2 noviembre, 2018

Luis Buñuel: radiografía de la burguesía y la pesadilla de la Revolución (2ª parte)

Por Guido Fernández Parmo (*).- En nuestra nota anterior, vimos cómo Buñuel radiografiaba a la burguesía. Para el director español, esta clase social se definía por la propiedad, el encierro, las repeticiones, la racionalidad y el fetichismo. Esto quería decir que los burgueses se encierran detrás de altos muros para protegerse de una amenaza exterior.

Lo original de Buñuel, sin embargo, no está en esto solamente. Como sabemos, fue el director surrealista por excelencia. Para esta tradición estética, esas estrategias de encierro burguesas se corresponden con las estrategias de la conciencia o razón para reprimir a las fuerzas del inconsciente. Esto quiere decir que lo que amenaza a la burguesía es una fuerza que tiene una doble cara: política, en tanto revolucionaria, popular, obrera, y psíquica, en tanto inconsciente, deseante, creativa, libre.

Los pobres 

Viridiana (1961)

El temor de la burguesía son los pobres, sucios, medio salvajes, inmorales, brutos, cochinos. Los pobres, como un acto fallido, logran pasar las barreras de la represión y enchastran todo. En Viridiana (1961), una ex monja viviendo en la casa de su tío, que la había engañado diciéndole que había sido violada mientras ella dormía, decide practicar la caridad cristiana. Los pobres entran en su ausencia a la mansión y realizan un festín que termina destruyendo el comedor burgués, con todos borrachos y en una especie de éxtasis religioso.

Los pobres irrumpen. La fuerza de los pobres está en lo inesperado. Por eso las estrategias represivas burguesas: lo finamente ordenado, la geometría de sus jardines, la racionalidad. En La Edad de oro (1930), que combina una historia de amor no realizada y una fiesta burguesa, podemos ver el peligro y la amenaza de los pobres en tres episodios. Se trata de acontecimientos vividos con enorme extrañeza, acontecimientos que no responden a lógica alguna.

En La Edad de oro (1930)

El primero de ellos, es la aparición, en medio del salón, de un carro tirado por un caballo. Los burgueses se quedan indiferentes. Ante lo extraño, ante esa fuerza que presiona las barreras de la represión, es preciso mirar para otro lado. Como si dijeran: Nosotros no tenemos nada que ver con esto. Típica reacción burguesa ante lo caótico de los pobres y lo inesperado de la revolución: nada de esa realidad es responsabilidad de los ricos.

En el segundo episodio, una cocinera entra al salón gritando y se desploma frente a todos. Como si de un animal se tratara, los burgueses miran como ante un espectáculo de circo. La burguesía no sólo se desentiende de los pobres, también los mira con displicencia, curiosidad exotista y paternalismo.

El tercer episodio es el asesinato del niño por su padre, el jardinero. Los invitados salen a los balcones para ver el alboroto de los otros. La contemplación de la violencia, del sufrimiento, de la irracionalidad de los otros es otro gran placer burgués. Como decía Nietzsche, mirar el sufrimiento de los otros da gran placer.

Lo que nos muestran estos tres episodios es que la necesidad de separarse se funda en el temor a los otros. Los pobres, los trabajadores, los desempleados, siempre serán una amenaza para la burguesía. O bien por convencimiento o bien por sentimiento, las fuerzas de los trabajadores no quieren a los burgueses. Porque, así como da placer la contemplación del sufrimiento de los otros, también da temor, porque los otros vienen por nosotros.  

Las pesadillas 

La fuerza de la revolución o del caos, la violencia política o la social, el guerrillero o el delincuente, comparten el odio de la burguesía. A todos ellos hay que reprimirlos. Hay más amenazas sin embargo. Las fuerzas del inconsciente.

Belle de jour (1967)

La burguesía reprime sus demonios internos que la revelarían como inmoral, caótica, cochina, cruel, es decir, como un pobre más. En Belle de jour (1967), una refinada señora burguesa interpretada por la magnífica Catherine Deneuve, aburrida de tanta racionalidad, de tanta limpieza existencial, levanta las barreras de la represión burguesa cuando empieza a trabajar, de día (Bella de día, es su nombre), en un prostíbulo privado. Fantasías sadomasoquistas la invaden de tal manera que la acercan a las otras prostitutas.

En el inconsciente, las perversiones, el sucio secretito, como decía el filósofo Deleuze, quedan destapadas a la luz del día. No es casual el nombre, Bella de día. Mientras que la noche y lo oscuro son el lugar para ponerse en contacto con los deseos perversos, ella trabaja de día.

El inconsciente es un lugar peligroso para asomarse. La violencia sexual que lo domina es también una violencia política. Y por eso debe ser un territorio prohibido. ¿Qué quedaría de esas elegantes señoras de bien si vivieran su deseo libremente? Al llegar a su casa, Séverine (Belle de Jour) quema la ropa en la chimenea.

Según el surrealismo, el inconsciente, sin embargo, no está sólo habitado por fuerzas sexuales. También lo está por fuerzas revolucionarias. El deseo siempre es revolucionario cuando no está atrapado por los dispositivos de poder burgueses. El surrealismo de Buñuel se acerca a los planteos de Deleuze y Guattari sobre las relaciones entre el psicoanálisis familiarista y el poder del Capital. Desear es un acto revolucionario porque levanta la represión que es tanto clasista como psíquica.

El discreto encanto de la burguesía (1972)

En El discreto encanto de la burguesía (1972) la peor pesadilla llega hacia el final de la película cuando los guerrilleros finalmente irrumpen en la casa y acribillan a todos los burgueses. Las fuerzas revolucionarias siempre tienen algo de inesperado: llegan por donde menos se las esperaba.

En sus escritos sobre Cuba, Sartre dice que la grandeza de Fidel estuvo en golpear allí donde no se lo esperaba: llevando al Ejército al campo, donde era menos fuerte, y atacándolo con el apoyo de los campesinos. Como en un lapsus, como en un sueño, el deseo revolucionario se define justamente por salirse de las coordenadas conocidas, por saltar los muros, romper las geometrías y por la creación. Si El Ángel Exterminador hubiese encerrado a trabajadores, habrían creado una solución para salir de la casa. Recordemos que la repetición era una de las características de la burguesía. El pueblo enfrenta la repetición racional con el acto creativo que hace lo que nadie esperaba.

Palabras finales 

El cine de Luis Buñuel es revolucionario en un amplio sentido: combina el atractivo del sueño con el de la revolución. Lleno de humor, provocador, vanguardista, irónico. Su propio cine es la irrupción del deseo-revolucionario y por eso deberíamos volverlo a ver para no olvidar: no contemplamos lo inesperado, lo experimentamos. Buñuel impide que olvidemos, que caigamos en la represión burguesa. André Breton, el padre del surrealismo, decía: “Querida imaginación, lo que más quiero en ti es que no perdonas”.

(*) Secretario de Cultura y Deportes de la UTPBA. Profesor de filosofía.

 

 

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