El 15 de noviembre de 1993 apareció Mario Bonino, militante de la UTPBA, muerto en el Riachuelo. Lo habían asesinado. Sin tomarse ni un minuto de duelo, la UTPBA, junto a su familia y amigos, comenzó a exigir justicia.
Eran momentos en donde reinaba la impunidad del poder que ostentaba el gobierno de Carlos Menem amparado en el Consenso de Washington e impuesto a la sociedad con el beneplácito de dirigentes políticos y sindicales que ya se habían arrodillado ante el “fin de la historia”.
Casi en soledad, la UTPBA -con Mario como uno de los responsables de la Secretaría de Prensa y Comunicación- y algunas pocas organizaciones más se opusieron desde el comienzo a un nuevo pero repetido capítulo que tuvo -y tiene- esta vieja película llamada capitalismo, neoliberalismo.
La UTPBA, su familia y miles de compañeras y compañeros de la organización rescatan y recuerdan a Mario más allá de una fecha en el calendario. Hablar de Mario es hablar de la UTPBA.
Y hablar de la UTPBA, como decía el propio Mario, es hablar de “coraje y compromiso”.