería oriental debió ser, por ejemplo, la CPI el organismo indicado para juzgar a Bin Laden, de la misma forma en que lo hizo con Omar Al-Bashir, presidente de Sudán, condenado por crímenes de guerra y por crímenes contra la Humanidad. Pero Luis Almagro conocía que, en ese tema crucial, lo más aconsejable era buscar la tibieza del sol y formular las declaraciones adecuadas.

Otra piedra en el zapato de Washington era Venezuela y eso también lo sabía muy bien Almagro, que actuó en consecuencia desde su primer día al frente de la Cancillería oriental. En declaraciones a la Radio El Espectador, de Montevideo, el 2 de julio de 2012 confirmó que en la reunión de cancilleres preparatoria para la cumbre del Mercosur en Mendoza, “nosotros fuimos especialmente contrarios al ingreso de Venezuela” al bloque regional. “Yo personalmente como canciller cuando se leyó la declaración de ingreso de Venezuela me retiro de sala. Tengo las mismas objeciones sobre la legalidad del procedimiento, tengo que pasar esta declaración a los servicios jurídicos del ministerio y analizar nuevamente la legalidad de esta medida”, aclaró.

En las postrimerías del mandato de Mujica, Almagro comenzó a despejar el camino para reemplazar al chileno José Miguel Insulza en la secretaría general de la OEA, emulando a su compatriota José Antonio Mora Otero, el único uruguayo que había ocupado ese puesto y durante cuyo mandato el organismo votó la moción impulsada por Estados Unidos para expulsar a Cuba en 1962.

La ayuda del Pepe, que entonces estaba en la cresta de la ola y gozaba de gran popularidad internacional, fue decisiva para la colocación de su ex canciller en la oficina principal del edificio ubicado en la calle F 1889 de Washington DC. Cómo parte de la campaña, en mayo de 2014 Mujica asistió a la Sesión Protocolar del Consejo Permanente de la OEA y fue aclamado por los diplomáticos que estaban en la reunión. También fue significativo el respaldo de la entonces embajadora de Estados Unidos en Montevideo, Julissa Reynoso, una morocha nacida en Dominicana que muy pronto se amigó con el candombe y que era habitual asistente a los asados en el Quincho de Varela, un vecino de la chacra del ex presidente. Ella recomendó el nombre del futuro nuevo número 1 de la organización.

El asesor Dan Restrepo

Almagro ocupó la secretaría general con la consigna de reflotar la OEA, que estaba desprestigiada y opacada por otros colectivos de la región, como UNASUR, que no tienen a Estados Unidos ni Canadá entre sus socios. Llevó como sus colaboradores principales a Luis Alberto Porto Rizzo -un economista que había sido su subsecretario en la Cancillería uruguaya y pasó a desempeñarse como responsable de Estrategia y Desarrollo Organizacional de la OEA- y a Daniel Dan Restrepo, ex asesor del presidente Barack Obama y que se desempeñó hasta 2012 como director de la Oficina para el Hemisferio Occidental de la Casa Blanca.

El padre de Dan, José Luis Restrepo, era oriundo de Medellín y ocupaba el cargo de director del Presupuesto Nacional en Colombia en 1961, cuando el entonces presidente estadounidense John F. Kennedy visitó Bogotá y, luego de un encuentro le fue ofrecido trabajar en la Alianza para el Progreso, en Washington. Y en Washington nació Dan.

Aquella Alianza surgió el 17 de agosto de 1961 en la Conferencia interamericana de Punta del Este, y Estados Unidos se comprometió a entregar 2.000 millones de dólares anuales durante una década, además de tecnología, lo que daría un gran impulso a las economías de la región. En el salón del encuentro -improvisado en el casino San Rafael entre ruletas y mesas de baccarat- el proyecto fue aprobado por 20 votos a favor, con la abstención de Cuba, después de un célebre discurso del Che Guevara, quien denunció el acuerdo como una farsa para detener al socialismo en la región y someter a los pueblos. Sus palabras fueron premonitorias. Los objetivos de la Alianza para el Progreso nunca se concretaron, los fondos aportados beneficiaron en la práctica a los grandes latifundistas y sirvieron para el equipamiento de ejércitos y servicios de inteligencia, y terminaron engrosando las deudas externas de esos países.

La política y la economía latinoamericanas siempre fueron tema de conversación en la casa de los Restrepo, en Washington, y Dan llegó a interesarse tanto que se convirtió en un experto y consejero de la Casa Blanca.

Al día siguiente de que Obama anunciara el inicio de la normalización de las relaciones con Cuba, el 18 de diciembre de 2014 La Nación de Buenos Aires publicó una columna escrita por Dan, en la que expresó: “Aunque nunca ha sido una justificación legítima para su represión sistemática, después de más de 50 años de negarle al pueblo cubano sus derechos humanos Cuba ya no tiene la excusa de que está amenazada por su vecino del Norte. Los 11 millones de cubanos que viven en la isla tienen el derecho de la libertad de expresión, de la asamblea pacífica, de participar en elecciones verdaderamente democráticas y de tener acceso a información. Las autoridades cubanas no respetan ni esos ni otros derechos básicos del pueblo cubano.”

Quizás cuando el año pasado Almagro llegó a su nuevo despacho en Washington, repasó algunos de los hitos históricos de la OEA, como el de la Alianza para el Progreso y sus protagonistas, o aquél del 31 de enero de 1962, cuando Cuba fue expulsada del colectivo en la Octava Cumbre de Punta del Este y Fidel Castro calificó a la organización continental como un “ministerio de colonias yanqui”. Pero lo cierto es que enseguida de asumir, el uruguayo puso proa a un posible destino manifiesto e inició una campaña casi obsesiva contra el gobierno de Venezuela.

El 25 de noviembre de 2015 declaró su preocupación por el asesinato del opositor venezolano Luis Manuel Díaz y dijo que “no debe haber un muerto más, no debe haber una amenaza más; es hora de ponerle fin al miedo”. Almagro aseguró razonablemente que “el asesinato de un dirigente político es una herida de muerte a la democracia” del continente. Sin embargo, el secretario general no manifestó ninguna preocupación por los numerosos asesinatos de opositores o líderes sociales de otros países de América latina.

Desde que Almagro asumió su cargo, entre otros crímenes, el 9 de junio de 2015 fue asesinado en Mexico el dirigente opositor Francisco López Liborio y el 18 de junio mataron en Honduras al candidato Erasio Vieda Ponce, y en Guatemala fueron eliminados los candidatos opositores Estuardo Anzueto el 2 de julio, Orlando Guzmán el 11 de agosto, Abel del Cid el 12 y Clavelina Mérida el 31 de agosto. En Perú, el alcalde Francisco Ariza y su asesor Henry Aldea fueron emboscados y muertos el 20 de octubre; en Colombia ultimaron al opositor Edison Blanco Correa el 1º de noviembre, y el 6 del mismo mes asesinaron en Haití al encargado de logística del candidato presidencial Moises Jean Charles. El 2 de enero de 2016 dieron muerte a tiros a la alcaldesa del municipio mexicano de Temixco, Gisela Mota –del Partido de la Revolución Democrática (PRD), de izquierda-, un día después de asumir el cargo, y el 29 de agosto en el municipio de Almaguer, en el Cauca colombiano, fueron secuestrados y asesinados los líderes campesinos Joel Meneses, Nereo Meneses Guzmán y Ariel Sotelo, quienes reclamaban del Gobierno una reforma agraria.

Almagro guardó silencio sobre estas muertes, pero no lo hizo en otros casos, como el 17 de mayo último cuando calificó al presidente Maduro de “traidor” de su pueblo y de la ética de la política y el 30 de mayo, cuando activó la Carta Democrática de la OEA para Venezuela, un paso sin precedentes que abrió un proceso que puede llevar a la suspensión del país caribeño como miembro del organismo continental. El 3 de junio, The Washington Post pidió en un editorial que la Casa Blanca respalde al secretario general en esa medida. El diario estadounidense -comprado hace tres años por Jeff Bezos, el director ejecutivo de Amazon, una potencia electrónica y del mercado digital- opinó que “el gobierno de Obama se ha unido inexplicablemente al coro de voces que piden un ‘diálogo’ vacío y no se ha posicionado sobre la carta de Almagro”.

La rectora del Consejo Nacional Electoral venezolano, Socorro Hernández, calificó de “injerencista” las declaraciones de Almagro -quien advirtió que de no haber consulta revocatoria este año en Venezuela, la OEA tomará “medidas drásticas”-, el presidente Maduro le respondió “te secarás Almagro; estás seco”, y el mandatario nicaragüense Daniel Ortega dijo que el uruguayo “se cree un emperador y es un sirviente de los yanquis”

Unos meses antes, el miércoles 18 de noviembre de 2015 Mujica había enviado un breve y tajante e-mail de despedida a su antiguo protegido: “Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido”, le escribió el Pepe. La relación entre Mujica –quien mantuvo una estrecha relación de amistad con Hugo Chávez- y el diplomático se había deteriorado después que Almagro publicó una carta abierta dirigida a Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral venezolano, lamentando la negativa a permitir la participación de observadores de la OEA para los comicios del 6 de diciembre de aquel año.

Además, en Uruguay el MPP reprochó a Almagro y consideró que “se autoexcluyó” de esa agrupación, y también sumaron sus críticas otros partidos del Frente Amplio y la central obrera PIT-CNT.

El periodista uruguayo Leandro Grille se había preguntado, en una reflexión sobre la carta a Tibisay Lucena, si Almagro “siempre pensó así y era prácticamente un tapado, que el día que llegó a un cargo grande reveló una condición verdadera y primigenia, o si el precio de ocupar semejante posición internacional incluía estos mandados al Departamento de Estado”, y manifestó su preocupación ante la posibilidad de que la respuesta fuera la primera posibilidad y que el gobierno frenteamplista “haya estado durante años infiltrado a la altura incluso de su gabinete”.

Como sea que fuere, y como sospechaba Mujica, Luis Almagro Lemes ya ha iniciado un camino que no tiene retorno.

(*) Periodista uruguayo

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